jueves, 29 de julio de 2010

Vamos que nos vamos

Nos estamos yendo. Unos más que otros, pero se percibe la llamada de las vacaciones. Mi señorito ha esperado que terminaran las discusiones de la reforma laboral para tomarse un kit-kat, que diría Cruela. Pero antes ya destilaba un tufillo a playa mediterránea.

Mi señorito veranea en un pueblo de Tarragona en plan familiar. Si en esas le pilla la caída de un meteorito, el apocalipsis, la llegada del anticristo o el nuevo advenimiento de la era acuario, él se coge la tumbona y el periódico y se baja a la playa.

¡Ah, se siente!, que hubiera llegado antes de agosto. O después. Las vacaciones son sagradas. El año pasado por estas fechas vivimos algún que otro sobresalto y el jefe ni se inmutó. Cuando los periodistas le localizaron él les informó debidamente de que estaba vacando en Comarruga. Es de la opinión de que cuando a rolex a rolex y cuando a setas a setas.

Y hace bien, ya se ve. Porque el año pasado por estas fechas le habíamos echado el amenjesús y los ojoavizores de dentro y de fuera del misterio…ni aseguraban que le quedaba medio telediario de jefatura.

Y ahí le tienes, más guapo que un san luis (Es una metáfora, tampoco hay que tomarse las cosas al pie de la letra). De titular, en todo caso. Ha vivido su año de lobos sin perder la compostura. Advirtiendo a quien quisiera oirle que él tardaba media hora en prepararse el equipaje y volver a sus lares. Y añadiendo, de vez en cuando, que a él le ha tocado el peor ministerio en el reparto.

Pero aquí está, al frente de la reforma laboral. O al lado. O donde sea. Pero de jefe del negocio. Que ya es mala suerte la suya. O predestinación. Que estaban las estadísticas del paro repeinaditas y tan monas pero todo fue llegar él y descomponerse una cosa mala. Un día de inspiración se pone a declarar que los parados no llegarán a cuatro millones ni hartos de vino y saltaron las estadísticas como un tapón de cava, que hasta el mes pasado no hemos conseguido que bajaran de cuatro unidades de millón. Y raspando.

El ministro del paro, va a quedar como el ministro del paro, se le han pitorreado los maliciosos que hay en todas partes sin conseguir que él perdiera la compostura.
En su fuero interno, él soñaba con pasar a los anales de la historia como el ministro del acuerdo social. Pero ahí estaba don Ceoé para impedirlo. Don Ceoé, de soltero Gerardo Díaz Ferrán, ha dedicado este tiempo a hundir sus empresas con minuciosidad y dedicación hasta que las ha dejado como un sembrado (Hoy mismo, los periódicos traen que se está despidiendo a los últimos de Marsans). Este modelo de empresario ejpañol no iba a consentir que don Tino pudiera apuntarse un tanto aunque fuera pequeñito, no sea que se anime, se anime y esto acabe como la selección nacional de futbol.

Frustrado, pues, el acuerdo social, quedaba la posibilidad de acordar una buena reforma laboral. Pero, quiá, ni eso. Los diputados, en comisión de verano también, han aprobado una reforma laboral con los únicos votos del partido socialista. Una reforma laboral que la hubiera firmado alegremente don Rajoy, de no ser porque Rajoy anda besando en los morros a don Carlos Marx, al menos mientras siga en la oposición.

Don Tino se va de vacaciones y con él su alegre muchachada catalana. Hace dos meses andaban por aquí despidiéndose y actualizándose el curriculum. Ahora están más relajados. Pero no hay que fiarse. Zapatero se queda de vigilia y los espera a la vuelta. Dicen que el ministro está deseando volverse a Cataluña, a ser alguien tras las elecciones autonómicas. Dicen que el presidente está deseando quitárselo de en medio. Pero vete a saber lo que de verdad quiere uno y otro, las abnegadas esfinges maragatas.

Al terminar la jornada, empiezan las despedidas de quienes se van de vacaciones.

- A la vuelta lo venden tinto, dice nuestro particular Antonio Alcántara.

Tinto o clarete, se verá. Me da a mi que cava no.

martes, 27 de julio de 2010

Antonio Gamero


Para quienes somos aficionados al cine la muerte de un actor es una pérdida familiar. Quienes vamos teniendo una edad tenemos ya un rosario de pérdidas. Ahora, se nos acaba de ir Antonio Gamero. Un secundario de lujo, un secundario imprescindible, dicen de él las crónicas.

Considerar a Gamero un secundario es la muestra más palmaria de la calidad de nuestro cine. Él, que ha estado presente en la filmografía española de las últimas décadas. Que ha intervenido en películas tan fundamentales como Amanece que no es poco, La vaquilla, El bosque animado, Divinas palabras, Furtivos, Habla mudita, Truhanes, Asignatura pendiente o Flor de otoño, por señalar unas pocas entre su centenar largo de films. Los más jóvenes le recordarán como el abuelo entrañable de Manolito gafotas. Los más televisivos, de Médico de familia. Su último trabajo, Don Mendo Rock ¿la venganza?, aún no se ha estrenado.


Pero no es su vertiente profesional la que me interesa en este momento sino su faceta personal. Gamero fue un hombre muy comprometido socialmente. Militó en el partido comunista desde 1957, lo que le costó dos años de cárcel. En una de las detenciones por causa de su militancia, le propinaron una paliza tal que perdió el oído.

Lo que nunca perdió fue su sentido del humor. Esa ironía tan española que se cruza con el humor negro.


Suyas son esas frases lapidarias: "Si tienes penas no se las cuentes a los amigos, que les divierta su puta madre" o "Como fuera de casa no se está tan bien en ningún sitio", que solía repetir Rafael Azcona, otro ilustre del cine español también desaparecido.

Tenía 76 años cuando se ha ido sin ruido, sin darse importancia, discretamente, como fue su vida. Yo siento que he perdido a alguien de la familia y que el mundo es un poco más pobre.

lunes, 26 de julio de 2010

De mentiras e injusticias

En el periódico del domingo encuentro un nuevo reportaje sobre niños raptados e identidades ficticias.

El reportaje habla de una asociación de afectados por adopciones ilegales y refiere casos que ocurrieron en los años sesenta, setenta y aún ochenta. Años ochenta, insisto, con la Constitución en vigor.

El periódico apunta también el hecho de que todavía en aquellos años ser madre soltera era un baldón personal y familiar y algunas madres – y algunas familias – preferían ocultar el “percance” y dar las criaturas en adopción. Sólo las muy valientes o las muy osadas asumían la maternidad como una opción personal en solitario (Pilar Miró en 1981).

Los hechos se repitieron en algunos hospitales bien conocidos e identificados, algunos de ellos ya desaparecidos, donde se traficó con niños recién nacidos en algunos casos quizá con la conformidad de las madres pero en todos en flagrante ilegalidad. Los nombres de los responsables de aquellos hechos son igualmente conocidos porque las sospechas y las denuncias no son de ahora, vienen de muchos años atrás.

Hay parejas a quienes se dijo que sus bebés habían nacido muertos pero a quienes no permitieron verlos y que están convencidas de que les fueron robados por puro negocio.

Pero la justicia no se da por aludida.

Hay miles de casos más que se remontan a los años cuarenta y cincuenta. Son los hijos de los vencidos de la guerra. Algunos nacieron en la cárcel y fueron cedidos a familias adictas al régimen. Otros fueron dados en adopción desde los centros de Auxilio Social, la organización de Falange que se encargó de recoger a niños de familias sin recursos, muchos de ellas también de izquierdas, cuando alguno de los padres estaba en la cárcel por motivos políticos. Hay pruebas y denuncias por cientos.

Pero la justicia nunca se ha dado por aludida, ni antes ni después de la Constitución.

Mi amiga Alba, la argentina, me repite que no entiende cómo los españoles nos quedamos tan tranquilos ante un hecho de esta naturaleza. Y recuerda que en su país, donde la dictadura también propició adopciones ilegales de hijos de desaparecidos, ha sido la propia justicia quien está facilitando la búsqueda de la verdadera identidad.

A mí me da rabia y vergüenza que las cosas sean así. Especialmente porque estos hechos – los niños robados por el franquismo - son los que exponía el juez Garzón en el auto del Sumario 52/2008, que le ha costado tener que salir por pies de la Audiencia Nacional.

Eso explicaría por qué los jueces no se atreven a hincar el diente al asunto: para no tener que salir también por pies. Lo que no explica es nuestra cobardía como sociedad.

Ah, naturalmente, la justicia en ningún momento se ha dado por aludida. ¿Justicia? ¿Qué justicia estamos pagando?, me pregunto.

domingo, 25 de julio de 2010

De incógnito


Andaba yo el viernes en mi mesa del pasillo de la tercera del misterio…ni, enfrascada en unos papeles, cuando se me acerca un jefe de servicio y, en tono confidencial, me dice:

- No sabía yo que era usted tan entusiasta del futbol…

Le he debido mirar con ojos de a mí que me cuentas porque ha añadido:

- Es que mi mujer es asturiana de Salinas y solemos ir algunos fines de semana. Ya ví que tiene una cuadrilla muy animada.

Lo tengo comprobado. Ya me puedo ir al otro lado del globo que, a poco que me ponga en evidencia, siempre habrá un ojo que me distinga.

Se lo cuento a mi chico mientras comemos y caemos en la cuenta de que no es la primera vez que nos pasa algo parecido, coincidiendo con un mundial.


Fue hace justo veinte años, cuando se disputaba el mundial de futbol que o bien no era cosa de España o bien nosotros estábamos atentos a otros menesteres. Llevábamos saliendo unos meses y, aunque nos habíamos enamorado como colegiales y los dos creíamos estar seguros de nuestros sentimientos, lo manteníamos de forma discreta - él era un carguillo y yo quería estar segura antes de dar la campanada - hasta decidir si la relación iba a prosperar o no. El caso es que aprovechamos un fin de semana para hacernos la ruta del río Cares, comarca sobre la que habíamos leido algunas cosas.


La Garganta del Cares comunica la provincia de León con Asturias y es un paisaje impresionante que Victor de la Serna calificó como “el espectáculo geológico más impresionante de la Península Ibérica”.

Con estos antecedentes, nos pusimos en camino hacia Caín, un pueblito de cuatro casas del que parte la famosa Garganta. Unos kilómetros antes de llegar, en un estrechamiento de la calzada, nos cruzamos con un cojocoche Mercedes a cuyo conductor le preguntamos si en Caín había hotel para pasar la noche.


- Hay una pensión, nos respondió.

- ¿Y qué tal?, insistimos.

- Una noche se pasa de cualquier manera, explicó y nos dispusimos para lo peor.

Mientras hablábamos nos adelantó una furgoneta conducida por una viejilla a la que acompañaban otras tres camaradas de la misma quinta.

Llegamos al caer la tarde. Efectivamente, no había más que una pensión que era a la vez el centro comercial del pueblo: tienda, casa de comidas y bar con televisión. En la puerta estaba aparcada la furgoneta de la tercera edad, que iba avituallada como para escalar el Himalaya. Nos dieron la última habitación que había que, dadas las circunstancias, nos pareció gloria bendita.

Salimos a dar un paseo por el pueblo, que está encajonado entre montañas de forma que en invierno no deben ver el sol ni por asomo. Cenamos, mientras retransmitían un partido del campeonato mundial de futbol, y nos acostamos.

A la mañana siguiente, nos levantamos a una hora temprana para hacer la ruta. Nos dijeron que las viejillas hacía más de una hora que habían salido. Para que te fíes de las apariencias, pensamos. Desayunamos en el bar y yo juro por lo más sagrado que no me percaté de que en el local hubiera nadie más que nosotros.

Como teníamos previsto, hicimos una parte de la ruta, volvimos al punto de partida en Caín y, desde allí, emprendimos el camino de vuelta.

Pasó el tiempo, nuestra relación se consolidó y nosotros lo contamos a quien nos pareció oportuno y conveniente.

En esas estábamos cuando, en una reunión de trabajo, me dice una compañera:

- Yo sabía que estabáis saliendo vosotros desde hace mucho tiempo porque os vió en Caín un amigo mío que estaba con otro que te conocía a ti. Os vió desayunar en el bar y mi amigo le comentó al otro: no me han mirado a mí con la cara de enamoramiento de esa chica desde que tenía 18 años.

El otro que, en efecto, conocía a mi familia y a mí de toda la vida, le explicó que yo no sólo no tenía 18 años sino que era madre de un hijo adolescente.

- ¡Qué jóvenes éramos!, le digo a mi chico.

- Pues como ahora, responde, todo optimismo.

Con el calor que hace, no tengo ánimo para filosofar. Pero me pregunto como harán los famosos para ir de incógnito por la vida.

miércoles, 21 de julio de 2010

Lo que me cueste


No sé si te has dado cuenta pero los políticos tienen una manera de hablar que tal parece que lo único importante es lo que les sucede a ellos.


Aznar todavía anda quejándose de que las bombas en los trenes del 11 de marzo iban dirigidas a minar su gobierno. Para él los 191 muertos de aquel día son simple munición contra su honra. Han pasado más de seis años y aún no se ha enterado de que él no fue ni víctima ni protagonista, que las víctimas son los muertos y los heridos. Da igual, él sigue quejándose de lo suyo.

Otro tanto ocurre ahora con la crisis. Los oyes y parece que sólo les afecta a ellos.

Pues no, me dan ganas de decirles. A ustedes es a quienes menos les toca. Somos nosotros quienes estamos pagando las consecuencias de sus acciones y de sus omisiones.


En el debate sobre el Estado de la Nación oías a Rajoy y hablaba de sus cosas, de su España. Otro tanto cuando hablaba Zapatero, se queja de lo suyo. Para no mencionar a los nacionalistas que la mayoría ni hablan de España, hablan de lo suyo. Todos en primera persona del singular. España soy yo. A ninguno se le ocurre añadir que representan a una parte de los españoles, algunos a una mínima parte. (Es que cuando oigo hablar a Rosa Díaz, como si fuera la mayor estadista del reino, me entran ganas de decirle, chica, espérate un poco, que aún sois tú y cuatro gatos).


No voy a hablar de Rajoy que estará echándose una siestecilla hasta que le toque volver al Congreso a soltar su discurso sublime, que consiste en preguntar ¿qué hay de lo mío?

Pero hoy, Zapatero ha vuelto a repetir en el Congreso eso de que piensa tomar las medidas necesarias para salir de la crisis, “cueste lo que cueste y me cuesten lo que me cuesten”.

Lo que cuesta, ya lo vamos sabiendo los que cobramos la nómina del Estado.

Lo que LE cuesta, salvo que él tenga otras cuentas secretas, se supone que será en términos electorales. Querrá decir: aunque me cueste la Moncloa. Bueno, pues allá usted, haber hecho mejor las cosas, haber explicado bien lo que hacía. No querrá que vayamos a consolarlo por su dolor. Que los palos los estamos recibiendo nosotros.

Alguien que le quiera bien debería decirle, oye, jefe, que tú tienes la vida resuelta aquí y fuera de aquí pero hay muchos millones de españolitos que se las ven y se las desean para terminar el mes, algunos millones que cobran menos de lo que cobraban el año pasado (que no quiero ni pensar lo que hubiéramos clamado si quien nos baja el sueldo es un gobierno del PP). Esos españolitos que no han tenido arte ni parte en la crisis, precisamente esos.

Dicen quienes han vivido allí que la presidencia del gobierno aisla, impide tomar contacto con la realidad. Es lo que llaman síndrome de la Moncloa. Pues cuánto lo siento, oye.

Pero yo empiezo a estar cansada de que me apedreen y encima tener que consolar al apedreador por el trauma que le produce tirar la piedra.

viernes, 16 de julio de 2010

Sobre ruidos, besos y cañones


Un aforismo, que he encontrado en google, dice que “el ruido de un beso no es tan fuerte como el de un cañón, pero su eco es más duradero”. Conozco un beso, sin embargo, que ha producido más estruendo que un cañonazo: el que le ha propinado el portero de la selección española de futbol, Iker Casillas, a su novia, Sara Carbonero.

¿Qué ha pasado para tanto ruido?


Atendiendo a los datos objetivos la cosa fue así: un joven deportista tiene una novia periodista. Con ocasión de un triunfo deportivo – mejor diría EL triunfo deportivo – ésta entrevista a aquél. Dada la presión emocional del momento, al deportista se le aflojan los controles de conducta y, después de acordarse de sus seres queridos, su padre, su hermano, visiblemente conmovido, con los ojos húmedos, da a la joven un beso de tornillo. Todo, bajo los focos y las cámaras.


En youtube el vídeo en cuestión debe llevar como tres millones de entradas mientras los semiólogos andan buscando significados al beso.

Como suele ocurrir cuando se lían las cosas simples, las interpretaciones son de lo más peregrinas. Ya vamos por legión el número de quienes han entrado a explicar el significado de las imágenes. Me centraré en las opiniones estrictamente profesionales.

Hay asociaciones de periodistas que ven en la escena una falta de respeto a la chica por olvidarse de que ella estaba trabajando. Unas semanas antes, el presidente de los periodistas de Madrid, Fernando González Urbaneja, ya había protestado por la utilización que Tele5 estaba haciendo de la imagen de la periodista, al situarla cerca de la portería donde operaba el novio. Y dejaba caer, como el que no quiere la cosa, que con estos métodos una profesional no va a llegar muy lejos.


Comentario que obvia dos circunstancias, a saber, primero, la cadena en cuestión es especialista en manipulaciones y morbos varios. Urbaneja debería haber acudido directamente a la empresa para protestar por esa perversión del lenguaje y de los usos periodísticos. Incluso podía haber acudido a los tribunales denunciando algunas prácticas claramente abusivas, que en esa cadena se producen a diario. Debería haberse enfrentado al poder de la empresa, no a la imagen de la periodista.

Segundo, el presidente Urbaneja ha premiado alguna que otra vez a empresarios y periodistas muy conocidos, recuerdo a bote pronto al director de El Mundo que no es, precisamente, un modelo de honestidad ni de ética profesional.

Claro que no es lo mismo atizarle a una mujer periodista que criticar a una empresa o a un empresario poderosos. Ni comparación posible. En el primer caso, la censura suele salir gratis. En el segundo, uno arriesga el confort personal.


Podríamos añadir que esos métodos que se le atribuyen a la Carbonero son los que han usado habitualmente la mayor parte de los periodistas que hoy cortan el bacalao para llegar donde están. Dejar que sus respectivas empresas utilicen su imagen para llegar un poco más alto, más lejos, más fuerte.

Hay un pequeño matiz añadido en el caso de la periodista Carbonero. Se trata de una mujer y de una mujer guapa. Al parecer, competente en su área de actuación, la de deportes. Lo cual, lo de competente, es mucho más de lo que puede decirse de alguno de sus compañeros.

¿Qué es lo que, supuestamente, habría hecho mal ella? Según sus críticos, haber permitido que coincidieran sus intereses profesionales y los afectivos. Lo que contradice el principio sagrado que indica que donde tienes la olla no metas la… exactamente, eso, que el refrán reza para los machos, los únicos que tradicionalmente tenían donde meter algo. Las mujeres por lo general no han tenido nada que mezclar, encerradas en sus casitas.


¿Debería haberse quedado ella en Madrid para no coincidir con el novio? ¿Debería haber ocupado un puesto menos próximo al deportista, menos reporteril y más de gestión? Probablemente, esa medida hubiera conformado a las almas buenas. Pero ocurre que hay periodistas a quienes no les gustan la gestión sino el periodismo a pie de calle.

En el supuesto de que el periodista hubiera sido él y la deportista ella ¿Habría habido tanto remilgo? Cuando Arantxa Sánchez Vicario se casó con un periodista de deportes catalán ¿Dijo alguien que él debía quedarse en casa o bajar su nivel de trabajo? Ah, es que el profesional era él.
Y todo, por un beso. Una muestra de afecto durante el desempeño de una tarea profesional.

Anda y que esta u otras periodistas no habrán tenido que tragar malos modos y utilizaciones de sus jefes y jefecillos. Anda y que no habrán tenido que soportar desconsideraciones, faltas de respeto, manipulación, explotación y bajos salarios. Anda y que no habrá tenido que oir veces lo de ser guapa y tonta, o guapa y putilla, o guapa y trepa. Anda y que está buena la profesión periodística como para preocuparse por la oportunidad de un beso.

Porque de la misma manera que hay muchas chicas muy competentes que van ascendiendo en sus profesiones respectivas por su mérito y esfuerzo, hay muchos chicos que siguen sin entender que el mundo no es exclusivamente masculino. Y que el hecho de haber nacido macho no les da – no debiera darles - más cartas en el reparto de oportunidades.

Lo que yo he visto en el vídeo es una pareja joven que ha estado sometida a una presión desmedida por el hecho de que uno de ellos es famoso y la otra tiene una profesión expuesta a la mirada ajena. He visto a un chico joven que tiene un gesto de afecto, de amor, a su pareja.

Vuelvo a pasar las imágenes y me digo que ojalá que todos los problemas que tienen los periodistas fueran como ese. Un beso.

jueves, 15 de julio de 2010

Una de traca


Han pasado solo cuatro días desde que España salió a la calle para vocear su alegría por el triunfo de la selección de futbol en el campeonato mundial. Apenas cuatro días, cuando el presidente del gobierno ha subido al estrado para dar cuentas a los ciudadanos del estado de la nación.

José Luis Rodríguez Zapatero es hombre que, al parecer, controla sus emociones. A él no se le escaparía un beso como a Casillas, ni harto de vino. Se controla tanto que su discurso le deja a uno frío. Quizá no pueda reprochársele nada pero tampoco emociona. Hace un relato de la situación con arreglo a su perspectiva política.

Bueno, vale ¿y qué? dan ganas de decir.

Terminado el discurso, salen a la palestra los portavoces parlamentarios para opinar sobre la exposición del presidente. Salvo el socialista, todos se muestran en desacuerdo. La portavoz popular no esboza ni un solo argumento, corta el árbol por la base y lanza una descalificación despreciativa al presidente.

Sáenz de Santamaría es una profesional brillante e inteligente que suele errar el tono del mensaje. El gobierno ha cometido errores suficientes como para hacer una oposición saludable señalando estos fallos. Cebarse en el menosprecio y la descalificación es impropio de una parlamentaria democrática y no contribuye a mejorar la salubridad del sistema.

Por la tarde, abre la sesión el portavoz del primer partido de la oposición, Mariano Rajoy, un parlamentario mejor dotado para la oratoria que el presidente. Elabora un discurso inteligible, mostrando las contradicciones del presidente sin anunciar ninguna medida ni programa alternativo. Los suyos le aplauden con entusiasmo.

Mientras habla me dedico a estudiar la comunicación no verbal de uno y otro. Zapatero permanece inexpresivo o lo que es peor, pone cara lela. Si está tragando bilis lo disimula. Tampoco la cara de Rajoy coincide con sus palabras. Hay algo en su expresión que desentona con el discurso. Es el gesto de quien no se cree a sí mismo, que dice lo que hay que decir, no lo que quisiera decir, en el supuesto de que tenga algo que decir, que tampoco está claro.

En la segunda respuesta al presidente popular se le escapa un lapsus. Congeló las pensiones de los funcionarios, le acusa atropelladamente. O eso espero. Porque el gobierno ha congelado las pensiones y ha bajado el salario a los funcionarios.
¿Cree usted que le importa a alguien lo que yo hice hace diez o quince años?, pregunta Rajoy retóricamente. Pues yo creo que sí, porque Rajoy es un político que ha sido vicepresidente del gobierno con Aznar, que ha pasado por varios ministerios: de Presidencia, de Interior, de Administraciones Públicas, de Educación, en ninguno de esos puestos ha dejado señal alguna por la que pueda ser recordado. Y eso ya es indicativo de su capacidad de gobierno o de gestión.

Rajoy parece un bienmandado pero ¿tiene ideas propias? Si las tiene, ¿por qué no las expone? Si no las tiene ¿quién se las dictará en el supuesto de que llegara al gobierno?

El debate se ha deslizado a partir de ahí, por un rosario de descalificaciones. El presidente le reprocha al portavoz de la oposición su incapacidad para “arrimar el hombro”. El portavoz de la oposición le acusa de no cumplir su palabra. Parecen entretenidos en el juego.

Echo en falta en el presidente un discurso que explique el modelo de estado y de sociedad que defiende. Echo en falta en el presidente del primer partido de la oposición un discurso que explique qué medidas tiene en proyecto para sacar a España del atolladero en que se encuentra. Cómo piensa crear empleo, cómo piensa reducir el déficit público, cómo piensa mejorar las políticas sociales, cómo piensa mejorar la gestión de Zapatero.

Como he tenido unos días de excesos, arrastro un déficit de sueño. Ya quisieran ambos oradores que ese fuera su único déficit, pienso. Es el último pensamiento consciente que recuerdo porque enseguida me duermo, acunada por el runrún de los discursos. Aún alcanzo a ver a don Tino, que aplaude al presidente con un entusiasmo perfectamente descriptible. Huy, que mala espina me dan esas palmitas…

Cuando me despierto, oigo a Bono pedir a los diputados respeto al orador. Cuando se hace el silencio, Zapatero se dirige a Rajoy: Ni que usted estuviera para echar cohetes en las encuestas…

He ahí la cuestión, ya ves tú. En un momento como el que estamos atravesando y al final todo queda en una traca dialéctica.

martes, 13 de julio de 2010

Río España

Mi amiga Mamen es rica por su casa. Eso tiene algunas ventajas, principalmente para ella, que toda la vida ha vivido como una reina mora, pero también para sus amigas que tenemos ocasión de disfrutar de sus posesiones.

Una cosa que tienen los ricos por su casa es que el patrimonio tiende al crecimiento, raramente al contrario, salvo que se sea muy manirroto o ludópata, que no es el caso de Mamen.

Otra característica de esta variedad de ricos es que suelen traer la riqueza incrustada en el pedigree. En el caso de mi amiga, traía además un casoplón en Salinas (Asturias), herencia de un tío que se murió soltero.

Como en Madrid está haciendo calor del bueno, ella y su santo emigraron la semana pasada al casoplón asturiano. El jueves me llamó.

- Que estoy pensando que os podíais venir a ver la final del mundial, propone.

- Claro, me voy con el bonobús, total, como estáis a la vuelta de la esquina, respondo.

- Con el bonobús no, pero hay unas ofertas de vuelos low cost estupendas, insiste ella, por cuatro euros os venís a casa, te pides un moscoso y pasamos un finde juntos.

Hay dos cosas que me tengo muy observado con los ricos por su casa:

a.- que tienen un sistema numeral y monetario algo diferente al del común de los mortales, de manera que sus cuatro euros no son lo mismo que mis cuatro euros.

b.- que suelen traer el inglés incorporado de serie. Con lo que nos cuesta aprenderlo a los proletarios.

- ¿Cuántos son exactamente tus cuatro euros?, pregunto.

- No más de 30, me responde.

En resumen, que convenció a mi chico de lo bien que podíamos pasar un fin de semana sueltos junto al mar y el viernes, nada más salir del trabajo, tomamos en Barajas un avión de vuelos baratos.

En el camino, como de paso, mi chico me advierte que se ha metido en el maletín un niky rojo que tiene del año de la polca, de cuando era un poco pijo y se ponía prendas de esas con logos fisnos.

- ¿Te traes tu vestido rojo para ambientar el partido?, se interesa.

- No, es un vestido de vestir, no me lo voy a traer a la playa, le digo.

- Anda, ¿te has traido los de desnudar?, se pone gracioso.

- Lo que sí que me traigo es un libro para leer mientras dure el partido, advierto, y el que avisa no es traidor.

- No te me pongas fundamentalista, nena, me dice cariñoso.

Entonces nos enfrascamos en una discusión sobre fundamentalismos, futbol y tolerancia, que nos dura todo el vuelo. Una hora después, el avión nos deja dulcemente en Oviedo, donde alquilamos un coche y emprendemos camino de Salinas.

Como desde hace días en Madrid, las calles están festoneadas de rojo y amarillo, banderas de España por todas partes: en los balcones, en los coches, en los escaparates, en los bares, en la vestimenta de la gente. La invasión.

-¡Qué plaga, ya empalaga tanta Ejpaña!, comento, un poco, sólo un poco, para incordiar.

- Desde que el hombre es hombre, siempre ha necesitado identificarse con una representación de lo colectivo, sea un trapo, una figura o cualquier otro icono, explica mi chico en plan didáctico.

- Es lo que pasa cuando el modelo lo crea el macho. Como yo soy chica… me dispongo a razonar. Pero en ese momento, él me señala un cartel que se levanta junto a un puente. “Río España”, indica.

Así que decido rendirme. Yo soy capaz de revisar dialécticamente mis opiniones pero, como le ocurriera a Felipe II, no tengo argumentos para luchar contra los elementos y la geografía juntos. Si hasta las fuerzas tectónicas se alían con el sentimiento nacional, ¿para qué perder tiempo y energías en ir contra corriente?

- Me rindo, le digo a mi chico.

Pasamos sábado y domingo entre la playa, la mesa y la sobremesa, disfrutando del fresquito de la mar, haciendo unas risas y tiempo para la hora del partido. Hemos hecho acopio de cervezas, vino, cava, jamón, queso y tortilla de patatas.

A las 7 de la tarde, las 20 personas que nos hemos juntado estamos frente al televisor que nuestros amigos han sacado al jardín. Los chicos y algunas chicas hablan de tácticas futboleras. Hacemos una porra a un euro la apuesta.

- Uno-cero, dice mi chico.

- Dos-cero a favor de España, digo yo.

- Pues claro que a favor, puntualiza Mamen, sólo faltaba.

- Viva la libertad de pensamiento, ironizo.

- ¡Qué plasta es tu chica cuando se pone intensa!, le oigo que dice entre risas.

Empieza el encuentro. Los de Holanda reparten leña a mansalva y el árbitro hace como que no va con él. Gritos generales. Oigo que mi chico llama calzonazos a alguien y no quiero saber a quién. Las palabras van subiendo de tono, pero lo que da la tele es más bien aburrido.

Será por los nervios o porque somos de buen comer, poco a poco han ido desapareciendo las provisiones. Hay montones de botellines de cervezas en el cubo de la basura.

Termina el partido con empate a 0. Lo mismo al terminar el primer tiempo de la prórroga. Hasta que, a punto de finalizar, llega Iniesta y marca.

Entonces se produce el desiderátum. Gritos, bailes, abrazos, más gritos, más bailes, más abrazos. Y en estas que caigo en la cuenta de que yo soy una de las que gritan, que baila, que abraza a unos y a otros.

Mamen saca el cava y brindamos como en nochevieja. Yo soy español, español, español, cantamos un rato a ritmo de sirtaki y otro al paso de conga por el jardín.

Llega de la calle el sonido de las bocinas, trompetas y cánticos. Decidimos salir y unirnos al bullicio. En el paseo, es imposible dar un paso. Familias enteras con niños pequeños, jóvenes, muchos jóvenes con miles de banderas.

Y me digo que no está mal que la bandera deje de ser patrimonio exclusivo de una parte de España y pase a ser de todos. Que no está mal que se desacralice y se convierta en objeto de algazara y celebración.

Seguimos bailando y cantando por la calle hasta las dos de la mañana. El que lleva las cuentas de la porra dice que hay nueve aciertos y que no vale la pena repartir las “ganancias”. Así las cosas, uno propone que se invierta en un décimo de lotería.

Eso, dice alguien, y si nos toca, nos lo gastamos todo en pulpo.

Parece mentira, pero estos chicos en pernetas se han proclamado campeones del mundo. Los economistas que hay en el grupo empiezan a hacer cálculos de la repercusión que ese título puede tener en el incremento del Producto Interior Bruto. Mi chico dice que, si se remata bien la jugada, puede suponer una subida de hasta el 2% del PIB. o quedarse en puros fuegos de artificio. El comentario coincide con una traca de petardos.

Ya lo dijo Asterix: están locos estos romanos.

PD: Bienvenidos y gracias a Esterxtu, a Gatto999 y a Ragnarök que se han sumado a seguidores. Y disculpad, soy un poco despiste para estas cosas.

jueves, 8 de julio de 2010

Goooooooool de España

Mis amigas y yo solemos reunirnos una noche de viernes al mes en una cena de hermandad en la que nos ponemos al día de nuestras respectivas cuitas y pasamos revista al mundo mundial. El núcleo duro del grupo lo formamos dos españolas, una holandesa y una argentina.

Había otra argentina pero se nos murió hace cuatro años, hecho tristísimo del que aún no nos hemos repuesto pero que ha tenido la virtud de reforzar nuestros lazos. A veces tenemos que hacer auténticos esfuerzos por casar nuestras agendas respectivas porque todas somos bastante zascandiles.

Ese zascandileo nos ha impedido juntarnos en los últimos meses así que, a la vista de que en las próximas semanas también lo íbamos a tener crudo, hace ya días que decidimos reunirnos el miércoles 7 de julio. Que resultó ser, efectivamente, el día del partido. No nos importó mucho porque ninguna somos forofas del futbol ni de ningún deporte, salvo Ingrid, la holandesa, que juega al golf.

Así que anoche nos reunimos en la única terraza con un poco de fresco de todo Madrid. Como la dicha rara vez es completa, en la terraza habían colocado una gran pantalla de televisión para seguir el partido Alemania-España.

Llegamos recién iniciado el juego y nos pusimos en la mesa más lejana a la pantalla.
Mientras cenábamos y nos contamos nuestras últimas correrías, nos llegaban repetidos ayyyyyyyys, uyyyyyyyys, ahhhhhhh, a voz en grito, hasta que llegó el deseado GOOOOOOOOOOOOOL. Y entonces, se produjo lo inesperado. Alba, la argentina, sacó su móvil y llamó a su marido, español, para congratularse del resultado. Ingrid sacó el suyo y llamó a su marido, español, para alegrarse de la victoria. No contenta con ello, llamó a su hermano, holandés que vive en La Haya, para contarle el resultado. Con el agravante de que la cuñada es alemana.

Por si fuera poco, Chus, que es sobrina de un padre de la patria, estoy por decir que del abuelo de la patria, rojo rojísimo, llamó a su tío para compartir la alegría de la victoria.

- Y ha marcado Pujol lo que demuestra que los catalanes somos los mejores, le explicaba.

Ya me resultaba extraño asimilar el “somos” catalanes en Chus que es de Madrid de toda la vida, pero es que el tío es cántabro. Con todo, lo mejor es que se puso a elogiar el savoir faire de la reina, ¡porque iba de rojo!, asegurando que la reina traía buena suerte.

A mí se me estaban poniendo los ojos a cuadros. Porque yo juraría que hasta ayer todas, y Chus la que más, éramos rojas, rojísimas y republicanas y de toda la vida hemos renegado del futbol como un mecanismo alienante de masas. Pues ahora resulta que el honor de la patria está en manos de esos once mozos en pernetas.

Ni se me ocurrió llamar a mi chico para comentarle el partido porque, de haberlo hecho, estoy segura de que él hubiera llamado al Samur, pensando que debía estar malita, malita. Pero se me debió de quedar una cara de gilipollas…

En el camino de vuelta, llegamos a una plaza con una fuente en el centro. La fuente estaba atestadita de gente que se bañaba, cerca de la medianoche, y el resto de la calzada ocupada por más gente, empeñada en que los ocupantes de un autobús y nosotras, que íbamos detrás, cantáramos con ellos la cantinela “Soy español, español, español”. Salimos como pudimos.

Chus, como de costumbre, nos fue repartiendo por medio Madrid. Mi calle estaba abarrotadita, como de costumbre también. En la acera, un grupo de zangolotinos me señala:

- ¡Muy bien, la mujer de rojo!, ríen.

Entonces caigo en la cuenta de que mi vestido es rojo. Nadie es perfecto, me digo.

Los chicos pretenden que me una a su juerga pero yo soy sosa de nacimiento. Les digo que estoy cansada y que mañana tengo que madrugar. Lo cual es verdad en todos sus extremos. Pero debo de ser el único ejemplar mamífero de todo Madrid que no está brincando y dando gritos.

Subo a casa y encuentro a mi chico leyendo. Menos mal, estoy a punto de decir, pero antes de abrir la boca me dice que me he perdido el mejor partido de la selección. Me lo dice a mí, que el futbol me trae al pairo, ahora, desde el principio de los tiempos y por los siglos de los siglos.

- ¿Tú crees que yo soy una rara?, le pregunto.

Me mira como tratando de saber por donde van los tiros.

- ¿Hemos bebido?, pregunta él, sondeando.

- Tú respóndeme, ¿Soy una rara?, insisto.

- Tú eres única, nena, no hay en el mundo una chica como tú, responde.

O sea, rara, rara, rara.

domingo, 4 de julio de 2010

Mis ciudades amadas: Port Etienne


Tengo dicho cientos de veces que yo he descubierto casi todo en los libros. Y lo que no, en el cine. Mi generación es que teníamos muchas carencias.

En los libros descubrí, pues, la existencia de Port Etienne. Resultó que Antoine de Saint Exupery, un autor favorito en mi juventud, cubrió durante un tiempo los vuelos nocturnos en la línea Casablanca-Port Etienne. El escritor, conocido universalmente por “El principito”, había escrito una obra que tituló así “Vol de nuit” (Vuelo nocturno) que resultó premonitoria pues que el autor murió en un accidente aéreo.

Ese cúmulo de circunstancias y la sonoridad del nombre contribuyeron a ir creando en mi imaginación una especie de halo de misterio en torno a la ciudad. Así pasaron los años. Para la ciudad y para mí.

Hasta que, por uno de esos golpes de fortuna con que a veces me regala el destino, me surgió un viaje de trabajo a Mauritania. Entonces refresqué mi sueño de visitar Port Etienne. Pero para entonces, la población había dejado de existir. El nombre se lo habían impuesto los franceses y, tras la descolonización, los mauritanos le habían bautizado como Nuadibú, (Nouadhibou, en francés).


Así que, héteme en Nuadibú, siguiendo el rastro de Port Etienne y de Saint Exupery. Del escritor queda poco más que un recuerdo difuso. Del puerto quedan unos restos herrumbrosos como enormes dinosaurios marinos que hubieran varado a la orilla y se hubieran quedado allí para la eternidad. Son grandes barcos que un día transportaron el hierro desde las minas cercanas y otro día dejaron de navegar definitivamente sin que nadie hallara un lugar mejor donde ubicarlos.

Nuadibú es una ciudad de unos 100.000 habitantes, la segunda en importancia de Mauritania y su capital económica. Además de por el tráfico de minerales, su importancia le viene dada por la pesca: allí recalan las flotas que operan en el caladero sahariano.


La ciudad carece de cualquier encanto a los ojos de un occidental. Baste decir que el servicio de limpieza más eficaz lo constituían las cabras, que comían cuanto encontraban en su camino, bolsas de plástico incluídas, y los portes se encomiendan a los burros, especie en vías de extinción por estos lares. Sus alrededores, en cambio, son impresionantes. Muy cerca se encuentra Cabo Blanco, con una importante colonia de focas monje, y los restos de La Güera, de resonancias familiares para muchos españoles, puesto que perteneció al Sáhara Occidental. Poco más que un castillo militar queda en pie.


Nouadibú es una ciudad que limita con el desierto por todas partes menos por el oeste, que la baña el mar. Y creo que es ahí donde radica su encanto: la posibilidad de pasar la noche en el desierto, con las estrellas al alcance de la mano, percibiendo el silencio absoluto, sintiendo el viento como una presencia física. ¡Qué cosa misteriosa, el desierto!


En nuestro viaje al interior, teníamos como guía a una médica conocedora de la zona. Conducía un viejo y renqueante Jeep. En ese coche nos dirigimos tierra adentro. En el desierto no hay caminos ni carreteras ni señales, no sé como se orientaba pero lo hacía.

De repente, el coche quedó trabado en la arena. Cuando más maniobraba, más se hundía. Todos menos nuestra guía éramos de la especie urbanita, género matritense. Empezamos a sentir un amago de soponcio.

¿Y ahora?

Nada, no pasa nada, nos tranquilizó ella, esperaremos a que pase alguien.

¿Quien va a pasar por aqui, si no hay señal ni camino, si estamos en medio del desierto?, preguntábamos.

Siempre pasa alguien y se para a ayudar, aseguraba nuestra guía.

Durante un rato, buscamos infructuosamente alguna piedra o tabla en la que afianzar la rueda hundida para poder salir de allí. No hubo manera, todo lo que alcanzaba nuestra vista era desierto, arena y desierto. Nos disponíamos mentalmente a esperar cuanto hiciera falta, hasta que pasara algún vehículo al que hacer autostop o que alguien se percatara de que el grupo de españoles había desaparecido, cuando a lo lejos apareció, primero, un punto negro que, paulatinamente, fue haciéndose más nítido hasta distinguirse la silueta de un coche, una furgoneta.

Como había aventurado nuestra guía, la furgoneta se paró junto a nosotros, de ella se bajaron dos hombres, presumiblemente mauritanos, que, al vernos en el apuro, sacaron no recuerdo qué utensilios de su coche con los que desembarazaron el nuestro.

Cuando pudimos seguir camino, la guía nos llevó a la casa de una familia amiga suya que nos agasajó a la manera tradicional mauritana: nos ofrecieron té, dátiles y carne de camello que yo, poco carnívora, digerí como pude.

En el hotel, con el pomposo nombre de Palace, el baño disponía de pequeñas pastillas de jabón Heno de Pravia, las mismas que había en la casa de mi abuela. Quien me enseñó a leer y me regaló, muchos años antes, El Principito.

Vericuetos que tiene la vida.