martes, 28 de septiembre de 2010

Me debato

Me debato una y otra vez ante la convocatoria de huelga de mañana.
Tengo una mala percepción de los sindicatos, pero son los únicos que pueden defender y que defienden nuestro trabajo. Y no me parece casual la campaña de desprestigio de que están siendo objeto por parte de la derecha.
Tengo una mala opinión del trabajo de los partidos de izquierda, pero son los únicos que pueden defender y defienden los intereses de los menos favorecidos. Y no me parece casual que sean los partidos que amparan la corrupción quienes más feroces sean en sus ataques a la izquierda.
No creo en la bondad intrínseca de los partidos políticos ni de los sindicatos ni de las asociaciones de vecinos ni de ninguna agrupación integrada por personas. Pero creo en la afinidad de intereses. Mis intereses son los de la izquierda. Y la izquierda está amenazada. Gravemente amenazada en todo el mundo.
Nos están diseñando una forma de gobierno que consagra el poder de los más poderosos. Nos están diseñando un mundo que vuelve a formas de esclavitud que costó siglos y mucha sangre erradicar. Frecuentemente, con la complicidad de la izquierda.
Quiero que la izquierda abandone su modorra y su complicidad con los intereses del dinero, que diseñe nuevas formas de gestión, de gobierno, que identifique sus intereses. Pero la izquierda parece sorda.
Cuando eso ocurre, ¿qué podemos hacer quienes no tenemos palancas de poder ni lobbys de presión?
¿Qué hacer cuando un sindicato - que en teoría defiende mis intereses - se enfrenta en una huelga a un gobierno en teoría de izquierda - que en teoría también defiende mis intereses -?
No lo sé. Por eso me debato. Porque tengo la percepción de que estamos volviendo hacia atrás, de que nuestros hijos van a carecer de algunos derechos que nosotros creíamos conquistados.
Mientras yo me debato hay quien parece tenerlo más claro, como Almudena Grandes.
Porque mañana nos jugamos mucho.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Cuando un amigo se va

No soy en absoluto mitómana. Antes bien, suelo observar a los famosos, cualquiera que sea la razón de su fama, con cierto distanciamiento. Tengo, no obstante, unos cuantos santos laicos. Uno de ellos, José Antonio Labordeta, que se nos acaba de morir.

Ha sido toda su vida un ejemplo de dignidad, compromiso, lucha, honestidad y tolerancia.

Desde hace muchos años, especialmente en momentos personales difíciles, cuando creo que no voy a soportar más el dolor o la pena o la rabia me pongo su canción "Albada", que es para mí como un canto de lucha. Y recupero ánimo para seguir.

Hoy, me siento de luto. Se me ha ido un amigo.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Menú agridulce


Me gustan los sábados más que cualquier otro día de la semana. Es, además, un día que me cunde. Guiso, compro, paseo, leo, me encuentro con los amigos y aún me queda un día libre por delante: el domingo.

Hoy habíamos hecho planes para ir a ver la exposición fotográfica de Isabel Muñoz en Caixaforum, después de haber guisoteado un poco.


Me disponía a guisar una sopa de tomate con higos, del recetario de Valdomicer, cuando me entra en el buzón electrónico un mensaje que relata la historia de una niña palestina que precisa ser intervenida para no perder la vista.

¿Alguien puede operar a Romza, por favor? es el grito que lanza a los cuatro vientos.

Probablemente, el caso de la pequeña palestina se resuelva y sea operada, a pesar de que la el servicio de salud que gestiona doña Esperanza Aguirre no sea el dato más alentador. Quiero ser optimista por esta vez.

Quiero recordar, para apelar a ese optimismo, a los cientos de niños palestinos o saharauis que cada año son traidos por diferentes asociaciones y acogidos por familias españolas. Son niños que necesitan atención sanitaria o, simplemente, alimentación equilibrada de las que carecen en sus lugares de origen. Por lo general, esos niños son atendidos por médicos españoles, en centros públicos o privados con los que las asociaciones suelen pactar previamente la asistencia.


Por duro que suene tal afirmación, los que vienen son niños privilegiados. Siquiera sea por unas semanas pueden gozar de lo que para nosotros es habitual y para ellos excepcional: agua, comida, una casa confortable, una vida sin sobresaltos, sin ataques, sin persecución. Como la pequeña Romza hay miles de niños que nunca serán protagonistas de ninguna noticia. Niños que crecen en campos de refugiados, condenados desde antes de nacer a vivir en condiciones miserables, a quienes se les ha hurtado el futuro, carne de cañón en los enfrentamientos entre intereses encontrados.


He visto sus caras en las que asoman las preguntas que nadie es capaz de responder. En las que va naciendo el rencor y el odio que condicionan su existencia. Recuerdo sus caritas, sus poblados, y, una vez más, me pregunto qué puedo hacer por ellos. Y, como tantas veces me ha sucedido, sólo se me ocurre contarlo.


Hay que contar una y mil veces lo que se ha visto. Hay que recordar que nuestros niños y nosotros somos unos privilegiados, pero somos minoría. El 80% de la población del mundo carece de lo que nosotros consideramos imprescindible porque el 20% de la población acapara el 80% de los bienes del mundo.


Cuando termino de guisar la sopa de tomate, nos dirigimos a Caixaforum. La mañana está agradable y hay bastantes personas paseando que se paran a ver la exposición de fotos bajo el edificio volado.


La muestra abunda sobre la ya sabido. Los niños son las primeras víctimas de la injusticia en que se sustenta lo que llamamos mundo desarrollado. Volvemos a casa hablando sobre ello. En el camino, fotografío a dos niños que juegan juntos en la plaza. Uno es blanco y otro negro pero ellos aún no lo saben.


La sopa de tomate con higos es una receta exquisita pero hoy tiene un sabor agridulce.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Esos locos bajitos

Después de la cita gastronómico familiar en la que anunciaron el próximo enlace de la feliz pareja en presencia de los ilustres progenitores de la novia, de la sagrada familia del novio y del apéndice de Mamen, el Heredero y la Miss partieron de vacaciones.

Para estos jóvenes ejecutivos agresivos no se puede hablar de vacaciones si el lugar elegido queda a menos de 8 horas de avión. Así que se fueron a Nueva York y la costa Este.

Cuando volvieron del viaje vinieron a vernos. Han traído un miniportátil para mi chico y un cojobolso de Prada para mí. El portátil es una virguería pero el bolso no le queda a la zaga. Es de una piel suave, con todos los archiperres propios de la marca, incluidos los correspondientes certificados de autenticidad.

- Que falsificaciones más auténticas hacen los chinos, les digo, agradecida.

- Totalmente, responde el Heredero.

La Miss se calla. La miro y se sonroja. Vuelvo a mirar el bolso y me entra la duda: no es una copia. Estos soplagaitas han comprado un bolso original, no te digo. Les habrá costado una pastizara y a mí me entrará remordimiento de conciencia cada vez que lo use, como si lo viera. La idea ha tenido que ser de la Miss. Al Heredero no se le hubiera ocurrido un detalle de ese tipo, estoy por asegurarlo.

Tengo que acordarme de explicarles, en otro momento más adecuado, que los bolsos son una de mis debilidades pero que de ellos me gustan por este orden:
a.- la capacidad y distribución.
b.- la calidad de la piel
c.- el diseño
d.- que no tenga logo y, si no queda más remedio, que sea discreto).

Se los ve contentos, a ella sobre todo. En un aparte, le dijo en voz baja al Heredero que tengo que hablar con él.

- Estoy liadísimo, me dice, se me ha amontonado el trabajo, con tanta fiesta.

- Pues hazme un hueco como sea, que es urgente, insisto.

- Ya te llamo, zanja él.

Como me conozco ese “ya te llamo” y como pasaban los días, hoy me he presentado en su despacho tres minutos antes de su hora de comer. La secretaria me dice que está solo y que no tiene compromiso para esta tarde. Buen comienzo. Espero que salga.

- He reservado mesa y te invito, le digo.

Le he cogido por sorpresa, se lo noto en la cara. No le queda más remedio que aceptar.

- A ver qué es eso tan urgente que te preocupa, pregunta, una vez que hemos pedido la comida.

- Para empezar, quisiera saber desde cuando estás tan rendidamente enamorado como para aceptar una boda como la que te has embarcado, si eso ocurrió antes o después de conocer los planes empresariales del padre de tu novia.

- Lo que tú quieres es que te cuente una de Corín Tellado, ironiza el pollo.

- Me serviría con que me contaras la verdad, respondo.

- La verdad, la verdad. ¿Qué verdad quieres que te cuente?

- Por ejemplo, si estás enamorado de esa chica, si la quieres lo suficiente como para comprometerte a compartir tu vida con ella. Y si sabes donde te has embarcado, propongo.

- La Miss me gusta más que me ha gustado ninguna otra chica. Es inteligente, más de lo que parece y más de lo que tu te crees, y divertida y está enamorada de mí. Es más de lo que suele ocurrirles a muchos hombres.

- Y tú, ¿estás enamorado de ella?, pregunto.

- Ya tenemos el folletín. ¿Qué quieres decir si estoy enamorado? ¿Si le hago versos y se los canto a la luz de la luna? Eso está pasado de moda.

- Tú sí que estás pasado de moda. El braguetazo es más antiguo aún que el folletín, resabidillo, contraataco.

- ¿Quién habla de braguetazo? Creo que yo no soy un mal partido, me gano bien la vida, alega.

- Pero ¿tú quieres a la Miss?, insisto.

- Pues sí, la quiero, no sé si como tu entiendes el amor, a la manera pastelona, pero tampoco me parece imprescindible ser Gustavo Adolfo Becquer para casarse. Más aún, observa que a todos los líricos les suele ir mal en el matrimonio, incluído el propio Gustavo Adolfo, bromea.

- Y el padre de la criatura, ¿qué tiene que ver en esta historia?, quiero saber.

- Nada, ¿por qué va a tener que ver algo?, se hace el despistado.

- Porque se ha montado una peli de Wall Street, no sé si te has dado cuenta, me pongo en plan chulito.

- No veo qué tiene de reprobable que su padre tenga planes que me incluyan, se defiende.

- ¿Cómo que te incluyan? Los planes son tan a tu medida que, si no fuera porque no quiero pensar mal, diría que te están comprando. O que te estás vendiendo, le reprocho.

- Mira que eres peliculera, se ríe. ¿Tú sabes lo que es el matrimonio?

- Al margen de definiciones jurídicas y religiosas, el matrimonio es un pacto de amor entre dos personas que tienen voluntad de compartir sus vidas respetándose y ayudándose mutuamente, contesto. No sé si la definción te cuadra, le digo.

- Cuánto daño hace la literatura a las almas sensibles – verdaderamente, este chico es capaz de reirse de su madre -. Por si no lo sabes, el matrimonio es un contrato en el que se conjugan los intereses de dos personas, en ocasiones de dos familias. Deberías saber que no siempre es bueno mezclar contratos y sentimentalismos, se burla, cariñoso.

- Me gustaría ver un poco de ilusión entre tus proyectos, confieso.

- Estoy ilusionado, te lo aseguro.

- Pues quiero que me prometas que no harás sufrir a la Miss, digo, a la desesperada.

- Yo no quiero hacerle daño ni a ella, ni a ti, ni a nadie pero tampoco puedo evitar que sufráis si lo que hago no coincide con tus gustos o tus expectativas, responde serio. Yo no juzgo tu manera de pensar pero tampoco puedo ser como a ti te gustaría que fuera sólo por no disgustarte. Es mi vida y la de nadie más.

- No creo haberte enseñado otra cosa distinta que eso, que seas como creas que tienes que ser, sin perder la decencia.

La comida discurre plácidamente, sin mucho enfrentamiento. Mientras le oigo hablar y me cuenta sus vacaciones, primero, y sus proyectos, después, en la cabeza me bulle la canción del gran Serrat “Esos locos bajitos”.



Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma, / con nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma / y que les bastan nuestros cuentos / para dormir.

Nos empeñamos en dirigir sus vidas / sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones / con la leche templada / y en cada canción.

Nada ni nadie puede impedir que sufran, / que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen, / que crezcan y que un día / nos digan adiós.

Años ha que me aprendí el mensaje. A mi loco, que ha sido bajito muy poco tiempo, le he inculcado independencia de criterio y me ha dado la satisfacción que dan los hijos cuando se hacen autónomos. Yo hubiera querido que fuera más comprometido, un poco menos capitalista, medio kilo menos de ejecutivo agresivo. Pero esto es lo que hay.

- ¡Qué guapa vas a estar vestida de madrina!, me dice, el muy adulador.

No me extraña que a la Miss se le caigan las bragas.

lunes, 13 de septiembre de 2010

El apocalipsis



La blogosfera se está llenando de comentarios a propósito de los vídeos elaborados por UGT para alentar a los trabajadores a ir a la huelga.

Los vídeos en cuestión son de una cutrez que, francamente, te dan ganas de hacer horas extras sólo por no tener que tratar con gente que tiene un concepto tan pedestre de las relaciones laborales, de los empresarios, de los trabajadores y del mismo sindicalismo.

Luego echas un ojo a las noticias que tienen que ver con una casta de empresarios – tipo grandes hombres – y te preguntas si no será que los vídeos se quedan cortos. De resultas de ese vaivén te entra un mareo que ya no sabes si es que te has equivocado de país, de época o de galaxia.

Estaba yo empezando a cuestionarme si eso me pasaba a mí sola, si era cosa de la edad o de una enfermedad ignorada que me aqueja, cuando me echo al coleto una noticia sobre Gerardo Díaz Ferrán, el gran hombre del empresariado.

Un hombre que es en sí mismo una enciclopedia de lo que no debe ser un buen empresario pero que ahí lo tienes, presidiendo la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, de soltera Ceoé, oé, oé.

Sigo leyendo y encuentro unas declaraciones de Rafael Gallego, presidente de la Federación Española de Asociaciones de Agencias de Viajes que dice: “Díaz Ferrán está haciendo un flaco favor al empresariado español. No podemos seguir así, tal y como está el país, con una huelga general en ciernes y un sindicato haciendo una campaña en televisión con el Chikilicuatre en la que se da una imagen de los empresarios como vagos, acosadores y aprovechados”.

En la misma edición del periódico – Público de hoy – dicen que los propios empresarios están buscando la forma que quitarse el muermo de encima.

A ver si ahora va a resultar que se avecina el apocalipsis laboral. Se va el ministro, echan al padrino de los empresarios y los sindicatos luchan para no darse un castañazo.

Me veo al presidente Zapatero, a quien tan poquitas alegrías han dado unos y otros, haciéndose la foto del acuerdo social a la inversa, ahora pasando lista para despedir a los que se van:

- A ver, que pase el siguiente.

Lo dicho, el apocalipsis.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Grandes hombres

¡Estoy de los grandes hombres hasta el putuflú!

No sé exactamente cuáles son las dimensiones ni la ubicación del putuflú pero esta era la unidad de medida de una de las monjas que asumió – allá en mi lejana infancia – la dura tarea de educar a una panda de niñas ingenuas e indocumentadas. Hasta el putuflú nos aseguraba que estaba cuando se notaba a punto de llegar a su límite de resistencia.

Pues hasta ahí estoy yo de los grandes hombres. De los que lo son y más aún de los que creen que lo son.

Recordarás al gran hombre, el conductor de una furgoneta a la que este verano mi chico embistió cuando nos dirigíamos a Sanse al encuentro gastronómico familiar. Parecía un tipo normal, gordo, fofo, medio calvo, sudoroso, pero normal.

La culpa fue de mi chico que se despistó momentáneamente, así que, después de pedir disculpas, lo primero que hizo fue ofrecerse para reparar cualquier avería. Ni nuestro coche ni el suyo aparentaban ningún daño pero las formas son las formas. Como nuestro coche está a todo riesgo, formalizó el parte y tan amigos.

A mí me dio mala espina cuando el hombre – que le sacaba tres cabezas a mi chico por arriba y por lo menos tres barrigas cerveceras por los lados – empezó a alardear de origen vasco, como si el lugar de procedencia fuera un mérito curricular. Y más cuando resultó apellidarse Torrealdea, que es un apellido tan decente como cualquier otro pero no para ponerse humos.

Así que cuando se fueron, le dije a mi chico:

- No sé si no te has pasado de amable. Me da a mí que estos quieren sacar provecho de tu despiste.

Mi chico, que es de natural confiado, dijo que no, que debía ser el susto. Pero mi espina era la buena.

El otro día le llamó la compañía aseguradora para decirle que los Torrealdea reclamaban una pasta gansa por daños físicos. Se quejan de haberse averiado la columna. Los tres.

Parece que ese tipo de reclamaciones debe ser frecuente y esta vez nos ha tocado a nosotros.

En el interim, el ínclito profesor Neira nos ha obsequiado con una lección magistral sobre la ética y la conducción que, traducido a la lengua comanche, viene a decir, puedo beber lo que me plazca y luego conducir adonde quiera que para eso soy un hombre grande.

Meterse en carretera se está poniendo complicado, comento con mi chico.

Y hoy leo en Público una información que me deja ojiplática. Un inspector de policía anda en apuros por haber estado a punto de ser atropellado por la mujer de otro gran hombre, que conducía en dirección contraria por una autovía. El apuro no es consecuencia del susto, que debió serlo mayúsculo, sino por haber denunciado a la infractora.

Es la eterna técnica del no sabe usted con quién está hablando. Cagüen con los hombres grandes. Hasta el putuflú me tienen.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Los almogávares

Estamos de despedida. Sin prisas pero con seguridad. Se van con alegría contenida pero evidente. Vuelven a sus lares. Se retiran los almogávares.

Llegaron en trompa, con el nombramiento de don Tino. Bien adiestrados, conocedores del papel que tenían que desempeñar, cual es el de allanar el camino para la vuelta del lider a sus dominios, la vuelta a Cataluña reforzado y poderoso.

Es una operación que se repite cíclicament con cada cambio de titular. El presidente elige ministro y el ministro elige a su equipo: los altos cargos y los asesores. Los altos cargos son los que fija el organigrama de la administración, ni uno más ni uno menos y sobre el acierto en la elección es como los colores, según gustos.

La discusión se centra siempre en los asesores. ¿Son muchos o pocos? Depende del rendimiento. Si se tratara de profesionales acreditados en sus respectivos ámbitos, es posible que su rentabilidad estuviera justificada. Sin embargo, con demasiada frecuencia, éstos son puestos que sirven para compensar lealtades. Y su funcionalidad, dudosa.

El proceso es idéntico con cada nombramiento. Caras nuevas en los despachos y por los pasillos. Voces nuevas. Estos se hicieron notar más porque hablaban otra lengua: el catalán. Por eso se les conoce como los almogávares.

Venían con una idea clara: potenciar el papel del jefe en su comunidad autónoma. No en el ámbito nacional, sino en el autonómico. Así que las cuestiones nacionales les han interesado tirando a poco. Han trabajado con la vista y el corazón puesto en Cataluña.

Eso, y que les ha tocado una mala época. Un mal escenario y unos compañeros de cartel poco adecuados. Pasando por alto las reticencias con que fue recibido el jefe por su carencia de currículo académico, tampoco sus habilidades naturales se acomodaban al papel que le fue encomendado: conseguir un acuerdo social y pactar la reforma laboral.

Los negociadores de la Ceoé, oe, oe, de manera especial el capo Díaz Ferrán, no han sido colaboradores ni fáciles ni leales. Han hecho cuanto han podido para hurtar al ministro, y por extensión al gobierno, un acuerdo que hubiera avalado su política laboral, con el ojo puesto más en los intereses del PP que en los nacionales.

Los sindicatos, por su parte, tampoco han reconocido a don Tino como uno de los suyos. Eso, unido a su escaso carisma en política nacional y el pitorreo que se ha traído con él el presidente del gobierno, desautorizándole un día sí y otro también y haciéndole la tarea, en el límite justo del maltrato político, han acabado por hundirle en la miseria. En la miseria política y en la de las encuestas, que le sitúan como uno de los peor valorados del gabinete.

Don Tino vuelve a su lugar de procedencia recuperando un ímpetu que aquí nunca ha expresado. Desde que se ha anunciado el retorno se ha revitalizado, su taciturnidad se ha transformado en dinamismo. Se ha plantado en Hospitalet y, parafraseando a don Juan, “a su apuesta fiel, / fijó entre hostil y amatorio, / aquí está Tino Corbacho / para quien quiera algo de él”.

Los adversarios le recuerdan que vuelve con un magro zurrón y él responde que si es así por qué andan temblando y añade, cual Tenorio, “no me causan pavor / vuestros semblantes esquivos / jamás, ni muertos ni vivos, humillaréis mi valor”.

Estamos, ya ves, de despedidas. Hoy, los grupos parlamentarios le han dado el finiquito oficial al jefe en el Congreso, tras la aprobación definitiva de la reforma laboral. Ha sido un adiós sin gloria, mientras los sindicatos ultiman los preparativos para la huelga general y piden a gritos la dimisión del presidente del gobierno.

Se cierra una vez más el ciclo de la interinidad que hace bueno el axioma de “Amanece que no es poco” de que todos somos contingentes, incluso los ministros.

Mientras los veo trajinar de acá para allá hago memoria de cuántos equipos he visto pasar por la tercera. Muchos, ya. Todos llegan eufóricos, persuadidos de que nadie lo ha hecho como ellos van a hacerlo o cuando menos, que van a hacerlo mejor que el anterior. Se van a veces con alivio, creo que es el caso de este equipo, y con algo de incertidumbre sobre el futuro.

Se van cuando queda año y medio de legislatura teórica. Se van sin ruido, como vinieron. Se van adonde solían, los almogávares.

martes, 7 de septiembre de 2010

De tribulaciones y mudanzas

Eso de que en tiempos de tribulación no hacer mudanza debía de ser en tiempos de Ignacio de Loyola. Ahora, cuanta más tribulación, más mudanza.

Está doña Esperanza de los Gürteles con el agua al cuello por doquier, que abres una alcantarilla en cualquier pueblo de la Comunidad y te salen tres subvencionados y cuatro facturas falsas. Risueña, eso sí, porque al enemigo, ni agua y ella no da un gusto gratis a la oposición. Sólo faltaba. Pero la procesión va por dentro.

El último marrón que se ha comido la presidenta es la sentencia que condena al presidente del Consejo Asesor del Observatorio sobre la Violencia contra las Mujeres, un tal Neira, por conductor ebrio. No porque le invitara a beber antes de que lo pillaran haciendo eses en la carretera al volante de un coche de lujo – un BMV- sino porque al presidente lo nombro ella.

¿Quién es el tal Neira? Un señor que se dio a conocer cuando entró en coma después de que los servicios de salud de la Comunidad de Madrid le hubieran dado de alta tres veces susesivas sin detectarle ningún daño tras una disputa con otro individuo que le tiró al suelo. Así es cómo supimos que existía un Neira y que era profesor. A fuerza de oir a su mujer denunciando el mal funcionamiento de la sanidad madrileña que no había sido capaz de detectar el daño que su marido había sufrido en el cerebro y de conocer que su intención era llevar a los tribunales a la Comunidad por el mismo mal funcionamiento del servicio.

Luego se supo que en el origen de la disputa estaba la reacción de Neila al ataque de su agresor a una mujer. Inmediatamente, salió la lideresa a cantar las virtudes cívicas del agredido y, sin perder un minuto, le colmó de medallas, distinciones… y de una pequeña canonjía: la presidencia del dicho Consejo Asesor.

A partir de ese momento, ni una palabra más sobre mal funcionamiento o deficiencias de la sanidad madrileña, como nunca más se supo de la anunciada denuncia por parte de la familia.

Sobre ese punto de partida, los medios de comunicación levantaron un altar y sobre él colocaron al pobre profesor. Su evolución del coma a la normalidad fue radiada casi en tiempo real, un día y otro. Su salida del hospital, multitudinaria. En su recuperación le acompañó la simpatía popular.

Así siguió hasta que Neira tuvo oportunidad de hablar. Y empezó a lanzar por su boquita denuestos a diestro y siniestro de un matonismo que daba pavor. Le cogió gusto a los micrófonos y no se perdió tertulia u oportunidad de declararse partidario del uso de armas de fuego, entusiasta de la dictadura, denostador de la democracia y lindezas similares. Todo ello trufado de un tufillo machista que echaba para atrás.

La simpatía inicial se tornó primero en sorpresa y luego en estupor. Sus modos nada tenían que ver con la tolerancia ni con el compromiso con la igualdad y la no violencia que se supone a alguien en su cargo.

Nadie sabe lo que pasa por la mente de otro ser humano pero, visto desde fuera, se diría que el profesor se creyó el personaje que le habían creado a medida y se fue creciendo ante los focos. No ha dejado títere con cabeza.

En esas le ha pillado la guardia civil haciendo eses. Dice que apenas había bebido alcohol pero que lo que tomó era contraindicado con las medicinas que estaba tomando. Pasemos por alto que si uno sabe que la medicación impide beber, no debe hacerlo. Lo que no causa la medicina es el índice de alcohol en sangre. Y en esa medición, él triplicaba lo autorizado.

En el juicio que ha seguido a su detención el tipo ha aceptado la condena por conducir bebido pero a la salida se ha mantenido gallito y echao p’alante. Genio y figura, ha añadido que si Esperanza tiene lo que hay que tener que lo cese.

Los palmeros de la presidenta se apresuraron a anunciar que ya tenían pensado suprimir el Observatorio de la Violencia contra las Mujeres para ahorrar gastos. La presidenta ha puntualizado hoy que lo que va a suprimir es el Consejo Asesor, que Neira preside.

Nacho Escolar analizaba hoy, con el tino que suele, el uso y abuso al que tan dados son algunos políticos con quienes sufren o gozan de una fama sobrevenida. Juguete roto, le llama. Yo creo que tiene razón.

viernes, 3 de septiembre de 2010

El día de las alabanzas


Hoy ha sido un día de esos que quedan en la memoria del misterio…ni. Como cuando se dio el rebote el ministro Pimentel, que también era viernes, o como cuando aterrizó Zaplana, una cosa así.

Al llegar al trabajo, ya sabíamos por la radio que el jefe se daba el piro. Quiero decir, teníamos constancia de que el camino de no retorno era breve. Aunque ya sabíamos hace meses que lo suyo no iba a durar mucho.

Yo, no es por tirarme el moco, pero lo sabía desde el lunes cuando volvieron los almogávares, o séase, las tropas de oficiales catalanes. Venían demasiado contentos y locuaces como para ser natural. Más aún si tienes en cuanta que volvían de sus vacaciones, que nunca es motivo de algazara.

Llegó el jefe saludando a diestro y siniestro. ¿Qué tal sus vacaciones? ¿Qué tal la familia?, nos preguntaba. Moreno mediterráneo, con el pelo recién cortado, un brazo de mar. Alegre como unas castañuelas. Eso, cuando están a punto de salir los datos del paro diciendo que hay otros 60.000 en la cola buscando trabajo, no es normal.

Estos ya están colocados, me dije a mí misma, y no en el sentido del coloque al que se refería el viejo profesor, Tierno Galván. Estos tienen un curro nuevo a salvo de las listas del paro. Y lo tenían, ya lo ves.

Si hasta el Manuel, Manolo mío, Manolo de mis amores, ha vuelto saludando y sonriente, lo nunca visto, vamos. Más contento aún que su señorito. ¿Eso es normal? Pues no, ya se ha visto que tenía truco.

Pero nos han dado el día, todo el mundo pasando por la tercera como si estuvieran haciendo un mandado.

- ¿Tú sabes algo?, preguntan, de director general para abajo, al primero que se encuentran el pasillo.

Que te dan ganas de responder:

- Sí, mira, me ha llamado el presidente y me ha enseñado la lista que tiene preparada para que vaya eligiendo.

Pues no, nadie sabe nada. Unos lo disimulan y otros lo reconocen abiertamente pero saber, nadie. Los periódicos, que saben lo mismo que yo, más o menos, pero lo cuentan como si el presidente se lo hubiera confesado personalmente, están empezando a lanzar nombres de candidatos. Entramos en la fase de especulación.

Hablar por hablar. Hace falta saber, en primer lugar, si también se va la baranda de Sanidad, en el supuesto de que gane las primarias de Madrid y salga candidata a la Comunidad. Porque a lo mejor el presi aprovecha para hacer una labor de zurcido y decide reagrupar competencias en un solo departamento: TrabajoInmigraciónSanidadServiciosSocialesIgualdad. Con Aído de reina de los mares. Puede ser, porque se dice que Bibiana es el ojito derecho del presidente de gobierno. En estos asuntos, él es el único que manda. Y, ojo al dato: Trabajo nunca ha estado dirigido por una mujer.

También puede ocurrir que el presi tenga en cuenta el equilibrio territorial y nombre a un vasco, o a otro catalán, o a un andaluz.

O que repita la maniobra Aznar y ascienda a ministro al secretario de Estado de Seg. Social. Granado, un tío listo, difícilmente resultaría elegido en un casting para galán pero con una cabeza privilegiada. Que más que cabeza parece un disco duro: le cabe todo en la memoria. Eso es lo que ocurrió cuando el ministro Pimentel se despidió a la francesa, Aznar ascendió al cargo al anterior secretario de Estado, Aparicio.

Como dicen que al presi no le gusta que le chafen los nombramientos Granado, por si acaso, anda pidiendo que no mareen la perdiz.

Lo sorprendente del caso no es que todos los periódicos hayan abierto con la noticia, pese a que era sabido que se volvía a Cataluña, sino el tono elogioso que rezuman muchas informaciones. Líbrenos Dios del día de las alabanzas, decía mi abuela, atendiendo a nuestra inclinación a elogiar a los que se van, sólo cuando estamos seguros de que no van a volver.

Don Tino debe estar haciéndose cruces. Salvo Soraya “Tics” Santamaría, que le ha recordado que es “el ministro del paro”, y la corte celestial del PP, que no soltaría un buen bocado socialista ni aunque el mordido se dispusiera a profesar como cartujo, en general las informaciones desprenden un cierto tufillo elogioso.

Se le alaba porque se va motu proprio antes de que lo echen. Se recuerda que él era especialista en inmigración y le ha tocado pechar con la caída del empleo ocasionada por la crisis. Se narran sus méritos como alcalde, su capacidad de arrastre entre los votantes charnegos del área metropolitana de Barcelona. Se habla de él con un cierto respeto. Más de lo que había conseguido hasta ahora.

Visto lo de hoy, no quiero ni pensar el mes que nos espera. Porque aún queda un mes de trajín. Tiempo durante el cual entrará en vigor la ley de reforma laboral y veremos el resultado de la huelga general. Para que el sucesor entre limpio de polvo y paja.

Lo de hoy ha sido, sólo, el día de las alabanzas.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Quién es quién


Para sosegarme de tantos acontecimientos familiares me estoy dando un atracón de lectura. Acabo de percatarme de que casi todo lo que he leído últimamente está escrito por mujeres. La elección por mi parte es casual, lo que no debe ser casualidad es que ahora haya más literatura escrita por mujeres. ¡Qué bien!

He terminado hace poco Los ojos amarillos de los cocodrilos de Katherine Pancol. Soy un poco reticente a los best sellers y más si son traducciones pero éste me ha gustado. Está bien escrito, sobre todo la primera parte. Luego decae un poco, debe de ser difícil resolver magistralmente una historia con tantos personajes. A ver si le echo una ojeada a la versión original.

Previamente, había leído La princesa india, de Inma Chacón. Por curiosidad; me gustó mucho Dulce Chacón y quería ver cómo se desenvolvía su gemela. Está bien. Sin más.
Antes, había terminado El Tiempo entre costuras, de María Dueñas y, más recientemente, Dime quién soy, de Julia Navarro.

Éstos últimos me han gustado poco. De la Dueñas no diré nada porque es escritora primeriza y no tengo más referencias de ella. Si le han hecho una buena promoción y ha vendido mucho, pues bien está. Veremos a ver qué ocurre en adelante.

Me centro, pues, en la Navarro. Como periodista siempre me pareció mediocre y basta leer sus columnas en las revistas dominicales para comprenderlo. Siempre se ha movido en el entorno del poder – del poder socialista, inicialmente, luego de lo pepero – y se ha beneficiado de sus relaciones privilegiadas. Nada más. Nunca ha levantado un scoop, nunca ha hecho una investigación seria y rigurosa. Nunca ha escrito bien. Tampoco ahora.

Pero lo que no le dio el periodismo – fama y dinero - parece que se lo están dando los best sellers (me niego a llamar literatura a estos libros que se publicitan como electrodomésticos y se venden como churros).

No he leído sus publicaciones anteriores. Creo que seguiré sin hacerlo. Me basta con el que he terminado. El asunto que plantea – una mujer supuestamente independiente que en los años 30 abandona a su marido y a su hijo siguiendo a un amante comunista - tiene interés y podía haberlo desarrollado mejor de estar dotada de una mínima destreza. Algunas de las situaciones que relata son inconcebibles, otras imposibles. Y las que serían posibles ellas las torna increíbles. Aparte de lo cual, están mal relatadas.

Yo no sé si sería capaz de levantar una historia similar pero no hace falta ser Cervantes para distinguir el Quijote del resto de libros. Basta tener un poco de criterio.

Tampoco soy crítica literaria. Lo que me ha llamado la atención es su reiterado lamento. El narrador de la historia es un periodista joven subempleado en un periódico digital, que se lamenta repetidamente de lo mal que está la profesión en España.

“En mi profesión ser decente suele conducir a que te quedes sin empleo. No sabes cómo está el periodismo en este país”, advierte ya en la página 8 de las 1714 que tiene el libro en el formato en que yo lo he leído. Y sigue: “O estás alineado con la derecha o lo estás con la izquierda. No eres más que una correa de transmisión de las consignas de uno o de otro. Pero intentar contar simplemente lo que pasa y opinar honradamente, te lleva a la marginación y al paro.

- Siempre te había tenido por un chico de izquierdas – dijo mi tía con cierta sorna -. Y ahora gobierna la izquierda…

- Ya, pero el gobierno quiere que los periodistas afines cierren los ojos y la boca ante sus errores. Criticarlos significa el extrañamiento. Dejan de considerarte uno de los suyos y, claro, como tampoco eres de los otros, te quedas en tierra de nadie, o sea en el paro, como estoy yo.”

El mismo argumentario, con ligeras variantes, lo reiterará, venga o no a cuento, a lo largo del libro para que no quede duda de cuál es su diagnóstico sobre la situación de la profesión periodística.

Lo que dice es cierto. Pero no sé si ella es la más autorizada para sostenerlo. Y, además, es sólo una parte de la verdad.

La Navarro es, como bien sabes, una periodista veterana. Pertenece a esa generación que se formó en la transición, que se creyó lo del cuarto poder. Una generación que, con demasiada frecuencia, compadreó con la información y los afectos.

En los años anteriores, periodistas y políticos habían convivido juntos en la universidad, (Periodismo era aún Escuela, ni siquiera Facultad) a veces habían sido detenidos en las mismas redadas, habían recibido palos de los mismos grises, habían corrido en las mismas calles y se habían refugiado en las mismas casas.

Periodistas y políticos vivieron en la misma trinchera convencidos unos y otros de que estaban poniendo los cimientos de una sociedad nueva. Así fue, en efecto, pero se produjo un malentendido. El de creer que periodistas y políticos compartían intereses, cuando en realidad se trata de objetivos opuestos. La tarea del periodista es, justamente, descubrir y señalar los puntos débiles de los políticos, de la política.

Como pronto se vería, los políticos tenían el interés del partido como bien supremo. En el mejor de los casos, la gestión de los asuntos públicos. El interés de los periodistas era – debía ser – otro. Si hay componenda uno de los dos - o los dos - está cometiendo fraude.

De aquella forma de relación surgieron algunas parejas sentimentales político-periodista (la presencia de mujeres en la política era entonces poco significativa y en papeles secundarios).

Fueron, por lo general, relaciones coyunturales, de mutuo beneficio, condenadas a la precariedad y a la consunción. Algunas fueron más o menos conocidas, más o menos sorprendentes pero todas tenían fecha de caducidad. Algunas terminaron mal. Otras, muy mal.

El aviso de por dónde iba la cosa lo dio Felipe González cuando, a poco de formar gobierno en 1982, en la primera rueda de prensa que ofreció en la Moncloa, una periodista amiga se dirigió a él como tantas otras veces había hecho, llamándole por su nombre. Él cortó tajante: no me llames Felipe, dime presidente. Esas eran las reglas del juego.

Algunos periodistas entendieron rápidamente el mensaje y se pusieron a cubierto a la sombra del poder. Los trece años de gobierno socialista resultaron sumamente rentables para ellos, en lo profesional – muchos llegaron donde ni hubieran soñado y donde nunca lo hubieran hecho por mérito propio – y en lo económico – se hicieron fortunas igualmente sorprendentes -.

Se pagaron informes de tres folios a precio de oro. Se cubrieron plazas de consejero sin más mérito que la docilidad. Se nombraron directores de empresas a más de un indocumentado. El sistema fue copiado como un calco cuando el PP sucedió al PSOE, en algunos casos corregido y aumentado.

Otros periodistas, por el contrario, se sintieron ninguneados y de aquella humillación surgió un resentimiento y una animadversión que explica algunos enconamientos mediáticos (Federico Jiménez Losantos y Curri Valenzuela son los ejemplos que siempre se traen al caso pero no son los únicos).

Se trató de un malentendido pero de aquél malentendido hay periodistas que aún no se han repuesto. La Navarro es una de ellas.