sábado, 26 de febrero de 2011

Secretos de familia

Hago memoria de lo que sabíamos de Mo, a saber, que es una mujer culta y decidida, que trabaja de relaciones públicas en un organismo oficial y que su padre pretendió casarla con un chico a la medida, nada más.

- ¿Qué pasa con Mo?

- Tiene pareja, me dice Mamen.

- Pues vaya noticia, respondo, edad tiene para ello.

- Una señora, añade.

- Te lo dije, que le iban las señoras, digo, alardeando de mi buen olfato para estos asuntos.

- Y ha sido monja.

- Se da un aire, sí, admito, pero en esa época era muy normal que los niños fueran al seminario y las niñas al convento.

- La superiora del convento le tiró los tejos, colgaron ambas los hábitos y desde entonces viven juntas.

- Te lo estás inventando, le digo.

- Me lo ha contado Marisol, pregúntaselo si quieres. En su tierra lo sabe todo el mundo, son más conocidas que la Chelito.

- Vaya historia, nena, ya verás cómo al final resulta que nosotras somos las más convencionales. Dos vidas aburridas, comento.

- Convencionales, pero no estúpidas porque mira que tu consuegra, virgen y mártir…

La mártir vuelve del baño y se sienta dispuesta a seguir la charleta.

- Por cierto, me dijo Mo que había hablado con Esmeralda sobre las invitaciones y coinciden en que lo adecuado sería enviar primero una comunicación, lo que llaman participaciones, y luego las invitaciones propiamente dichas, nos informa, como si nos hubiera oído.

- ¿Tú crees?, pregunto.

- Dice que si queremos seguir el protocolo, deberíamos hacerlo de ese modo.

- A mí me parece que es una desmesura, digo, de la manera más suave posible.

- A estas alturas, creo que lo que hay que hacer es mandar las invitaciones y ya está, que las fechas van pasando y nos queda mucho por hacer, propone Mamen.

- Creo que las invitaciones estarán listas la primera semana de marzo, para entonces tenemos que tener la relación de invitados para enviarlas inmediatamente y hacer la reserva de hotel y de restaurante en cuanto recibamos las confirmaciones, informo.

- Se lo diré a Mo, dice Gigi.

- Qué maja es Mo ¿verdad?, oigo a Mamen.

- Sí, es un encanto, corrobora la santa madre.

- Parece una mujer muy espiritual, aventuro, para tirarle de la lengua.

- De hecho es medio religiosa, estuvo unos años de monja pero tuvo que salir por razones de salud, parece que el convento le enfermaba y le concedieron dispensa, a ella y a otra monja para vivir en su casa, Gigi canta de plano.

- Como una pareja de hecho, dice Mamen.

- No, no, pero sin relaciones, puntualiza la vasca.
(Va a ser verdad, pienso, eso de que en el País Vasco follar no es un acto sexual sino un milagro).

- Claro, claro, respondemos Mamen y yo al alimón.

Nos ha podido el ardor, según parece, porque el resto del grupo nos mira como preguntando de qué hablamos.

- Que dice Mo que deberíamos enviar previamente participaciones de boda y luego las invitaciones, disimulo.

- Correos nos hará socios honorarios, responde mi chico.

- ¿Es imprescindible tanto papeleo?, pregunta la Miss.

- Déjalas que se entretengan, oigo decir a Ignacio que, siguiendo el manual del perfecto machista, cree que trabajo es lo que hacen los hombres, el resto es diversión.

- No, si nosotras no lo vamos a enviar, digo yo con una sonrisa profiden, las invitaciones os toca enviarlas a vosotros, las chicas estamos ocupadas con otras cosas.

- Claro, ya os lo habíamos dicho al repartir las tareas, miente Mamen con mucha naturalidad.

- Seguro que lo habías olvidado, machaca Gigi.

Ignacio mira alternativamente al Heredero, a Charly y a mi chico que le hacen un gesto imperceptible que puede traducirse como: ni una palabra más, que nos buscas la ruina a todos.
- Vale, vale, lo que digáis, dice Ignacio y asienten los cuatro.

viernes, 25 de febrero de 2011

Del Ritz al Palace


Los noviazgos ya no son lo que eran. Ni falta que hace, debo añadir. En nuestro caso, tratamos de conjugar con mucho cuidado la primera parte de la oración: esto es, que por mi parte la pareja de tórtolos puede hacer lo que les parezca mejor y como si se quieren casar por el rito zulú y la segunda parte de la oración: los santos padres son como sacados de un relato del siglo XIX. Ahí estamos, haciendo lo que podemos.

El sábado 20 fue la pedida. Esa es otra, vaya términos. La pedida. Gracias que el novio ha heredado un poco de mala leche y en los momentos álgidos asoma esa pizquita irónica que le hace irresistible. O eso dice la Miss.

Como nuestra casa no es el Palacio de Liria decidimos celebrarlo en un restaurante. Reservamos en el Goya del Ritz por aquello de que de perdidos, al río (the lost to de river, que dice Mamen).

Mientras tomamos un aperitivo, la Miss advierte, con fingida seriedad:
- Os pongáis como os pongáis mi cuerpo me pertenece y no estoy dispuesta a dar ninguna de mis extremidades ni superiores ni inferiores a nadie, si he aceptado venir hasta aquí ha sido por una cuestión de educación, por no haceros un desaire, quiero que quede constancia.

- ¿Eso son técnicamente unas calabazas? ¿Quieres decir que me rechazas?, sigue la broma el Heredero.

- Ay, por Dios, no digas esas cosas, dice Gigi, sin advertir que los chicos están bromeando, a estas alturas un escándalo semejante…

Yo me muerdo la lengua una vez más, que me voy a quedar sin ella de tanto morderla y me voy a tener que buscar una de trapo. Pero no puedo evitar el comentario:

- Mejor un escándalo que un paso equivocado.

- ¿Por qué va a ser equivocado?, pregunta alarmada la santa madre.

La Miss observa la deriva y rompe la tensión.
- ¡Mami, que era una broma!

- No sé si mi corazón está para ese tipo de bromas, respira aliviada.

En ese momento, el Heredero saca una cajita del bolsillo, la abre y extrae la joya familiar. Pone la sortija en el dedo anular de la Miss y le dice:

- Este es el eslabón que te une al pasado de las mujeres de mi familia que lo han llevado como símbolo de amor. Luego, mete la mano en la chaqueta y saca una gargantilla de brillantes a juego con la sortija. Y esto es mi regalo para ti, el primer eslabón del futuro.

No me lo puedo creer, oír al Heredero semejante declaración. Miro a Mamen, que es tan peliculera como yo, y le pregunto con la mirada. Sus ojos reflejan la misma sorpresa y vienen a decir: a mí que me registren. Miro entonces a mi chico que observa a la pareja sonriente.

- Ha sido idea tuya, murmuro. Me devuelve una sonrisa angelical.

La Miss tiene los ojos brillantes, se aproxima al Heredero y le planta un beso de tornillo que parece eterno. Gigi hace ademán de decir algo pero se queda muda y con la boca abierta. Estoy por informales de que la niña sabe hacer más cositas de esas pero me da un ataque de prudencia y me callo.

Ignacio viene a interrumpir el momento beso cuando saca la cajita correspondiente con el reloj. Una virguería. El Heredero está que se sale.

La comida discurre en un ambiente distendido. Mientras la conversación se entretiene en asuntos triviales, me controlo para no tararear la cancioncilla que cantaba mi abuela.

Yo me voy todas las tardes a merendar al hotel Ritz, y tras el té suelo hacer mil locuras con un galán que está loco por mí.

Ay, por favor no me baile usted asiiiiii / Ay, por favor, no me oprima usted máaaaas.

Tenga usted cuenta que mira mamá y si se fija nos va a regañar.


lilian de celis - las tardes del ritz



Observo a Gigi y pienso que encaja perfectamente en la canción del maestro Monreal que popularizó Lilian de Celis hace casi un siglo. Qué candor, cuánta inocencia, me digo. Qué tontuna en los tiempos que vivimos, añado. Qué desperdicio, concluyo.

El runrún de la cancioncilla me bulle en la cabeza: Las mamás cotorreando toman el té sin advertir que en el salón al bailar las parejas hablan de amor con atroz frenesí.

Miro a Mamen. Adonde hemos llegado, nena, de correr delante de los grises a pedir la mano de la hija de los santos padres vascos para el Heredero en el mismísimo Ritz, con sortija y reloj, que no hemos perdonado un detalle.

Me viene a la mente aquel axioma: Estas cosas no se hacen, si se hacen no se cuentan, si se descubren se niegan. Negaré toda la vida haber participado en esta comedia, me juramento ante mí misma.

Cuando salimos, Gigi me dice con cara de arrobo:
- ¡Qué acierto haber elegido este lugar! Era el favorito de mamá. (Lo que te digo).

Y se me pone a cantar con su voz de tiple:
Aunque cien años llegase a vivir yo no olvidaría las tardes del Ritzzzzz.

Entonces, en mi condición de madrina del evento, propongo tomarnos algo en la rotonda del Palace. Me encanta el lugar. Por muchas razones, porque es elegante y acogedor, porque está siempre animado, porque me recuerda el fracaso del asalto al Congreso el 23 de febrero de 1981, cuyo trigésimo aniversario acaba de cumplirse. Y, porque sí, ¿pasa algo? Una tiene derecho a sus contradicciones, ¿no? A ver si voy a ser la única.

Cruzamos la plaza de Neptuno y accedemos al Palace, tan pomposo como el Ritz pero con un touch de modernidad. La Rotonda está casi llena pero nos hacen un sitio sin problema.

Ignacio nos cuenta que aquí fue donde firmó su primer negocio en Madrid, hace casi 40 años. Lo que da pie a que los hombres se pongan a hablar de la empresa de cultivos biológicos que se traen entre manos. La Miss no pierde ripio. Se nota que a ella le importa el proyecto. Gigi se levanta para ir al baño y Mamen me dice muy al oído.

- Tengo que contarte una cosa de Mo que no te lo vas a creer.

sábado, 19 de febrero de 2011

Comida en la Residencia

La santa madre vasca llega a Madrid el martes y esa misma noche nos llama la Miss para proponerme que comamos juntas.

- ¿Te viene bien mañana?, sugiere.

- Vale.

- Ya llamo yo a Mamen, no te preocupes, añade.

- Muy bien.

Un rato después, llama Mamen.

- ¿Dónde te parece que comamos mañana?, pregunta. Tenemos que pensarlo bien porque a tu consuegra el Ritz le parecerá una tabernilla de nada.

- Pues tú, que no tienes que trabajar, repasa los sitios que conocemos y mañana lo hablamos, propongo.
Media hora después, vuelve a llamar.

- Ya lo tengo, me cuenta, alborozada. Podemos ir al restaurante de la Residencia de Estudiantes. No es de lujo, pero tiene mucho encanto y un toque intelectual.
La idea me parece estupenda. La Residencia es un lugar interesante y acogedor y en el restaurante se come bien.

Quedamos a las dos y media y, como es natural, Mamen llega diez minutos después. Gigi tiene un aire como más juvenil, quizá es la ausencia de la sombra omnipresente de Ignacio. La Miss, que está igual de guapa que siempre, nos advierte que ella tiene trabajo por la tarde y que nos dejará tan pronto como sirvan los postres.
Pasamos a tomar el café al saloncito. En las mesas próximas, unas chicas jóvenes hablan de exámenes. Se disfruta un aire de cuarto de estar familiar.

- ¡Qué lugar más agradable!, dice Gigi, no tenía ni idea de que existiera un sitio así.

- ¿No has oído hablar de la Institución Libre de Enseñanza?, pregunto.

- Me suena vagamente, dice. (Que te dan ganas de preguntar: Pero, nena, ¿tú en que mundo vives? No obstante, respondo muy educadamente).

- Pues aquí se incubó un proyecto de España moderna que, desgraciadamente, se frustró con la guerra civil y lo que vino después. Aquí germinó lo mejor de nosotros como proyecto de pueblo, aquí se cruzaron filósofos, escritores, pintores, cineastas, arquitectos... ¿No has leído La noche de los tiempos de Muñoz Molina?

- No, no lo he leído, contesta, un poco avergonzada.

- Pues si tienes ocasión, no te lo pierdas. Cuenta, creo que atinadamente, cómo fueron aquellos años y te plantea, qué haría uno en caso de locura colectiva, le digo.

- Aquí, tu consuegra es un poco pestiñazo, ya sabes, interviene Mamen para suavizar el discurso.

Gigi sonríe y me parece adivinar una mirada aviesa. A saber qué estará pensando.

- Oye, yo quería preguntaros una cosa, y espero que no os moleste. Esto, vosotras ¿lo hacéis mucho?

La pregunta se presta a interpretación múltiple. Mamen ha entendido:

- ¿Vosotros hacéis esto muchas veces? Y responde:

- No tantas como a mí me gustaría porque ésta (y me señala) es una plasta que siempre está ocupada pero por lo menos una vez al mes.

Gigi pone cara de circunstancias. Porque, si no he interpretado mal, ella ha pretendido decir:

- Estooooo, vosotras ¿LO hacéis mucho? Así que pregunto a mi vez:

- Si hacemos ¿qué?

Inmediatamente le suben los colores que parece una amapola, de donde deduzco que he dado en el clavo.

- Perdonad, que lo último que yo quisiera es molestaros, es que no sé con quién hablar de una cosa así. Yo no tengo una amiga como vosotras con quien compartir cosas íntimas...

Noto que Mamen acaba de percatarse de qué va la vaina.

- ¡Ah, ya, te refieres al folleteo!, dispara.

Miro a Gigi y me dan ganas de preguntarle si ha pasado el sarampión. No sé si ese rojo de cara puede ser sólo rubor.

- Oye, que lo siento mucho, es que a mí me han enseñado que de eso no se habla y además no tengo con quien hacerlo... A veces pienso que la niña sabe más que yo.

- Seguro que sí, tercia Mamen.

- Nuestros hijos saben de todo más que nosotros, es ley de vida, digo yo por quitar hierro al asunto.

- Ya, y perdonad que insista, pero ¿vosotras lo hacéis mucho? (Está claro que a ella le interesa la cuestión).

- Hija, pues lo que se puede, se adelanta mi amiga. Unas veces más y otras menos.

- Sí, pero ¿Cuántas son más y cuántas menos?, insiste Gigi.

- Verás, es que no hay un baremo exacto, intento exponer mi teoría sin hacer sangre en carne ajena, depende de cómo sea la relación: no es lo mismo en el primer año que el décimo; depende del tiempo disponible: no es igual en vacaciones que cuando ambos trabajamos; depende del ambiente: es diferente si uno acaba de tener un detalle tierno que si se ha discutido; no sabría cuantificar en número.

- Ya, pero ¿más de una vez al año?, aventura Gigi, con aire de osadía.

- No fastidies, hija, muchas más, sale rauda Mamen.

- Sí, alguna más, añado y trato de hacer señas a mi amiga de que afloje la marcha.

- Me vais a tomar por rara pero es que yo tuve un parto muy malo cuando la niña y decidimos no tener más hijos. (A estas horas la color de su cara es escarlata total, siento que está haciendo un esfuerzo sobrehumano). Yo creí que, entonces, lo decente era dormir en habitaciones separadas y luego, pues como que nos hemos acostumbrado. Pero estas navidades, en el pueblo...

- Ya, ya, le corta Mamen.

- Ay, no me digas que os distéis cuenta.

- Sólo nosotras, de casualidad y porque sabes que te apreciamos, le consuelo.

- Luego lo hemos hablado Ignacio y yo. Él dice que no es normal que en un matrimonio no haya sexo.

- En eso creo que tiene razón, digo, y no me puedo creer que me ponga de parte del padre vasco. Sobre todo tú que te estás perdiendo una parte muy gratificante de la relación, añado.

- Ya, ya, admite la santa madre vasca.

Me parece que por hoy hemos tenido razón suficiente de confidencias así que propongo dar una vuelta por la calle Serrano, que está al ladito, y allá que nos vamos, como tres reinonas. Pero el tiempo se nos pone en contra. A la altura del nuevo Corte Inglés – donde estuvo Marks & Spencer – se pone a diluviar. Entramos, compro el libro de Muñoz Molina y se lo ofrezco a Gigi.

- Espero que te guste.

A lo mejor es por la lluvia, pero yo diría que tiene los ojos húmedos.

martes, 15 de febrero de 2011

Tenemos el gusto de invitar



Llamo al Heredero para hablar del formato invitación a la boda.
La familia de la Miss lo tendrá claro, supongo yo; ellos son del tipo tradicional: papá, mamá, niña, abuelos – dos – abuelas – otras dos -, tíos – todos por vía directa – primos – herederos de los tíos en primera línea de sucesión -. No hay vericuetos posibles, estos siguen la máxima eclesiástica de que hasta que la muerte los separe aunque en el entretanto se distraigan en casa ajena si llega la ocasión.

No es el caso de la familia del novio así que he de resolverlo con él para llegar a la petición con el asunto decidido. Estas cosas se resuelven en casa.

El Heredero se presenta en casa con la Miss. He preparado comidita casera: sopa de boletus con hojaldre y pastela de marisco. De postre, arroz con leche.

Mientras mi chico entretiene a la Miss en la terraza, mostrándole las flores que nos han acompañado incluso en lo más crudo del invierno, le planteo la cuestión al Heredero.

- ¿Ya habéis pensado cómo queréis las invitaciones?, le pregunto directamente.

- En papel, supongo yo que se harán ¿no?, o no está muy puesto en la materia o se quiere quedar conmigo.

- O en un pendrive, si tenéis capricho, le digo a mi vez. Lo que te pregunto es quién va a invitar si los padres o vosotros o si tenéis una idea particular.

- ¿Lo has preguntado a la Miss?

- Es a ti a quien se lo pregunto.

- Es que yo de esas cosas no tengo ni idea. A mí me habéis dicho que hay que casarse y yo me caso, no me quiebres más la cabeza, se va por las ramas.

- Punto primero: si te casas porque te lo ha dicho alguien a mí no me metas en el plural. Punto segundo: se ve que tienes una idea muy espiritual del matrimonio. Punto tercero: lo que yo te pregunto es si en las tarjetas de invitación queréis aparecer vosotros o los padres, le planto escuetamente, que lo último que quiero yo a estas alturas de la jugada es filosofar sobre el matrimonio de los hijos.

- Los padres ¿no?, responde

- ¿Ya lo has hablado con tu padre?
Noto que se pone a la defensiva.

- Ya te he dicho que él no pinta nada en la boda, me dice.

- Los problemas que tengáis los tendrás que resolver con él pero pintar pintaría, si él quiere, porque es tu padre, intento argumentar.

- Si no tienes inconveniente, dejamos ese tema que no me apetece mucho hablar de ello. Él ha decidido quedarse al margen de mi vida, yo respeto su decisión y no tengo más que añadir. Pero me parece a mí que no se es padre por dar el apellido a un hijo sino por cuidarle, por preocuparte por él, por educarlo, por aguantarlo y por enseñarlo. O sea, que desde ya te digo que él no va a aparecer ni en la invitación ni en nada. Al rato, más sosegado, añade: Yo creo que deberíais invitar vosotros si no os parece mal.

- ¿Quiénes somos nosotros?

La Miss y mi chico están en la puerta de la cocina.
- ¿Quiénes van a ser?, responde la Miss, vosotros dos. A mí me parece lo más natural.

- ¿Tú tienes inconveniente en invitar a mi boda?, pregunta el Heredero a mi chico.

- Si tú lo quieres yo encantado, responde el interpelado.

- A ver, que pase el siguiente problema de intendencia, dice el Heredero, ya recuperado.

- Yo quería decir que mamá viene el martes, papá tiene un viaje de negocios y ella quiere aprovechar para hacer compras y esas cosas, nos informa la Miss.

- Pues muy bien, respondemos mi chico y yo al alimón.

- Muy bien relativamente, porque voy a tener que trasladarme a casa, explica la Miss. Le digo que llevo un año viviendo en la casa de tu hijo y le da un patatús.

- Si vale de algo mi opinión, creo que con la verdad se va a cualquier parte. A lo mejor te entendería si tu le explicaras tus razones, aventuro.

- Dudo mucho que mi madre quiera ir a ningún lugar, responde la Miss, y para el poco tiempo que queda hasta la boda no vale la pena montar un pollo. Ellos son felices viviendo en el país de las maravillas ¿para qué les vas a sacar de él?

Tengo por principio no inmiscuirme en asuntos familiares así que me callo.

A la hora del café se presentan Mamen y su Charly. Rápidamente, le pongo al día de las novedades.
- Dice tu sobrino postizo que seamos nosotros quienes aparezcamos en la invitación.

- Como tiene que ser, no va a figurar el ex, que está missing total. Y además, mucho mejor, cuanto menos bulto más claridad, comenta ella. Acuérdate del follón de la niña de Maripi…

Maripi es una amiga común, una chica bien de provincias, de familia integrista y con ínfulas. Estudió farmacia por tradición familiar y, tan pronto como se licenció, casó como se casaban en aquella época las chicas bien de provincias: jovencita e inocente, con un chico guapo y con carrera. A los muchos dones que estaban a la vista el novio añadía el de ser ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, que era el no va más para las madres de entonces.

A los dos años de casados ya tenían dos niñas. Y entonces se produjo en Maripi una especie de metamorfosis. Cuajó en una mujer con arrestos. Con la primera calaverada del marido tuvo una bronca. Con la segunda, se plantó en casa de los suegros y les advirtió que no estaba dispuesta a aguantar tonterías. Con la tercera, le puso los trastos en la puerta. El divorcio, en la ciudad provinciana, fue un escándalo.

Maripi se puso al frente de una de las farmacias familiares y el ex se trasladó a Alicante, compró un barco y profesó de hippy. Pasado un tiempo, se echó una novia con la que acabó casándose.

Ella se emparejó con Luis, un amigo de la pandilla con aspecto de eterno adolescente. No quisieron casarse, pese a lo cual formaban una familia entrañable, unida y divertida.

Cuando se casó la hija mayor, allí estaban los padres biológicos con sus respectivas parejas. A los abuelos, tanto a los paternos como a los maternos, a poco les da un síncope.

- Esto no es moderno, esto es Sodoma y Gomorra juntas, murmuraba la suegra de Maripi.

Sea por la irritación moral, sea por los estragos del cava, la boda acabó como el rosario de la aurora cuando la suegra le reprochó a Maripi ser un mal ejemplo para sus hijas por “vivir en pecado como una barragana”. Maripi le respondió que más le valdría que se preocupara por lo que fumaba su hijo, que no era exactamente tabaco rubio.

- Si mi hijo se mete drogas es porque tú le dejaste, oí yo con estos oídos que ahora oyen música. Y conmigo, unos trescientos invitados.

La hija pequeña aseguró que ella no se casaba ni loca y que si, en un rapto de enajenación mental, lo hacía, sería en secreto y sin familia.

Por lo que a mí se refiere, antes me corto la lengua que montar un espectáculo semejante en la boda de mi hijo. Pero tampoco hay que tentar al diablo. Para que algo salga bien hay que prepararlo bien. Nada tan espontáneo que lo que está bien ensayado.

Así que, tan pronto como los chicos recogen la mesa, Mamen, la Miss y yo nos disponemos a escribir el borrador de la invitación.

La de la tiza                                                                                        Ignacio, el padre vasco
Su chico                                                                                              Gigi, la santa madre vasca
Tienen el gusto de invitarles al enlace matrimonial de sus hijos
La Miss y el Heredero
que tendrá lugar el 6 de mayo de 2011...

lunes, 7 de febrero de 2011

Mujeres

La boda se nos echa encima y la situación se complica. ¿Le explicamos a Gigi que su amiga Mo es una compañía peligrosa? Ítem más ¿Sabe Gigi las inclinaciones de su amiga? Dejando al margen esta vía secundaria, ¿qué hacemos tanta gente preparando una boda? Abundando en la misma herida ¿Qué pintamos nosotros en una historia que debiera de ser cosa de dos?

Lo hablábamos este fin de semana y, a lo que parece, el único que tiene las ideas claras es mi chico.

- ¡Cómo os gusta comeros el coco!, nos dice a Mamen y a mí, cuando sacamos el tema. Para los chicos este puede ser un día importante o un día de fiesta o una ocasión para echarse unas risas con la familia y los amigos. Y seguro que no le dan tantas vueltas. Yo lo veo como una oportunidad para reunirnos todos y pasarlo bien, como se hacían las cosas antaño. ¿No quieren pueblo los vascos? Pues les damos pueblo…

Lo dice como si estuviéramos organizando un guateque, de manera que casi da apuro descender a los detalles.

- Esa es otra, la fiesta en el pueblo, ¿cómo vamos a organizarlo?, pregunto.

- Pues como se han organizado estas cosas de toda la vida, entre todos, tú desentiéndete de eso, trata de tranquilizarme.

Bien mirado, no sé qué es peor si tener que montar un jolgorio para 200 vecinos o dejarlo que lo monte mi chico al estilo Pancho Villa. Recuerdo entonces la propuesta de Mo de organizar el catering pero me callo, que no quiero ahondar la herida.

- Eso, dejádnoslo a nosotros que vosotras vais a estar muy ocupadas buscando trapos…, tercia Charly, a quien la providencia le ha dotado de grandes virtudes pero no del don de la oportunidad.

- Página primera del perfecto machista: las chicas a sus trapitos que es para lo único que valen, le advierte Mamen.

Mi chico se percata del traspiés rápidamente y echa un capote como puede.

- Charly quiere decir que lo primero que tenéis que hacer es mirar la ropa, que luego os queda mucha tarea por delante.

- Anda que si no es por nosotras apañada iba la boda, remacho por solidaridad.

- Bueno, los chicos haremos lo que podamos, se defiende mi chico. Charly se ha quedado mudo.

- Ya veréis al final a quién les toca apechugar, comenta Mamen: a las chicas, como siempre.

Aprovecho la hora del café – y el duermevela posterior - para hacer un repaso de nuestros efectivos: la Miss, Gigi, Mo, Mamen y Esmeralda.

La Miss es una chica moderna que ha aprovechado las oportunidades que le ha ofrecido la vida en general y los posibles de su papá en particular. Es inteligente, educada, habla idiomas, ha vivido un año en Londres, ha viajado por cuatro continentes, tiene un trabajo interesante que le gusta, ha tenido varios novios antes del Heredero y ha decidido que es con éste con quien quiere casarse, tiene su propia casa, seguramente tendrá hijos cuando lo crea oportuno. Oculta a sus padres los detalles de su vida que a ellos les costaría asimilar – creo que más por evitar roces que por cobardía – de la misma manera que lo ocultábamos las chicas de mi generación: para evitar broncas inútiles. Pero ella sabe que tiene las riendas de su vida y la maneja como estima conveniente. En cuanto a la boda, ella se pone a sí misma, no tiene intención de añadir mucho más.

Gigi es un ejemplo – malo – de una vida bajo control permanente. Luego hablan de las islamistas, pero ésta se lleva poca diferencia. Creció protegida por una familia de la alta burguesía vasca, frecuentó colegios de renombre donde le enseñaron materias perfectamente inútiles y, llegada a la edad de matrimoniar, casó con un ejemplar de su misma especie pero de la rama productiva, el tal Ignacio. Va a entrar en la sesentena sin haber entendido que le vida es una opción personal e intransferible. A ratos me entran ganas de explicarle las primeras letras del catón pero enseguida pienso ¿y si la cosa no resulta? Si fuera fácil, me digo, se las habría explicado su hija.

Observa la boda como si preparara una expedición al Amazonas, llegado el caso, reclamará la ayuda de un profesional del ramo y nos dejará colgadas de la brocha. Creo que simpatiza con Mamen y conmigo porque le mostramos un mundo que siente lejano y que le asusta y le atrae a la vez. Pero si ha llegado a su edad con esa inocencia angelical de la que da muestra no vamos a espabilarla nosotras. Milagros así no suceden a diario y ella ya tuvo su ración con el polvo glorioso de fin de año.

Mo es coetánea de Gigi pero sus vidas no pueden ser más distintas. Es una mujer ilustrada que ha sabido reorientar la formación dirigida a señoritas profesionalmente ociosas en un oficio rentable como relaciones públicas y jefa de protocolo de una institución vasca. Según parece, decidió independizarse cuando su padre pretendió arreglarle un matrimonio con un Ignacio bis. Es enérgica y resolutiva.

Su conexión con la boda es a petición de parte: le ha llamado Gigi, sea en base a su amistad o por encargo profesional. Lo mismo se anima con la cuñada o sale por pies al segundo intento.

La cuñada es un novelón andante y no es que me ciegue la pasión familiar. Ya lo he dicho y he de repetirlo para que alguien me crea: jamás ha tomado una decisión por sí misma, más allá de si se compra un vestido, unos zapatos o una pulsera. Jamás ha ganado un céntimo con su trabajo y, por ende, no tiene ni la más remota idea de lo que valen las cosas. Como le han dado miedo los avatares de su propia existencia tampoco sabe lo que significa un afecto, un beso. Ahí se termina su biografía.

Cuando estoy deslenguada – lo que procuro evitar para no herir a mi chico – digo que no quiere a nadie, ni siquiera a ella misma. Lo digo sin ánimo de herir, es verdad, se le han atrofiado los sentimientos por falta de práctica.

A Esmeralda el Heredero le importa lo justo, que es poco. Si no le importa su hermano, menos le va a importar un sobrino postizo. Pero ha encontrado en la boda una manera de entretener su existencia durante unos meses. Si durara más se cansaría pero como es poco tiempo, seguramente aguantará el tirón y será útil. Menos da una piedra.

Mamen es, lo reitero, como de la familia. Más aún, creo que es quien más está disfrutando de casar a su sobrino putativo con una chica tan mona como la Miss, de una familia medio aristócrata y forrada. No porque ella sea interesada, que no lo es en absoluto, sino porque le parece que eso es lo menos que se merece el Heredero. Como, además, no tiene hijos y yo ejerzo poco de madre omnipresente ésta es una ocasión de oro para que ella mangonee a su gusto. Es muy competente en esta materia porque tiene buen gusto y criterio y no le importa trabajar lo que sea preciso.

La miro y la recuerdo cuando ambas éramos (mucho más) jóvenes y hablábamos de este momento como una hipótesis lejana: casar al niño. Cuando terminaban los años setenta no podíamos sospechar que la sociedad iba a dar un cambio tan radical. Aquellos jóvenes de entonces hemos dado en los ejemplares que hoy nos movemos en los negocios, el periodismo, la gestión, la administración, el hogar, la nada... Hemos evolucionado como seguramente lo hicieron nuestros padres de la juventud a la madurez pero el resultado del conjunto no se parece en nada al que vivieron nuestros progenitores. La familia monolítica del aquí se hace lo que yo digo que para eso soy el padre, los chicos a estudiar y las chicas a la casa y la madre imposibilitada civil ha desaparecido. A mi modo de ver, afortunadamente.

Hoy las familias son plurales y, como siempre, las hay felices y desgraciadas, unidas y desestructuradas, sinceras e hipócritas. Un hombre que se queda impar no tiene que dar explicaciones de su sexualidad. Una mujer, tampoco. Una mujer, como un hombre, puede optar entre casarse o no, entre tener hijos biológicos o adoptarlos o no tenerlos pero podrá mantenerlos con sus propios recursos.

Los santos padres vascos son los únicos que no se han percatado del cambio y mantienen una apariencia de que todo está en orden, a la antigua usanza.

Ello me lleva a un asunto que hemos de resolver: ¿quién invita al enlace? ¿Los novios? ¿El ex y yo y los santos padres? ¿Los santos padres y mi chico y yo? Tengo que anotarlo para hablarlo con los novios.