domingo, 26 de febrero de 2012

Depresión post parto


Estoy deprimida. Es lo que pasa por estar tanto tiempo entre humanos. Te contagian sus neuras.

Mi humano alfa, que hace gala a tal definición de forma redundante: es muy humano y muy alfa, le pregunta a veces a la humana.

- ¿Crees que la Poe es feliz en esta casa?

- Motivos tiene para serlo, que vive como una reina mora, pero si quieres la llevamos a un psicólogo a ver que dice, responde ella con la mala sombra que le caracteriza.

Yo les oigo y así voy conociendo la naturaleza humana, que me río yo de la evolución de la especies. Pero mira por donde, ahora resulta que caigo en lo mismo que tantas veces he criticado para mis adentros. Estoy deprimida, sí.

Deprimida y temerosa, creo. Llevo toda la semana sola en casa, ya ven en qué he quedado. Mis humanos no han aparecido más que para dormir. Por la Niña, claro. La Miss ha estado toda la semana en el hospital curándose la cicatriz de la tripa hasta el sábado que le dieron el alta y se fueron a su casa. Allí que se fueron también los santos padres vascos y mis humanos con la intención de tomar posesión de la Niña. La Miss los recibió con esa sonrisilla entre conejo de campo y greta garbo que ella pone, los sentó en el salón principal de la casa, les ofreció de beber y, ya caldeado el ambiente, les soltó:

- Nos alegramos mucho de veros juntos porque así no tenemos que repetirlo. En esta casa sois siempre bien recibidos y nos alegra veros pero que sepáis que para cuidar de la Niña estamos sus papás, vosotros podéis venir de visita cuando queráis pero la Niña tiene un horario que es sagrado y no se puede entrar en su habitación a cualquier hora.

El Heredero no abrió la boca. Los demás, tampoco. Mi humano tiene una habilidad que yo admiro mucho pero que a la humana le pone de los nervios: escucha, no pía y luego hace lo que se le pone. En consecuencia, cuando la Miss terminó su discurso se levantó, se fue a la habitación de la Niña y se quedó el tiempo que quiso. Luego volvió al salón como si tal cosa e informó a los presentes.

- La he puesto el chupete porque parece que tiene hambre.

- No puede tener hambre porque acaba de mamar y el chupete lo tenemos en previsión de necesidad extrema, no queremos que se acostumbre porque luego le salen los dientes malformados, respondió la Miss.

- Habrá mamado pero se rebullía en la cuna como que tuviera hambre, con el chupete se ha quedado tranquila. Y ahora mismo no le van a salir los dientes… arguyó mi humano, que se ha tomado muy a pecho la condición de abuelo.

- Bueno, pero procura dejarla descansar en su habitación, refunfuño la Miss.

- Claro, claro, si ahora descansa mejor y sólo la he cogido un momento.

- ¿La has cogido en brazos?, bramó la Miss.

- Solo para darle un achuchón y que sintiera el calor familiar, explicó mi humano.

Todos menos él se han cogido rebote con la Miss y, por extensión, con el Heredero. Mi humana todo lo filtra a través de la psicología, porque ella se relaciona mucho con sus amigos argentinos, así que ha llegado a casa y ha hecho un diagnóstico de precisión.

- La Miss se cree que es la primera mujer que ha parido y el Heredero nos ha salido calzonazos, ya ves tú.

Los santos padres deben de estar bramando. A todo esto, que Ignacio quería chico. No se atreve a decirlo porque mi humana le brearía pero es de los que piensan que las mujeres, incluidas las suyas, son género de segunda categoría y para sus negocios él quiere material de primera. Por eso, anda como remolón. Está contento, claro, porque es su primera nieta, pero nada comparado a que hubiera sido chico.

Gigi había comprado a la Niña ropa suficiente como para poner una sucursal de Prenatal. Pensaba que iba a ocupar su tiempo jugando a abuelas y nietas y su hija le ha chafado el plan.

Mi humana se había hecho ilusiones de hacer de la Niña un modelo infantil a su imagen y semejanza. Todos se han encontrado con Agustina de Aragón defendiendo a su cachorra como si se tratara del Sitio de Zaragoza.

- Se le ha puesto la hormona de punta y está como una leona defendiendo a su cachorra, concluye mi humana.

Toda la semana sola en casa, sin nadie que me dirija la palabra y hoy vuelven y me ignoran absolutamente. No hay más tema de conversación que la Niña y me temo que la historia no ha hecho más que empezar.

Así que no les preguntes por nada de lo que suceda en el mundo. Podría desencadenarse la tercera guerra mundial y no se enterarían. Me he quedado con las ganas de saber con más precisión qué ha ocurrido esta semana en Valencia. Por qué no hay dinero para calefacción en los colegios en el mismo lugar que sí lo hay para organizar grandes acontecimientos deportivos. Por qué cuando los estudiantes se quejan les zurran a ellos en vez de zurrar a los responsables del presupuesto. Por qué el responsable de la zurra considera enemigos a los estudiantes, cuyas familias pagan los impuestos que costean su salario, y no a quienes despilfarran el dinero. Por qué todos critican la zurra a los estudiantes pero nadie cesa a quien ordenó zurrar.

Por eso estoy deprimida. Estoy sola, nadie me hace caso y no entiendo lo que ocurre. Y, para colmo, soy la única que no conozco a la Niña, no han tenido el detalle de traerla para que la viera.

martes, 21 de febrero de 2012

La Niña

 Ya. Ya ha nacido la cachorra. La Niña, que dicen mis humanos. LA NIÑA.

La Miss ingresó para un parto programado y, por algún misterio a los que tan dados son los humanos, una vez en el hospital decidieron hacerle una cesárea.

Cuando oí lo de la cesárea pensé que le habían hecho la ola. Yo creía que una cesárea era una cosa majestuosa, como imperial y me parecía apropiada para la Miss, que es tan señorial en sí misma, pero enseguida me he enterado de que una cesárea es una operación en la que te abren la tripa y te sacan a la niña.

Me ha dado pena por la Miss, lo que va a sufrir este verano si no puede ponerse el bikini. Creo que soy la única a la que le ha dado pena, los demás están todos encantados, ya lo ven.

Podría decir que he asistido al parto pero mentiría. A pesar de que el parto ha sido en una clínica privada, no dejan entrar gatas. No obstante, he oído tantas veces contarlo que puedo referirlo con mucha aproximación.

Metieron a la Miss en el quirófano. En la salita, esperaban el Heredero, mis humanos alfa y los santos padres vascos. A la media hora, Ignacio propuso a los hombres bajar al bar a tomar un güisqui porque ya no aguantaba más la presión. El Heredero parecía dispuesto pero mi humano dijo que no, que él se quedaba porque quería ver a la Niña en cuanto naciera.

Gigi miró a Ignacio y a mi humano alfa, alternativamente, como diciendo:

- A ver si aprendes.

Mi humana miró a su chico y a Ignacio, alternativamente, como diciendo:

- Ahí queda eso.

El santo padre vasco parece que no es muy sensible al lenguaje visual porque, con esas, se cogió al yerno y se fueron al bar. Volvieron justo a tiempo de ver salir del quirófano un rebujito de toallas sobre una camilla empujada por una enfermera.

- El padre puede pasar, los demás tendrán que esperar, dijo.

Entró el Heredero por la puerta prohibida y los cuatro restantes se pegaron a la conductora. Ignacio sacó su cámara de fotos, dispuesto a inmortalizar el instante. Mi humano alfa abrió un poco el rebujito de toallas y se paró el mundo. Ahí estaba LA NIÑA. El mayor prodigio que vieron los siglos.

- No hay una niña más bonita en el mundo, fue lo primero que dijo al llegar a casa.

- Sí, es muy bonita y está muy bien formada, corroboró mi humana.

Antes de eso, el cuarteto dio la nota cuanto pudo en la clínica. Les salva que es de pago, de lo contrario los hubieran echado a los cuatro.

- Ay, mi niña, mi niña, repetía la Gigi como un mantra pero a voz en cuello.

- ¿Por qué han manchado de tinta los pies de la Niña?, preguntaba mi humano.

- A ver, apártese un poco que no puedo encuadrar la foto, ordenaba Ignacio a la enfermera.

El personal de la clínica debe de estar habituado a estas cosas porque atendía con paciencia a unos y otros. Ignacio hizo cuantas fotos quiso, Gigi suspiró reiterada y profusamente, mi humano supervisó la operación de pesado y medición de la Niña, indicó a la enfermera cómo debía vestirla sin dañar sus brazitos, verificó que el ombligo estaba bien pinzado. Mi humana, por una vez, permaneció callada.  

Le duró poco. Si puedo contarles todo esto es porque, en cuanto llegó a casa, mi humana marcó el número de Mamen y se lo contó todo.

- Ay, qué emoción más grande, cómo te envidio, se oía a la amiga por el móvil.

- Que no, mujer, que tú también eres su tía abuela.

Cuando terminó de hacer las llamadas de rigor, se sentó en el sofá, sacó dos kleenex del bolso y se puso a llorar. Tranquila, serena, calladamente. De pura felicidad.

sábado, 18 de febrero de 2012

La duendecilla


Tengo bastante edad y he vivido lo suficiente para saber lo que es importante y lo que no lo es. Importante es que la cachorra nazca bien; no lo es que se demore su nacimiento. Pero aquí tienes a todos poniendo a caldo al cachorrólogo porque ha decidido dar otra prórroga al parto hasta el lunes.

Yo tengo mi propio problema. Como oigo la radio y veo la tele sé que éste no es el momento más adecuado para plantear mi protesta pero quiero decir alto y claro que los humanos no tienen en consideración los sentimientos felinos. Ni siquiera mi humano alfa que es casi perfecto y me dedica muchas atenciones.

Pues diré que ese ser cuasi perfecto me ha cortado las uñas sin miramiento. Es cosa que hace muy raramente, de higos a brevas, pero el sábado tuvimos una visita que le puso en alerta y ese mismo día me cortó las uñas.

Vinieron a comer, como suelen, el Heredero y la Miss, esta vez acompañados de una pareja amigos y su retoña. La pareja es holandesa. La niña viene con una pila de más voltaje que el de su edad o distinta de la de su especie porque no consigue estar quieta un solo momento. Traía un gorrito verde y parecía un duende.

Cuando los ví llegar hice lo que hago siempre: refugiarme entre los cojines del sofá hasta que pasara el temporal. Inútilmente. A la niña de las pilas+ le habían contado que en la casa había un “gatito” y ella entró preguntando directamente por él. Gatito, gatito, decía, y señalaba con el dedo a diestro y siniestro.

- El gatito está durmiendo y no le gusta que le molesten, la responde el Heredero, cosa que agradezco.

- Gatito, gatito, insiste le holandesa bebé.

- Es gatita, le aclara mi humana, y está un poco mayor, no le gustan los niños. Déjala que descanse.

Eso es hablar, me digo, pasando por alto lo de mi edad. No me gustan los niños, no me gustan nada, por si no les había quedado claro. Tampoco me gustan todos los mayores, pero los niños, ninguno.

- Gatito, quiero ver gatito, repetía la niña.

- ¡Como se le meta una cosa en la cabeza no para hasta que lo consigue, en eso ha salido a su papá!, comenta la humana holandesa.

El papá de la pila andante no se da por aludido así que la mamá se siente autorizada a contarnos las hazañas de su retoña. Una larga retahíla de travesuras como para poner de punta los pelos del bigote.

Un día, la duendecilla se encerró en la terraza y otro cerró la puerta de casa cuando la madre había salido a atender al cartero lo que, en ambos casos, requirió la presencia de los bomberos para abrir las puertas. Aunque lo peor había ocurrido en Sevilla.

- Estábamos paseando por la zona de la Torre del Oro haciendo tiempo para volver a Madrid cuando la niña señaló el río Guadalquivir diciendo: ¡piscina grande!, contaba la orgullosa mamá.

La holandesa recordaba que, como son muy modernos, habían matriculado a la duendecilla en natación antes de que aprendiera a andar y la niña identificaba con su piscina toda masa acuosa que veía. El hecho es que no se percataron de que la niña se acercaba a la orilla y se tiraba directamente al agua. Grandes gritos de la madre y allá que va el padre detrás de la retoña que jugaba en el agua como si se tratara, en efecto, de una piscina grande.

- Teníais que vernos, los tres empapados y las maletas en el coche, concluye la holandesa, encantada de ser el centro de atención. 

La niña se desentendió del relato, que ha debido de oir cien o doscientas veces, y siguió por toda la casa buscando al gatito, gatito.

- Ten cuidado con la niña, no rompa algo, advierte la Miss a mi humana, que salió detrás de la criatura y volvió con ella al cuarto donde yo estaba cobijada. La de las pilas+ se tira directamente a los cojines debajo de los que me resguardo. Cuando me descubre, grita como si hubiera visto un rinoceronte.

- ¡Gatito, está el gatito, quiero jugar con el gatito!, repite a gritos y se me echa encima como si yo fuera otro cojín. Yo me asusto, me pongo nerviosa y la bufo. Saco las uñas sin querer. Sin querer hacer daño, me refiero. Pero la niña se clava un brazo en mis uñas y grita más.

- Pupa, pupa, gatito pupa.

La Miss coge a la duendecilla y la separa del sofá. Mi humana me mira con cara enfadada. Todas las mujeres miran el brazo de la niña como si le hubiera desgarrado las vísceras.

- Ya podéis tener cuidado con el gato cuando nazca la bebé, dice la holandesa, un poco mosqueada.

- Es gata, refunfuña mi humana alfa.

A los gritos de la niña vinieron los hombres. Yo quería desaparecer pero no había salida, entre todos tapaban la puerta. Mi humano me coge en brazos y me riñe.

- ¿Qué ha pasado? ¿Por qué arañas a la niña, no ves que es pequeña?, insiste, como si yo pudiera responderle en su idioma. Yo estoy hiperasustada y creo que voy a hiperventilar, como dice la Miss. Todos me miran. El holandés machaca.

- Deberíais tener cuidado. Un gato en casa es un peligro cuando hay niños pequeños.

Mi humano me devuelve al sillón, pone los cojines por encima hasta dejarme a oscuras y salen de la habitación.

Cuando se despedían, los holandeses entraron en la habitación donde seguía escondida bajo los cojines. La duendecilla me mira muy seria y me dice:

- A la niña no se le araña, gatito malo, y si arañas, la niña te meterá los dedos en los ojos.

Los papás ríen la frase de la niña como si hubiera recitado el segundo acto de Hamlet. 

Mi humano no volvió a mencionar el incidente con la duendecilla pero en cuanto se fueron me cogió en brazos, me sacó a la terraza y me cortó las uñas. Tiene miedo de que arañe a la cachorra pero la primera consecuencia es que sin uñas no he podido abrir el ordenador y menos aún escribir.

No pensaba arañar a la niña ni a ningún otro miembro de la familia pero me ha dejado como una gata con guantes.

Y el lunes, de parto.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Provocar

Ya tenemos otra vez a los chicos en casa. Se han acostumbrado todos los días a la mesa puesta. El Heredero va a echar tanta barriga como la Miss, que está como si se hubiera comido un barril. Yo estoy a punto de ebullición.

La primera vez que entró la Miss en esta casa me cayó bien, lo que demuestra que el olfato felino también falla, no sólo el humano. De haber sospechado entonces lo que se nos avecinaba, la hubiera arañado los ojos. Bien pensado, que tenía que haber arañado más en mi vida pero de joven una es muy inocente.

El Heredero había tenido tantas novias que habíamos perdido la esperanza de colocarlo así que cuando llegó con aquella chica tan guapa, tan modosita, tan dulce, tan enamorada, caímos rendidos a sus encantos. También yo, que soy poco de caer en esas cosas.  Y menos de las humanas.

La Miss es, con mucho, la más lista de las novias que ha tenido el Heredero. Tan lista, que consiguió llevárselo crudo. Y nos metió en casa toda su parentela. Muy finos, muy ay, pordior, pero unos pumas desorejados. Su mamá, la Gigi, le da al drinken. Whisky, exactamente. Porque es vasodilatador, dice, como si fuéramos tontos. Aparte de eso, anda un poco necesitada. De casi todo, pero de roce de lo que más. Mi humana, que es redicha como ella sola, dice que es tan pobre que sólo tiene dinero. Pero dinero tiene en cantidad.

El papá, Ignacio, es de otra pasta. A él le sobra roce. Se le nota de lejos. De cerca, también porque tiene una retrofragancia femenina que no puede ser natural. También le sobra algo de vasodilatador pero lo que más le sobra es echaopalantería. Que más que de Donostia parece de Bilbao. Y un hipócrita, se las da de educado pero lo que da de verdad es una patada a la gata de la casa de sus consuegros sin despeinarse. Que lo sé de buena tinta.

Les agradecería que no me provocaran con los santos padres vascos, que me lanzo.

Lo que quería contarles es que los chicos están en un ay. El cachorrólogo ha dicho que si la criatura no ha nacido en la segunda semana de febrero a la Miss le tendrán que provocar el parto. Me pregunto si en la enciclopedia cachorrológica no existe una palabra más adecuada que provocar. ¡Que estamos hablando de nacer! ¿Con qué ánimo va a venir al mundo esa niña si ya empiezan por provocar a la madre? Mira que son complicados los humanos.

La Miss parece tranquila. El Heredero regulín. No sé si por lo que cuenta el cachorrólogo o por la lata que dan los futuros abuelos. Los humanos míos y, sobre todo, los santos padres vascos. No me provoquen, no me provoquen.