jueves, 26 de abril de 2012

La que se nos viene encima

Va a ser verdad que las desgracias no vienen solas.

He estado tanto tiempo obsesionada con el fenómeno de La Niña que no me he percatado de los cambios que se producían en otros humanos de mi alrededor.

- Tu madre está un poco rarita, le dijo un día la Miss al Heredero.

- Mi madre es rarita, de toda la vida, en esa rareza está su gracia, respondió el Heredero, más bien desabrido. (A éstos se les está olvidando el modo beso al que nos tenían acostumbrados)

Yo no me había percatado de esas nuevas rarezas nada por dos razones:

a.- Toda mi atención está puesta en la Niña, que es el centro de gravedad de mi humano alfa.

b.- Mi humana no es que sea rarita, es que es rara de narices, si se me permite la expresión. O sea, que partimos de un nivel muy elevado de rarez.

He de añadir que, en mi opinión, los humanos son raros, en general. Luego, hay algunos más raros que otros. Mi humana es de la clase plus.

Una de sus manías es que no hay jefe de su gusto. El mejor de todos, es un tontol’haba, a su manera de ver. Ya es casualidad que le vayan a tocar siempre los peores, me digo. Ella lo explica diciendo que los intereses de los jefes no coinciden con los suyos, que es una manera de explicarlo como otra cualquiera.

En diciembre, hubo cambio de jefe y parecía que se iba a quebrar la racha. Por primera vez, le ponían a una mujer, doña Lurditas, y, como ella es tan feminista, pensé que iba a limar sus fobias. Llegó a casa tan contenta y, cuando Mamen le comentó que la jefa parecía un poco siesa, ella dijo que en peores plazas habían toreado sin devolver el toro a los corrales.

La dicha ha durado poco. Al mes ya empezaba a poner pegas a doña Lurditas, a los dos meses la susodicha alcanzaba el nivel de tontalculo, pasó enseguida a la categoría de giliposhas y a estas alturas estamos en la fase de cuesta abajo y sin frenos.

- ¿Qué tal el día?, pregunta mi humano cuando llega a casa.

- Bien, responde ella con cara de mírame y no me toques.

- ¿Bien? Pues parece que traes mala cara, insiste él.

- ¿Mala cara? ¿Qué cara voy a tener con el panorama que hay allí?, salta enseguida.

Y así empieza el rosario de descalificaciones a la jefa.

- Es una indocumentada, una niña pija que no sabe lo que es tener que buscar trabajo, una tontilla que no ha cobrado una nómina en su vida, una apparatchik que no ha cotizado jamás ni sabe lo que es eso…

- No será para tanto… interrumpe, a veces, mi humano.

- ¿Cómo que no es para tanto? Si, encima, se ha rodeado de los más tontos porque no puede ser casual, tienen que haber sido seleccionados aposta. Todos del Opus, uno autista, otro acojonado y otra irresponsable.

- Se puede ser del Opus y no ser tonto, aventura mi humano.

- Se puede, pero se da muy raramente, de hecho yo no conozco ninguno, responde ella, en plan borroka perdida.

- Si no tienes más que verla, mírala, respondiendo en el Congreso como si ella fuera Demóstenes y el resto unos párvulos. Va de sobrada por la vida, como si no tuviera cinco millones de parados en sus cuentas y le van a dar una leche de mucho cuidado, insiste.

- Déjala que vaya como quiera y cuando se pegue la torta haces otra muesca en tu culata, le aconseja mi humano para quitarle hierro al asunto.

Pero ella vuelve un día y otro al mismo tema, como antes hiciera con don Valeriánico y antes con don Tino y antes con don Chuchi. Mi humana es de piñón fijo, ya se lo he dicho, pero es cierto que ahora está particularmente picajosa.

- Van a desmantelar el estado de bienestar, protesta un día.

- Se han cargado los derechos de los trabajadores, acusa otro.

- Todo por lo que hemos luchado, a tomar por saco, insiste el siguiente.

Demasiado machaque para ser solo una rareza. Tenía que haberlo advertido pero la Niña me tiene absorta, me pasa con ella como a mi humana con sus jefes: estoy un poco obsesionada.
Hasta que la semana pasada vino y lo soltó:

- Creo que voy a jubilarme.

O sea, era eso, que se jubila. Quiere decir, ya no va a desfogarse en el trabajo, tendrá que hacerlo en casa. Todo el día aguantándola, no sé si voy a ser capaz de resistirlo.

- ¿Ya te lo has pensado bien?, pregunta mi humano, siempre solícito.

- Me han echado las cuentas y creo que no salgo mal parada, dice ella.

- Pues como a ti te parezca mejor, responde. Mi humano, por si no se han dado cuenta, siempre se pone parte de ella, mucha majadería tiene que ser lo que diga para que él le lleve la contraria. Lo cual tiene su mérito, no crean.

Le anima, sí, pero estoy segura de que piensa lo mismo que yo: la que se nos viene encima.