miércoles, 16 de mayo de 2012

Cachorrro flauta


Me van a provocar una úlcera de estómago. Una es una gata sensible y las discusiones me causan trastornos gástricos. Esto no tiene arreglo y vamos a peor.

La última bronca llevamos arrastrándola desde el día de la madre. Esas cosas de humanos. Cogen un día cualquiera y lo dedican a un asunto: a las mujeres, al trabajo, al cáncer, a los niños, aquello que tienen a mano todos los días y puede que ni les presten atención, de pronto les da por celebrarlo. Ese domingo era el día de la madre.

Cuando lo oí en la tele inmediatamente pensé en la Miss porque mi humana no se cansa de repetir que su nuera se cree que es la primera y única mujer que ha parido en este mundo.

- No será la primera en parir pero es la primera en darnos una nieta, contemporiza mi humano.

Además de la Miss, celebraban su día mi humana y Gigi, que se había trasladado desde la Bella Easo –mira que son dados los humanos a poner apodos a las cosas-. Y lo celebraron en esta casa. Me pregunto si no tendrían otro sitio mejor para sus reuniones, pero puede que sean manías mías. Cuando llegan, bufo a la Niña, lo hago siempre no porque me moleste la cachorra, que a este paso va a ser lo menos molesto de las visitas, sino para que sepan que yo estaba antes.

- La Chiti se ha hecho una gruñona, tendrías que llamarla la atención, dice mi humana al humano alfa.

El humano me coge en brazos, me asoma al cuco de la Niña y me dice lindezas con voz suave.

- Mira qué guapa es y no te hace nada, tienes que cuidarla y nada de bufidos.

No sé dónde le ven la guapura a esta cosa que, con casi tres meses, tiene edad para andar corriendo y sigue pareciendo un rebujillo de carne, o dormida o llorando. Entre tanta expectación, la Niña se despierta y mira a los humanos que se amontonan alrededor de su cuna portátil, que son todos. Hace pucherillos, no sabe si llorar o seguir durmiendo, cuando mi humano se adelanta y la coge en brazos. La Miss pone el grito en el cielo.

- No la cojas, que tiene que dormir y además se va a acostumbrar a los brazos, ordena. Los humanos asistentes ponen cara de la que se va a armar pero mi humano hace como que no la oye –y mira que es difícil- y se pone a jugar con la cachorra.

La Miss sale de la habitación y se lleva a rastras al Heredero. Ya fuera, abronca al padre de la criatura.

- Si vamos a tener siempre este plan, yo no vuelvo con la Niña, ya lo sabes.

- ¿Y qué quieres que haga yo? Si no te hace caso a ti, tampoco a mí, responde él.

- Pues alguien tendrá que leerle la cartilla, creo yo, la Niña no es un juguete y tiene que dormir a su hora, insiste ella.

Yo soy una gata –“una gata vieja y gruñona”, según mi humana- pero estoy por asegurar que a la Miss se le está cambiando el semblante. Si la miras detenidamente, aquella carita de chica inocente y enamorada ha dado paso a un esbozo de mater amantísima y dolorosa en transición hacia la mala uva. Hasta el tono de voz parece distinto. Aquella voz sedosa que tanto nos gustaba se ha metamorfoseado en un ordeno y mando. La oyes y piensas en la Otan inmediatamente. A la Miss no le ha sentado bien la maternidad, me parece a mí, por mucho que celebre su día.

La comida terminó regular porque los santos padres vascos también han descubierto la impertinencia. Y ustedes me disculparán porque no sé si en este caso les acomoda mejor el ser o el estar… impertinentes.

-  ¿Cómo podéis vivir en este barrio?, comenta Ignacio.

- ¿Qué le pasa al barrio?, responde mi humana.

-  ¿No hay muchos extranjeros?, insiste el consuegro.

- Menos que en Marbella y a ti te gusta veranear allí, replica ella.

Incluso para una gata vieja como yo resulta evidente que a Ignacio no le gustan los extranjeros de nuestro barrio, que no sé en qué se diferencian de los de Marbella porque nunca he estado en esa ciudad. A esta gata también le resulta evidente que a mi humana no le gusta Ignacio, no sé a los demás.

Total, que las comidas con la sagrada familia cada vez son más rígidas y protocolarias, no sé para qué se reúnen.

- Estos tíos cada vez son más impertinentes y tontosl’haba, se queja mi humana cuando se van todos.

- Ya, pero son los abuelos de la Niña, responde mi humano.

- También nosotros somos abuelos y no somos xenófobos ni maleducados, dice ella.

Arrastran el enfado unos días y luego se les va pasando. Normalmente, se les pasa hablando de la Niña. En esta ocasión, han empalmado enfados.

El sábado pasado, el Heredero y la Miss se tomaron un respiro materno-filial y fueron al cine. Era la primera vez que salían desde el parto. Comieron en casa, echaron la letanía de advertencias sobre cómo tenían que dar el bibe a la Niña, cómo tendrían que cogerla si lloraba, cómo tendrían que cambiarle de pañal si lo manchaba, etc., etc. y se fueron.

- Podríamos darle un paseo hasta el Prado, propone mi humano.

- Ni se os ocurra, que la Niña duerma su siesta en la cuna, responde la Miss.

Tan pronto como los papás ponen el pie en la acera, mis humanos cogen a la Niña, la meten en el cochecito y se van con ella a la calle. Exactamente, a la manifestación del 12M en la Puerta del Sol. Antes de salir, mi humana pega a la capota un cartel escrito a mano que dice: Cachorro flauta.

No hubiera pasado nada si la Miss y el Heredero se hubieran quedado hasta el final de la película pero a la Miss le entraron las prisas por ver a la Niña y a mitad de la peli volvieron a casa. Me encontraron a mí que no era lo que esperaban, ya comprenderán. Se sentaron a esperar a los fugitivos, como el sheriff se sentaba en el saloom a la espera de la balacera. A la Miss le iba aumentando la presión, se le notaba a simple vista.

- Te lo había dicho, la Niña no se puede quedar con tus padres, que son dos irresponsables. Peor aún tu madre, que ha criado un hijo y debería de saber lo que es un niño.

- Pues para ser una irresponsable no parece que lo haya hecho mal conmigo, tercia el Heredero.

- Sobre eso también podríamos hablar un rato, si quieres, pero ahora no tengo ganas, responde la Miss.

- Tendrás quejas, reta el Heredero.

- Las tengo, ya que lo dices.

- ¿Si? ¿En qué, si se puede saber?, insiste el Heredero.

Ganas me dan de salir a la terraza, pero me quedo porque, de lo contrario, ¿cómo podría contárselo?

- En que andas tú muy suelto para ser un padre responsable, acusa la Miss.

- También podría decir yo que andas tú muy agarrotada para ser una mujer comprometida, y no digo nada.

- ¿Cómo que mujer comprometida? ¿Qué más quiere el señor que le hagan?, clama la Miss.

- El señor, no sé lo que querrá pero a mí me bastaría con encontrar a mi mujer en casa y no sólo a un ama de cría, dice el Heredero.

- Pues te lo podías haber pensado antes de hacer un hijo…

En éstas que se oye la puerta y salen los dos disparados. Les sigo. La Miss se enfrenta con mi humana.

- Mira que os lo he dicho, no saquéis a la Niña, no la saquéis que tiene que dormir.

- La niña ha dormido plácidamente, responde mi humana.

- Todo lo plácidamente que se puede dormir en medio del barullo, claro, responde la Miss.

- Mira, guapa, no te pongas fundamentalista, que a los niños les conviene salir a que les dé el aire…

No le deja terminar. La Miss descubre el letrerillo en la capota.

- ¿Qué es esto?, clama.

- Un cartel. Hemos ido a la manifa de Sol y hemos querido que se notara que esta Niña va a ser una persona decente, responde mi humana, con ese punto chulín que le sale a veces.

- Lo que me faltaba por oir, vamos hombre, mi hija en una manifestación de broncas, dice la Miss.

- Tu mujer está un poco atacada de los nervios ¿no?, mi humana se dirige al Heredero.

- Déjalo, mamá, y no lo empeores, te dijimos que no sacarais a la Niña, no había pasado nada porque os quedarais en casa, dice él.

- Tampoco por sacar a la Niña, creo yo, pero si os hemos molestado, oye, otro día nos quedamos en casa y ya está, tercia mi humano alfa.

- Es que no va a haber otro día, contesta la Miss, y a este paso me tengo que pensar si vais a ver mucho a la Niña.

Recogen sus cosas, que los nuevos padres van a cualquier sitio como si se trasladaran de casa, y se van.

- Cachorro flauta, vamos hombre, mi Niña cachorro flauta, lo que me falta por ver, se oye a la Miss en el descansillo mientras llega el ascensor.