martes, 26 de junio de 2012

Vieja y rara


Yo soy una gata vieja, no lo oculto, pero discreta. Una gata casera vale más por lo que calla que por lo que cuenta, como dice mi humana de los periodistas. Yo me callo mucho más de lo que cuento pero si te provocan un día y otro día y otro día, llega un momento en que saltas (es una metáfora, yo estoy para pocos saltos, que hasta subir a mi sofá resulta cada vez más difícil).

Y miren que he aguantado con las despedidas jubilares de mi humana, que parece que es la única que ha llegado a los 65 años. Se ha despedido de los compañeros de antes, de los compañeros de ahora. De todo el mundo. No quiero contar cómo ha llegado a casa después de las despedidas por prudencia; sólo diré que mi humana es de las que se colocan con el sonido del corcho al salir de la botella. No digo más. Que si sabes lo que te pasa no bebas, un mínimo de cabeza.

Luego lo cuenta como si fuera una gracia.

- Tomamos un gintonic en la Café Central y llegué a casa un poco perjudicada.

Un poco, dice. Si no encontraba la cerradura, que tuvo que salir mi humano a abrir la puerta. Eso, después de recorrerse medio Madrid, que su amiga Mariflor la paseó para que se despejara.

El domingo vinieron Mamen y Charly a ver el futbol y, como ellas son de poco deporte, aprovecharon para ponerse al día. Yo me lo sé de memoria porque lo he oído como 33 veces cuando lo contaba por teléfono pero como Mamen es igual de aficionada a la narrativa, tuvieron para toda la tarde.

Que qué penita más grande, oye, tener que dejar de trabajar, con lo contenta que ella iba todos los días, que qué compañeros más majos tiene, que qué gusto… Cuánta hipocresía por metro cuadrado, si estaba deseando de jubilarse. Que los compañeros le regalaron un jamón y le pusieron las velas como si fuera una tarta, que le han hecho un calendario con las fotos de todos, que le han regalado una pluma superguay… Y luego, la fiesta. Es que la oyes y crees que ha estado en la de la Rosa de Mónaco, por lo menos. Yo no puedo con estas cosas, francamente.  

Lleva las fotos en un pincho que, en cuanto alguien se descuida, conecta al ordenador y te enseña. Cien fotos –o más- de la fiesta.

- Me quedé a cuadros cuando llegó la ministra, que yo ni la había invitado ni nada, ni se me había ocurrido, pero se presentó y estuvo de lo más maja. Yo había invitado al secretario de Estado, que es un tío más próximo, muy cariñoso, que, además, es de la tierra. Tom Sawyer se ganó a todos pero tenías que ver a la ministra colegueando como una más, oye, a mí me dejó flasheada del todo...

- Pues, fíjate, yo sólo la he visto en el Parlamento y parece un poco borde, dice Mamen.

- Será una borde en el Parlamento pero en el cuerpo a cuerpo es cariñosa y amable, te lo aseguro, la defiende mi humana.

Ahí la tienen, ella, que presume de roja, abrazada a su ministra como los borrachos a la farola.

- En esta foto tienes ojitos de haber bebido, observa Mamen.

- Sí, un poco de vino nada más, pero me hizo efecto y creo que me pasé haciendo discursos, confiesa mi humana.

- Cuando ví que empezaba a hablar pensé: verás cómo se ponga a desbarrar, tengo que sacarla a arrastras, pero se contuvo, explica mi humano alfa.

- ¿Qué dijiste?, pregunta Mamen.

- Que me alegraba mucho de haber llegado a ver una mujer en el ministerio y que procurara hacerlo bien por la cuenta que nos trae a todos pero que, si algo le sale mal, no se olvide de que antes que ella hemos tenido que aguantar a más de un ministro muy, pero que muy giliposhas, cuenta mi humana.

- Joer, es que no deberías beber fuera de casa, razona la amiga.

- Me han contado que le dije que aproveche el buen equipo de gente que tiene en el ministerio, pero de eso no me acuerdo. Y de lo que ella dijo tampoco.

- Estuvo muy cariñosa, sí, aclara mi humano.

- Una sorpresa, doña Rocío, de verdad, repite mi humana.

¡Acabáramos! Ahora es doña Rocío. La oigo y no puedo contenerme. Doy un bufido.

- ¿Qué le pasa a la gata?, pregunta Mamen.

- Que se hace mayor como nosotros, ya ves, responde mi humano, sin quitar los ojos de la tele.

- Cada vez más vieja y con más rarezas, añade mi humana.

O sea, que la vieja soy yo, ya ves tú la adolescente. Y rara… ¡quién fue a hablar! Estaba yo tan contenta porque se han llevado a la Niña unos días a San Sebastián con los otros abuelos y tiene que venir mi humana a ponerme de mal humor. Eso, y el calor que está haciendo en Madrid, me ha llevado al ordenador y que salga el sol por Antequera (que no sé dónde está ni qué quiere decir, pero es lo que dice mi humana cuando se le entufan las narices como a mí ahora mismo).

Tengo que contarlo o araño. Vieja rara yo. Pues anda que ella…

miércoles, 13 de junio de 2012

Mi colega Tigris



Mi amiga y colega Tigris está en fase de traslado de domicilio. Ganas me están entrando de irme con ella. Emigrar, como si fuera una gata rumana o húngara. Esta casa no es lo que era y mucho me temo que no volverá a ser jamás el hogar apacible y tranquilo que alguna vez fue. Una, incluso gata, va teniendo una edad para según qué cosas.

Si me quedo es por mi humano alfa, a pesar de su debilidad por la Niña. A la humana no hay quien le aguante en modo natural y menos ahora que está en fase de retiro. Toda la vida oyéndola despotricar con su trabajo, que no ha tenido ni un solo jefe de su gusto y ahora anda amurriada por los rincones, pensando en qué va a hacer cuando se jubile.

Me contengo para no maullarla: que aquí la que tendría que estar amurriada soy yo. No se hacen ustedes una idea de lo que puede ser mi vida con la humana todo el tiempo alrededor y sin nada que hacer. Sólo de pensarlo se me ha puesto la cola como el cepillo de un autolavado de coches.

Así estamos estas semanas: entrenándonos para el futuro. Ahí es cuando se me ha ocurrido la idea de emigrar con mi amiga y colega. Pero Tigris es una gata joven que tiene que hacerse una biografía y yo, en materia de biografías, estoy de vuelta. Preferiría conservar mi estatus, mi sillón, mi hueco al sol en la terraza, mi sitio al lado del humano alfa en el sofá. Tampoco mi humana está para trotes, pero ella no se da por aludida.

Lo de los jefes y mi humana es una cosa de estudio. Algo patológico. Lo coge un psiquiatra equilibrado –incluso si no es argentino- la pone bajo el microscopio, escribe lo que ve y le dan un Nobel.

Por alguna razón que a una gata se le escapa, la humana tiene dos jefes: el supremo, que ahora es jefa, y el vicesupremo, que es y siempre ha sido jefe. La ministra y el viceministro, también conocido como secretario de Estado, actualmente el conocido como Tom Sawyer. Cuando nombraron a la primera pareció ponerse contenta.

- Por fin una chica al mando, repetía alborozada.

La cosa duró dos telediarios. En cuanto la jefa empezó a abrir la boca, se acabó el idilio. Y la jefa es de las que hablan. Y obran. Lo primero que obró fue una reforma de las condiciones de trabajo, aspecto sobre el que mi humana es muy sensible.

- Nos llevan a la miseria, éstos nos llevan a la miseria, repetía afligida.

La ministra empezó un periplo mundial por todas las emisoras de radio, cadenas de televisión y prensa afines al régimen para explicar las bondades de sus propuestas. En realidad, la jefa se limitó a pasear el argumentario proporcionado por las mentes pensantes de su partido, repitiendo oraciones como si se hubiera tragado un chip con la grabación.

“España necesita empleos estables y de calidad para ganar competitividad y asegurar el crecimiento futuro y, de esa manera, el mantenimiento del Estado del Bienestar", declaraba en la Cope.

"Los principales objetivos de la reforma laboral son más empleabilidad, más estabilidad, más derechos, más flexibilidad interna en la empresa, más eficacia en las relaciones laborales, y más eficiencia en el uso de los recursos públicos", afirmaba en Intereconomía.

Cuando la ministra pretende aliviar la presión reformista introduce otros asuntos con similar procedimiento. Es lo que ocurrió cuando, en sede parlamentaria, afirmó que la soberanía reside en el Congreso, pasándose por el arco del triunfo el artículo 1.2 de la Constitución Española: La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.

A mi humana estas declaraciones le han ido sublevando el ánimo hasta extremos de difícil descripción.

- Es mentira, todo lo que dicen es mentira. Están devolviéndonos a los años 50 del siglo XX, brama al oir a su jefa.

- Esto es la legalización de la esclavitud, insiste.

- Han dejado el mercado laboral en manos de los empresarios, apunta como discurso alternativo.

Así llevábamos varios meses cuando la jefa se desplazó al sur para algún menester ministerial. Embargada quizá por la emoción del solar patrio, se puso a largar y allí fue que dijo que la cosa laboral estaba en un tris de arreglarse por el favor de la Santa Patrona. La Santa Patrona del lugar es la Virgen del Rocío, imagen de mucho prestigio en el ámbito creyente.

- Ésta confunde la velocidad con el tocino o se ha privado con manzanilla, clamaba mi humana al ver las imágenes de su jefa. Desde ese instante, la ministra, antes Lurditas, ha pasado a ser Rociito y, salvo metedura de pata de alto nivel, así se va a quedar para los restos. Mi humana no hubiera tenido precio como bautista.

Mi humano y yo sabemos que la jefa hizo lo que todos hacemos en situaciones similares: un viva Castagena, pero el asunto del Rocío ha dado para muchos chascarrillos y raro es el programa de televisión que no se ha hecho unas risas a su costa.

  

El, de momento, último episodio ocurrió el domingo cuando en twitter salió un mensaje diciendo que la Rociito había sacado 5.000 y pico puntos en un juego de esos que tienen los móviles. Una cosa intelectual: aplastar bolas o matar marcianitos, no sé muy bien.

Cuando mi humana vio el tuit saltó como con resorte:

- Esto no es cosa suya, ¿de qué va a sacar tantos puntos con un juego de habilidad?

Al rato, un nuevo mensaje aclaraba que todo se debía a una travesura infantil. El niño de la ministra había cogido el aparato mientras su mamá entraba en trance a causa de la rueda de prensa en la que el presidente venía a negar –tarde y mal- lo que todo el mundo afirmaba a esas horas: que la economía española estaba secuestrada por los bancos y que el rescate se había fijado en una cuantía máxima de 100.000 millones de euros, que no sé cuánto es pero por las exclamaciones que oigo parece una cantidad exorbitante. 

Desde ese instante, mi humana está atacada de los nervios.

- No puede ser, no hay quien soporte un gobierno que nos lleva a la ruina, que no se entera de lo que pasa, que deja la gobernación en manos de la cofradía de la Ceoé de los Díaz Ferrán y de los banqueros de Rato.
Y aquí nadie dice nada, todos callados.

- El capitalismo es el único sistema que se adapta a todas las circunstancias históricas, trata de explicarle mi humano.

- No empieces templando gaitas con tecnicismos economistas, corta ella por las bravas.

¿Cómo quiere que alguien diga algo si ella no deja hablar?