Aquí seguimos, junto al mar. Viendo cómo pasan los barquitos, las nubes, los días, el tiempo… La novedad principal es que la Niña ha aprendido a andar. Todavía camina tambaleante, a trompicones y se arrastra por el suelo cuando se cansa de andar a dos patas pero ha demostrado que se sostiene de pie y que es capaz de trasladarse de un punto a otro si quiere conseguir algo.
Como todo en esta casa gira en torno a la Niña recordaré que ha cumplido su primer año. Para la ocasión ha venido el Heredero que, excepto en fechas señaladas, anda recorriendo el mundo. Por motivos de trabajo, dice.
Mi humano alfa organiza una fiesta que, más que un cumpleaños, parece una comunión. En un restaurante, con tarta, payasos y confeti.
- Un poco exagerado me parece. A ver si vamos a parecer la familia de Jesús Sepúlveda y Ana Mato, con tanto payaso y tanto confeti, protesta la humana.
- No hay miedo de que nos confundan, primero, porque la fiesta la pagamos nosotros y segundo, porque a mí no me pasa como al Sepúlveda, que su mujer no se enteraba de lo que ocurría en su casa. Para eso estás tú, siempre atenta, respondió mi humano.
Mi humano es así, dice las cosas con suavidad y dulzura pero, cuando lo piensas bien, te das cuenta de lo que ha dicho así, como dejándose caer. Siempre atenta, dice. Otro hubiera dicho: siempre refitoleando todo.
La fiesta está concurrida porque, además de los de casa, acuden los familiares que viven por aquí. No sé si lo he contado pero mis humanos tienen familia repartida por toda la geografía española. Una familia que se enracima como las cerezas: los primos de una rama se casan con los hermanos de otra, y así; hay que seguir el árbol genealógico sobre plano. Para que luego pontifiquen de la promiscuidad de los gatos.
La Niña sopla las velas y come su trozo de tarta. Ahí se termina su participación porque en cuanto empieza la actuación de los payasos se duerme.
- Ya te lo dije, que me parecía un poco exagerado, que es sólo un año lo que cumple la criatura, remacha la humana.
- Aprovechando la siesta de la Niña podríamos ir a pescar un rato, propone el Capitán.
El Capitán es primo de la humana, casado con una hermana de otra rama. Un ejemplo de lo que yo decía. El Capitán hizo la mili en la Armada y o le quedó buen sabor o le ha dejado algún trauma porque tiene el barco como otros tienen una querida: lo cuida, lo mima y lo mira más que a la legítima.
Mi humana, que iría al otro lado del mundo si el Capitán se lo sugiriese, tuerce el gesto imperceptiblemente porque no le gusta el barco. En mi opinión, lo que no le gusta es que se descubra que no es una loba de mar, como ella venía contando de otras aventuras marineras, y porque en cuanto cruzan la bocana del puerto, se marea. Pero al humano alfa le gusta la idea así que allá que se van ellos mientras el Heredero y la Miss vuelven a casa con la Niña.
Llegan como derrotados de la guerra. La Miss abrazada a la sillita de la Niña y el Heredero directo a la nevera para chutarse la cerveza en vena. Los miro y recuerdo los tiempos aquellos –tan próximos en el tiempo y tan lejanos en el espacio- en que en cuanto los humanos se daban la vuelta se morreaban y achuchaban con desesperación. Parece que les hubiera aplastado el tiempo. La convivencia es dura, dice la humana para justificar que ande cada uno por su lado. Pero todos, también ella, nos damos cuenta de que lo que les ocurre a esta pareja es algo más que el peso de la convivencia. No quiero filosofar ni elaborar teorías para que no me llamen pedante pero, aparte de que el chico tenga sus distracciones externas y la chica se esté tomando unas vacaciones matrimoniales, hay algo en su comunicación no verbal mutua que viene a decir: anda y que te den.
El Heredero se vuelve a Madrid al día siguiente del cumpleaños y la vida en esta casa recupera ese lento caminar de quienes no tienen horarios que cumplir. Los humanos leen la prensa, trastean con los aparatos electrónicos, pasean y, en cuanto asoma el sol, se apalancan en la terraza, espacio del que la Niña y yo somos los ocupantes principales. Pasamos el tiempo viendo el mar y las nubes pues por este lugar no pasa mucho más. Se nota que La Niña aún es cachorrilla en que tiene buena vista; ella es quien vigila el horizonte y, en cuanto aparece un barco en lontananza, me llama: Po, Po; entonces, ambas observamos con atención el paso de la nave hasta que vuelve a perderse en el horizonte. Así, horas. Cuando la apean de la silla corre a sentarse a mi lado. A veces me utiliza de almohada y otras me tira de los pelillos de las orejas. Entonces, me muevo y, a veces, bufo. Sólo por instinto de defensa, como la Niña llora si se cae. Cuando bufo, la Miss me grita.
- Como arañes a la Niña te corto las manos, me dice.
Yo sé que no piensa cortarme nada y me hago a la idea de lo que debe estar pasando esta criatura para estar tan borde. La Miss en este tiempo ha aprendido a hablar en “celés”, el idioma que utilizaba Camilo José Cela. No me parece raro, también la presidenta de Castilla-La Mancha habla en “cospedés” y el presidente del Gobierno en “rajoyés”. Es una manera de despistar, para adornarse, para distraer del mensaje principal o para desahogarse.
Ocurre que la Miss era una niña fina cuando empezó a frecuentar el trato con esta familia y tales expresiones parecían impropias de ella. Parecían, he dicho. Un día me gritó más de lo que suele y me dijo una barbaridad:
- Como hagas daño a la Niña, te corto los huevos.
Estoy ya un poco mayor para andar explicando a los jóvenes por qué ese empeño es metafísicamente imposible en mi caso. Antes bien, su expresión me hace comprender con aproximación en quién está pensando cuando grita y se desafora. En momentos como ese entorno los ojos y medito sobre las ventajas y desventajas de ser humana y/o felina. Me pregunto por qué el amor entontece de tal manera a las humanas. Por qué supeditan su existencia a otro humano que entretanto sigue su vida como si no ocurriera nada. Por qué subordinan su vida laboral a la de su humano cuando ambos son igual de competentes. Por qué la maternidad las convierte en feroces defensoras de sus crías frente al orbe entero.
Tanta filosofía acaba por rendirme y me duermo. Al rato aparece mi humano alfa, me coge en brazos y me susurra al oído:
- No hagas caso a la Miss, está asustada pero se le pasará.
Todo pasa, las alegrías y las penas. Incluso las vacaciones de invierno en la playa.
La de la tiza
miércoles, 6 de marzo de 2013
jueves, 17 de enero de 2013
Lo que se nombra
Sólo existe lo que se nombra, lo que se dice, lo que se cuenta. Se lo tengo más que oído a mi humana. Ella lo dice a propósito de las mujeres pero yo creo que esa es una verdad universal que vale para todo.
- Ahí tienes el caso de María Lejárraga, escritora y feminista, cuyas obras las firmó el marido, Gregorio Martínez Sierra. ¿Quién es el famoso? ¿Quién aparece como autor? El marido, a ella no se la nombra, nos recuerda de vez en cuando.
Otras veces le da por el valor del trabajo y nos vuelve a contar que, según la socióloga Mª Ángeles Durán, el PIB español se duplicaría si la contabilidad nacional computara el valor del trabajo no remunerado que realizan las mujeres: la gestión de la casa, la ayuda a la dependencia. Esas tareas que se consideran domésticas y a las que ningún hombre se siente llamado.
Una variante de este mensaje es el papel de los abuelos.
- Ayudo a mis hijos, dicen los abuelos que se quedan con los nietos, un día y otro día, mientras los papás de los niños trabajan diez horas diarias, cuando deberían decir que tapan las vergüenzas del gobierno de turno.
Aunque cuando más lo repite es a propósito de la violencia machista. Su teoría es que si en vez de llamarse crímenes pasionales se les calificara de crímenes machistas se identificaría a los matones como asesinos y no como amantes desesperados.
- Es necesario llamar a las cosas por su nombre, machaca la humana.
- Pooo, grita la Niña, y me mira.
Estamos en la terraza y yo finjo que sigo durmiendo, pero entorno los ojos y la veo cómo se sulfura al creer que no le presto atención.
- Poooo, llama de nuevo y señala con el dedo un barco.
Abro los ojos, la miro y, luego miro al mar. Estos días el sol anda jugando al escondite con las nubes. Ahora me asomo, ahora me escondo. En estos momentos, un rayo de luz se abre paso en los bordes de una nube grande y gris y se lanza directamente al mar. El barco parece navegar sobre una inmensa llanura incendiada.
-Poo, murmura la Niña, admirada, como yo, por la belleza de la escena.
Lo cuento aquí para que quede constancia oficial. La Niña, que no llama a su padre, ni a su madre, ni a su abuela, ni a su abuelo, me ha llamado a mí. Tengo que recordarle a mi humana que sólo existe lo que se nombra.
La nube gris, finalmente, se traga al sol. El barco navega ahora sobre un mar tan oscuro como la nube. La Niña me mira y se ríe.
- Poo…
- Ahí tienes el caso de María Lejárraga, escritora y feminista, cuyas obras las firmó el marido, Gregorio Martínez Sierra. ¿Quién es el famoso? ¿Quién aparece como autor? El marido, a ella no se la nombra, nos recuerda de vez en cuando.
Otras veces le da por el valor del trabajo y nos vuelve a contar que, según la socióloga Mª Ángeles Durán, el PIB español se duplicaría si la contabilidad nacional computara el valor del trabajo no remunerado que realizan las mujeres: la gestión de la casa, la ayuda a la dependencia. Esas tareas que se consideran domésticas y a las que ningún hombre se siente llamado.
Una variante de este mensaje es el papel de los abuelos.
- Ayudo a mis hijos, dicen los abuelos que se quedan con los nietos, un día y otro día, mientras los papás de los niños trabajan diez horas diarias, cuando deberían decir que tapan las vergüenzas del gobierno de turno.
Aunque cuando más lo repite es a propósito de la violencia machista. Su teoría es que si en vez de llamarse crímenes pasionales se les calificara de crímenes machistas se identificaría a los matones como asesinos y no como amantes desesperados.
- Es necesario llamar a las cosas por su nombre, machaca la humana.
- Pooo, grita la Niña, y me mira.
Estamos en la terraza y yo finjo que sigo durmiendo, pero entorno los ojos y la veo cómo se sulfura al creer que no le presto atención.
- Poooo, llama de nuevo y señala con el dedo un barco.
Abro los ojos, la miro y, luego miro al mar. Estos días el sol anda jugando al escondite con las nubes. Ahora me asomo, ahora me escondo. En estos momentos, un rayo de luz se abre paso en los bordes de una nube grande y gris y se lanza directamente al mar. El barco parece navegar sobre una inmensa llanura incendiada.
-Poo, murmura la Niña, admirada, como yo, por la belleza de la escena.
Lo cuento aquí para que quede constancia oficial. La Niña, que no llama a su padre, ni a su madre, ni a su abuela, ni a su abuelo, me ha llamado a mí. Tengo que recordarle a mi humana que sólo existe lo que se nombra.
La nube gris, finalmente, se traga al sol. El barco navega ahora sobre un mar tan oscuro como la nube. La Niña me mira y se ríe.
- Poo…
jueves, 10 de enero de 2013
Jueves al sol
Estamos en la terraza la Niña y yo tomando plácidamente el sol. De vez en cuando sale la Miss para comprobar que la Niña sigue atada a la silla, tal como ella le ha dejado.
- Eso es, muy bien, cariñito. La Niña tiene que estar quietecita y portarse bien como mamá le ha dicho, la repite tantas veces como aparece.
La Niña mira a su madre con cara angelical –que es la que tiene de serie- y, si acaso, hace un gesto con la manita para que la supermamá del mundo-mundial se mueva y no le quite la visión del mar, que es lo que de verdad nos gusta y nos entretiene a ella y a mí.
Cuando la Miss se va, la Niña señala con su dedillo el mar y dice “aba”, que, como ella y yo sabemos, quiere decir “agua”. Tan pequeña y ya ha comprendido la composición del universo. En cuanto se entere el humano alfa, se empeñará en que reconozcan internacionalmente la inteligencia precoz de su nieta y la humana tendrá que convencerle de que lo que hace la Niña es lo que hacen todos los niños del mundo. Esfuerzo inútil. Mi humano está convencido de que la Niña es un prodigio de la naturaleza como la Miss está convencida de que la maternidad la ha inventado ella.
A la Miss la maternidad le ha puesto la hormona de punta hasta extremos que yo desconocía que se pudiera poner. Por lo que deduzco, tampoco a la humana le parece normal.
- Yo creo que alguien debería explicarle a esta criatura que otras mujeres han parido antes que ella, murmura mi humana con la franqueza que le es propia.
- Déjala, es natural que esté emocionada después de haber traído al mundo una niña como la nuestra, responde mi humano con el embeleso propio de un abuelo primerizo.
- Joer, estoy rodeada, se lamenta la jubilada.
La cosa habría podido quedar así, en un juego floral sobre la maternidad y la infancia, si no se hubiera introducido una variable respecto a la que la humana es muy sensible: el trabajo de la mujer y su autonomía económica. El primer percance se produjo allá por el final del verano cuando ella entendió que la Miss debería pensar en reincorporarse a su oficina o adonde quiera que trabaje.
- ¿Qué vais a hacer con la Niña cuando vuelvas al trabajo? ¿Habéis buscado guardería o vais a contratar una tata?, preguntó de sopetón en la primera comida tras la reentré. En realidad, ella quería adelantarse por si a los papás se les había ocurrido endosarle la nieta a ella, aprovechando la jubilación.
- Aún no hemos decidido nada, respondió el Heredero, pero en el tono se notaba claramente que esa era una herida sangrante.
- ¿Cómo vamos a dejarla en manos extrañas, tan pequeña como es?, añadió la Miss con cara de espanto.
- A los siete meses hay muchos niños que se quedan con una tata y sobreviven. Para no hablar de los que, con menos tiempo, se quedan en las guarderías, dijo la humana.
- Por eso, entre otras cosas, vivimos en un mundo tan deshumanizado, argumentó la Miss.
- Por eso y, sobre todo, porque los que manejan el dinero están tratando de devolvernos a la época feudal, saltó la humana, mirando de reojo al Heredero.
- Bueno, mamá está bien que te diviertas con tus manifas pero no nos des el mitin, que no somos tus yayoflautas ni los desarrapados del 15-M, respondió el Heredero.
- Pues mejor ser perroflauta que capitalista explotador, dejó caer la humana.
- Estábamos hablando de la Niña, terció mi humano alfa, que no pierde de vista lo que verdaderamente le importa.
- De la Niña y del trabajo de su madre, añadió la humana.
- Me estoy pensando si vuelvo a trabajar o no, contestó la madre aludida.
- ¿Qué tienes que pensarte?, atacó la humana.
- Es que no sé si me merece la pena, dijo la Miss.
- ¿De qué pena hablas? No sé si te das cuenta de la cantidad de mujeres que quisieran tener un trabajo al que volver para sacar adelante a sus hijos y a su familia, insistió la humana.
- No sé si tú te das cuenta de que ese no es nuestro caso, apuntó el Heredero.
- En materia de derechos, cuando una mujer da un paso atrás todas las mujeres salimos perdiendo, mi humana no se anda con paños calientes.
- Si nos vamos a poner talibanes mejor lo dejamos, concluyó el Heredero.
- ¿Reivindicar el derecho de la mujer al trabajo es ponerse talibana?
- Reivindicar el derecho no, considerarlo un deber, a lo mejor, respondió la Miss a la suegra.
- Por lo menos, te garantizarás la excedencia, apuntó la humana.
- En el despacho son más bien partidarios de rescindir el contrato y reconsiderar el ingreso si luego quiero volver, pero he hablado con mi padre y me garantiza que puedo incorporarme a su empresa cuando quiera, explicó la Miss.
- Hay que fastidiarse con el empresariado humanista, como se moderniza la oligarquía, masculló la humana.
- ¿Qué tiene de malo que me quede a cuidar a mi niña si no necesito mi salario para comer?, preguntó la Miss.
- No tiene nada de malo pero muchas generaciones de mujeres hemos peleado batallas muy duras para compatibilizar dignamente la maternidad y el trabajo para que vengan ahora las niñatas a descubrir la maternidad como dedicación y realización personal exclusiva, explotó mi humana.
- Yo no soy una niñata, se defendió la Miss.
- Ni la primera mujer que ha parido, respondió la humana.
- No seré la primera pero en materia de maternidad, mejor es pasarse que no llegar.
Ahí nos dimos cuenta todos, incluida yo, de que la Miss puede tener la hormona alterada y, ocasionalmente, parecer un poco bobita pero que se trata sólo de apariencia. Llegado el caso, puede ser igual de harpía que la humana. O más. No sería el único descubrimiento de aquella comida.
- Mejor dejamos la cuestión porque creo que tenemos distintos puntos de vista. Ojalá nunca tengas que cambiar de criterio a la fuerza. Ojalá nunca descubras de golpe hasta qué punto es conveniente que la mujer tenga autonomía económica porque tu marido te cambia el horizonte, espetó mi humana con esa sangre fría que le sale a veces.
Todos se quedaron callados. Incluso el humano, con lo aficionado que es él a templar gaitas. Todos, también el Heredero al que, en ese momento, se le encendieron las mejillas. Mi humana se percató rápidamente. Yo también, no lo digo por presumir.
Cuando nos quedamos solos, la jubilada se lo contó a mi humano.
- El Heredero tiene un asunto.
- Pero ¿qué dices? Qué cosas se te ocurren, descartó él.
- Ojalá me equivoque pero creo que no. Le he visto ruborizarse y el Heredero no se ruboriza si no es que le han pillado con las manos en la masa.
- Pero, vamos a ver ¿En qué masa le has pillado?
- Es una cuestión de alusiones y sutilezas pero éste tiene un asunto, acuérdate de lo que te digo.
Si esto que les cuento ocurriera en un mundo literario, después de aquella comida se habrían desencadenado una serie de desencuentros y otros sucesos de trascendencia diversa. Pero esto que les estoy contando es la vida real y esta humana mía tiene esos prontos que le permiten decir rotundidades y luego seguir como que aquí no ha pasado nada. Al domingo siguiente, el Heredero puso una excusa y no fueron a comer, como era su costumbre, pero quince días después volvieron al redil y todos tan felices.
- Si piensas seguir haciendo descubrimientos guárdalos para ti, no vayan a dejarnos sin la Niña, advirtió el humano alfa.
No nos han dejado sin la Niña, aunque a mí no me hubiera importado mucho, francamente. La Niña va por casa más que antes. La lleva la supermamá que, lejos de apaciguarse, está cada vez más maternalmente focalizada. El término no es mío, es de la amiga psicóloga argentina de la humana.
- Dejálo y no te hagas mala sangre, la Miss focaliza su atención vital en la nena. Ocurre con frecuencia y, sorprendentemente, con más frecuencia entre las mamás jóvenes primíparas. Se le pasará cuando la pequeña vaya creciendo.
La pequeña va creciendo y la Miss sigue igual de fundamentalista y de focalizada. Quien no sigue igual es el Heredero. Primero, porque está mucho más ocupado y, luego, porque está mucho más ¿cómo lo diría? ¿Distante? Sí, distante puede ser el término. Ahora mismo, como varios miles de kilómetros de distante.
- Papi te manda besitos desde Frankfurt, le dice la Miss a la Niña. Otras veces es Nueva York o Londres o Singapur. Sitios que tienen una cosa en común: a ninguno se va en metro.
En Navidad fueron a San Sebastián con los papás de la Miss pero en Nochevieja le surgió al Heredero un viaje urgente.
- Si quieres podéis iros los dos, nosotros nos quedamos con la Niña, propuso mi humano.
- No, no es bueno mezclar lo personal con el trabajo, ya me quedo yo con la Niña, respondió la Miss por los dos.
Luego, cuando madre e hijo se quedaron solos, oí que la humana le decía:
- Tiene razón tu mujer, donde tienes la olla no metas lo otro.
- Es trabajo, mamá, sólo trabajo, respondió el Heredero con risita de conejo. Y cada día que pasa eres por hablada…
- Mayorcito eres y sabrás lo que haces y lo que arriesgas. Una cosa te digo sólo: nos quedaremos con tu mujer y con tu hija pero a mí no me tomes por tonta. ¿Vale?
Así que cogimos los bártulos, llenamos el coche hasta el retrovisor y aquí estamos, en la playa. Al sol, tan ricamente. Mirando cómo llegan las olas y rompen en la orilla, cómo se acercan y pasan los barquitos que van a pescar. Cuando se acerca un barco la Niña me mira, apunta con su dedillo y pone cara de asombro, con la boquita en O.
- Ohhh.
- Sí, cariño, es un barco, traduce la Miss si está cerca.
Oigo en la radio que medio país está aterido pero nosotros, de momento, estamos así, el jueves al sol.
sábado, 5 de enero de 2013
Lo que yo daría
Lo que yo daría porque el tiempo volviera hacia atrás.
Los humanos, la especie de humanos que frecuenta esta casa, hablan y no paran de la crisis. Que si la crisis económica, la crisis financiera, la crisis empresarial, la crisis laboral, la crisis de valores, la crisis, dicen y repiten. Sobre crisis podría impartir yo un máster.
Para irnos situando. Cuando yo llegué a esta casa –dejando aparte el hecho diferencial de que yo era joven- en ella vivíamos mis humanos y yo y, a ratos, el Heredero. Mis humanos se dedicaban a sus cosas y por casa paraban más bien poco. Cuando estaban, mi humana me hacía el mismo caso que ahora o menos pero mi humano vivía pendiente de mí, me cogía en brazos, me achuchaba, me preguntaba qué quería comer.
Llevaba yo una vida de lujo, aún me acuerdo.
El Heredero es muy de ir a su aire entonces y ahora. De vez en cuando traía una Rubia nueva y nos la presentaba. Otra Rubia de su vida, comentaba mi humana. Cada rubia venía a durar un trimestre de promedio. El Heredero tiene cierta inclinación por las rubias de piernas largas y aspecto de miss. Hasta que un día trajo a la auténtica Miss.
Al principio, la Miss nos cayó bien. Era simpática, cariñosa, parecía más lista que el Heredero y menos presuntuosa. A mí me pasaba la mano por el lomo y me decía palabras tiernas. Parece que al Heredero le hacía lo mismo. Nos conquistó. En el conciliábulo casero hubo acuerdo unánime de que era la mejor novia que se había echado el Heredero.
Nos dimos cuenta enseguida de que, además de simpática y cariñosa, la Miss era una tanqueta. Espectacular que te caes, como la definió Mamen, pero una tanqueta. Se le había metido entre ceja y ceja cazar al Heredero y, por más que él se defendió, lo cazó. Es verdad que estaba bien dotada, de lo que estaba a la vista y de lo que nos fuimos enterando, esto es, la fortuna familiar. Y el Heredero es muy mirado para las cosas susceptibles de ser contadas. Contadas de contar, no de narrar. Máxime si cotizan en bolsa y/o se imprimen en la Fábrica de Moneda y Timbre.
La conclusión ya la conocen. Mis humanos pidieron a Ignacio y a Gigi la mano de la Miss para el Heredero y, poco después, montaron un bodorrio del que aún se habla en el pueblo de mi humano alfa. Poco después, lo justito de después, según cálculos de mi humana y de Mamen, nació la Níña. Y ahí se acabó mi dicha.
Mi humano cree que no hay más niña en el mundo que la Niña de sus ojos. Mi humana cree que ser abuela es mérito que sólo tiene ella y nadie más. Mamen cree que, puesto que conoce al Heredero desde antes de nacer, la Niña es también suya. Y, por encima de todos ellos, la Miss está convencida de ser la primera y única mujer que ha parido una criatura y de que la maternidad ha sido y es su misión en el mundo.
Desde hace casi un año el mundo gira en torno a una niña que, por todo mérito, aún no ha aprendido a andar, que sólo sabe agarrarse al pelo, a las orejas o a la nariz de quien la coge en brazos, sonríe y hace gorjeos. Y para de contar. Esa es la Niña que les tiene sorbido el seso, ya ven. A mí me ignoran o me miran con suspicacia como si yo fuera un dragón dispuesto a comerse a la cachorra.
Por si no fuera suficiente con la Niña para amargarme la existencia, mi humana se jubiló este verano.
Lo que yo daría porque la jubilada volviera al trabajo. Volviera y se quedara, me refiero. Lo que yo daría por volver a la primavera, cuando toda la casa era mía la mayor parte del tiempo y sólo tenía que aguantar a la Niña y a los Herederos –de vez en cuando-. Mi castillo era mi morada. Todo eso se acabó desde el momento en que la humana se jubiló. Me tiene tan desesperada que hay días que añoro a la cuñada, no digo más.
¿Desesperada?, se preguntará Valdomicer, como si lo viera. Desesperada, si. Porque ahora a la humana le ha dado por viajar. Una afición loable que proporciona mucha cultura, me dirán. Y yo les daría la razón si no fuera porque, cuando se le mete una idea en la cabeza, embarca a quien se le pone por delante.
- Sería estupendo vivir junto al mar ¿verdad?, podíamos probar, se le ocurrió un día.
Desde ese momento mi humano, que es más de secano que el centeno, empezó a soñar con el mar. Y como ambos se retroalimentan, de pronto les entraron las prisas y no pudieron esperar al verano. Así que hemos estrenado mes y año –enero, 2013- a la orilla del mar. Observarán que he empleado el plural y han observado bien porque aquí estamos todos. Bueno, todos, todos, no. Falta el Heredero pero están la Miss y la Niña.
Yo no conocía el mar más que a través de la televisión. Y no es lo mismo, lo reconozco. La mar es grande y extensa como la tierra pero tiene movilidad propia. La contemplo desde la terraza, tumbada al sol. Durante horas, miro el ir y venir del agua. El primer día me asaltó una duda ¿Y si al mar le da por seguir moviéndose y llega hasta aquí? ¿Por dónde salirnos? Parece que no, que tierra y mar han llegado a algún tipo de entente y el agua se limita a hacer amagos de invasión para retirarse inmediatamente.
A la Niña también le gusta el mar porque se queda mirando como hipnotizada. Como yo, vamos. Hoy hemos tomado el café en la terraza. Hace una tarde primaveral a despecho del calendario. De pronto, mi humana coge a la Niña y le dice:
- Verás que morenita te vas a poner para cuando venga papá.
La Miss no dice ni media palabra. Mi humano hace como que no ha oído nada. Yo sigo mirando al mar. Para mí que el Heredero tiene otros planes. Otro que está como yo. Lo que él daría porque el tiempo volviera hacia atrás.
viernes, 7 de septiembre de 2012
Mi casaaa
El extraterrestre de E.T. me había parecido siempre un poco moñas y un quejica. Pues bien, he cambiado de opinión. Yo también quiero volver a mi casa. Mi casaaa.
Ustedes creerán, como yo pensaba de E.T., que soy una moñas total. No es bueno hacer juicios sin tener todos los datos. Me gustaría saber cómo estarían ustedes si les hubieran dejado un mes entero encerrada con la cuñada. No la cuñada de ustedes, la cuñada de la jubilada.
En este periplo estival que se están dando me han llevado a algunos sitios pero en otros no permiten entrada de animales. Animales de cuatro patas, quieren decir, porque he visto yo cada animalada humana que p’a qué. Pero una es una gata y no puede presentar pliego de alegaciones.
Sé también que esa es la excusa, la razón principal es que el Heredero y la Miss se han ido a la playa con la Niña. Para que vea el mar, dicen. Pero que la niña no sabe lo que ve; son ganas de liarla. Naturalmente, la jubilada y el humano se han ido detrás. Y en esos casos ¿con quién se queda la gata? Con Esmeraldita.
Se lo digo como lo siento: mi humano es un santo varón pero con las mujeres no ha tenido mucha suerte. Su hermana por un lado y la jubilada por otro. No sé si me explico. Menos mal que me tiene a mí. Soy la única que le quiere desinteresadamente.
Esmeralda es lo más parecido a una cruz que te puede caer en la familia. No trabaja ni fuera ni dentro de casa, no ha tenido un mal novio que echarse a la biografía, no ha dado un paso por sí misma en la vida, es aficionada a enredar entre unos y otros, por el gusto de enredar y por no callar, más que por maldad. A cambio de todo ello es monárquica de la rama Sofía de Grecia.
Ustedes se dirán, ejemplares de ese tipo las hay a toneladas. Las habrá, no lo dudo, pero díganme cuántas de ellas hablan con la reina todos los días. Esa es la cuñada con la que me han dejado.
- Tu hermana está como una chota, no sé si es buena idea dejar a la gata con ella, dice la jubilada, con la dulzura que la caracteriza.
- Totalmente, admite el hermano. Como una chota pero indefensa, cuidará de ella y la servirá de entretenimiento.
Para lo que hemos quedado, me digo cuando se van, para entretener a la loca ésta. Lo confieso, dije la loca ésta por las veces que se lo tengo oído a mi humana pero ni de lejos sospechaba hasta qué punto. No me voy a extender mucho, sólo unas pinceladas y ya me dirán qué les parece.
Lo primero que hace la cuñada al levantarse es mirar las noticias en el teletexto para ver qué se publica de la casa real en general y de la reina en particular. Y, con el veranito que han tenido, raro era el día que no encontraba alguna noticia.
- Mira que es triste, que se haya tenido que llevar ella sola a los niños a Mallorca para que puedan bañarse, mientras los padres se quedan en Barcelona. ¿Qué tendrán que hacer los duques que no puedan acompañar a su madre? Ay, no, claro, si me lo tiene dicho Ella. Es que Juanito no quiere verle ni en pintura. A Iñaki, se refiere, que mira que es guapo y buen mozo el chico este pero, hija, nos ha salido un randa. Leticia es que se pone mala con solo oir su nombre. Este nos lleva a la ruina, él solito va a traer la república, dice. Y, claro, Felipe ¿qué va a decir?, lo mismo. Es que está muy enamorado, mi hijo, muy enamorado. Que nos amenazó con irse de casa si no le dejábamos casarse con ella. El rey se puso hecho una fiera, yo es que le mato, a este chico es que le mato, si ya me lo avisó el caudillo, mano dura, tú lo que tienes que tener es mano dura para meter en cintura a esta gente. Mira lo que nos pasa, mano dura teníamos que haber tenido con tu hijo.
Ella, así, con mayúscula, es la reina, por si no se han percatado y Esmeralda me lo cuenta como que la reina le hiciera confidencias cada noche a ella sola en rigurosa exclusiva. Que dan ganas de decirla, que la jubilada también compra el Hola y se ve Corazón, corazón, que hasta yo me conozco como están las cosas entre los hermanos y cuñados de la familia Borbón.
- Qué penita me da a mí esta mujer, sigue dándome la brasa. Qué mala suerte ha tenido en la vida. Porque, fíjate la hija mayor, que la cases con tanta ilusión, que fíjate que boda hicieron en Sevilla, con un noble de los de toda la vida, que ahora cualquiera quiere serlo pero Jaime es noble de rancia estirpe –se lo juro, ella dice de rancia estirpe- y que luego le salga así, como le salió. Después de haberle hecho dos hijos, cómo son los hombres, Poe, unos egoístas, que si él no la quería que no le hubiera hecho dos hijos a la pobre mujer. Y eso que tuvo un aborto, que podían haber sido tres. Bueno, tampoco es que ella le hiciera mucho caso, a ver, una chica joven y de buen ver (pero ¿dónde tiene los ojos esta mujer para decir que esa chica es de buen ver?, hombre por dior, que hasta yo sé distinguir), ¿qué va a hacer con un soso? Pues eso, darle aire.
Qué sabrás tú, pienso, más que nada para distraerme.
Y luego, el marido, que eso sí que es una tragedia. Que te cases tan enamorada como ella se casó, que no hay más que verla en las fotos de la boda y que ella misma te lo dice, es que Juanito es el amor de mi vida. Porque Ella le llama Juanito, ya ves si es sencilla, porque otra cosa no será pero sencilla lo es del todo. Es una mujer con la que puedes hablar de lo que quieras, es culta, inteligente, guapa, educada. Claro, no va a serlo si es hija del rey de Grecia. Eso se nota, no como la pobre Leticia, que demasiado hace la criatura para estar a la altura pero no es lo mismo nacer hija y nieta de reyes que hija de una sindicalista y nieta de un taxista. No es lo mismo, las cosas como son.
Así todo un mes. A veces se le va el hilo y creo que se ha olvidado del asunto pero ella vuelve a lo suyo.
- Que no hay derecho, por muy rey que sea, no hay derecho que la humille de esa manera a la pobre mujer. Que no sabes tú lo que tiene llorado cada noche, cuando se queda sola. Porque, para que te enteres, no duermen juntos. Hace años que cada uno tiene su habitación y su cama. Pues cuando se queda sola, ella no hace más que repetir, pero ¿por qué me hace esto a mí? ¿A mí, que soy la reina? Eso me pregunto también yo, ¿por qué le hará eso a Ella, con lo buena persona y lo maja que es? Pero los hombres, ya se sabe, van a lo suyo. ¿Por qué te crees que no me he casado yo?
Mayormente, porque nadie se lo ha propuesto, pero no la interrumpo ¿Para qué?
- Porque no quiero que me pase como a Ella, que se tenga que ver a la otra en las portadas de todos los periódicos y leer que en España hay dos reinas. Vamos, ¿dónde se ha visto una cosa asi? Que vaya papelón, que te llamen del Boswana para decirte que tu marido se ha estrompado cuando estaba con otra más joven que tu. Que luego quisieron taparlo con lo del safari y lo del elefante pero él estaba a lo que estaba, que lo sé yo.
Peor aún es cuando salió el Hola con los príncipes herederos y las dos infantitas en Mallorca. Que aquello es como que te echaran azúcar por encima y te refrotaran. Toneladas de azúcar. Puaf.
- ¿A quién crees tú que se parece Leonor?, me pregunta un día. Es de las veces que más he sentido no tener voz humana para decirle: al repartidor del butano. A ver si así le da un patatús, se calla y me deja en paz de una vez.
- Me la podíais dejar a mí, que la entiendo y la cuido mejor que vosotros, propone la cuñada cuando mis humanos vuelven del viaje.
Mi humano se calla y yo me pongo en lo peor. Les miro con cara de angustia. No, la angustia no vale para este momento. Me acuerdo del gato con botas de Shreck y pongo ojitos a mi humana.
- Pero ¿qué dices? Si la gata es como de la familia, ya te la hemos dejado bastante, oigo a la jubilada.
No doy saltos porque no estoy para alardes y para no dar pistas pero me siento como la gata amiga del gato con botas. Ah, de paso, les informo que Esmeralda se da un aire a Fiona.
- Tu hermana está como una chota, lo que yo te diga, dice la jubilada cuando ya estamos en el coche. Te cuenta las cosas de la reina como si hablara con ella.
- A lo mejor habla, por falta de tiempo y de dedicación no será, responde él, La jubilada le rie la broma.
¿Broma? A ver si es contagioso.
martes, 4 de septiembre de 2012
Con la Benemérita hemos vuelto a topar
No saben ustedes qué veranito me están dando mis humanos. A la jubilada y al humano les ha entrado una especie de hormiguillo que les impide quedarse quietos en ninguna parte y se han echado a la carretera como si fueran adolescentes. He perdido la cuenta de los kilómetros recorridos. Media España y una esquina de Francia, no les digo más.
Mi humano es un hábil conductor, aunque solo sea porque lleva más de 50 años sobre ruedas: en bici, en carro, en tractor, en moto, en coche.
- Conduce con mucha seguridad y tiene buenos reflejos, asegura la jubilada cuando alguien protesta por alguna maniobra o por la velocidad.
- Ay, mi niña no vuelve a ir con vosotros, que le va a dar vértigo, protesta la Miss. Pero la Miss está en modo protesta y no le hacen mucho caso.
- A ver con quién va a estar la niña más segura que conmigo, se defiende mi humano. La Miss no responde porque va lívida. La jubilada va en modo “sí cariño”, como suele.
Mi humano es un hábil conductor, decía, pero con un hándicap. La Benemérita Guardia Civil la tiene cogida con él. Tanto es así que, cuando se encuentran un coche patrulla en la carretera mi humana le dice invariablemente:
- Párate en el arcén hasta que nos pierdan de vista.
Unas veces lo hace y otras se viene arriba y sigue. Resultado: una multa por año. A cual más injusta. Ninguna le quita puntos, sólo la paciencia y un mínimo de 100 euros. El impuesto revolucionario, lo llama la jubilada.
Hace dos años, iba por la autovía A-1 a su velocidad de crucero cuando se encontró en el carril izquierdo con un vehículo que circulaba a 60 kilómetros, impidiendo adelantar a los coches que le seguían. Permaneció así un rato hasta que le pudo la impaciencia y dio una ráfaga al coche de delante. Automáticamente, apareció una mano por la ventanilla del coche lento y de la mano una lucecita que identificaba al vehículo como de la Guardia Civil. 100 pavos.
Luego se enteró de que en esa zona la patrulla utilizaba la misma maniobra para hacer pasar por caja a incautos.
- Te han pillado como un pardillo, le dijo el Heredero.
- Pienso recurrir, respondió mi humano.
Recurrió, efectivamente, y el Cuerpo le respondió que tenía mucho gusto en cartearse con él las veces que fuera menester pero que no le devolvía ni un céntimo.
En otra ocasión, les pararon mientras mi humana andaba enfrascada en el mapa de carreteras buscando una vía para volver a casa. Un civil joven al mando y uno mayor de segundo.
- Va usted distraído, dijo el guardia civil joven a mi humano.
- Voy atento y prueba de ello es que no me he salido del carril, respondió éste.
- Era yo quien iba mirando el mapa, mi humana se vio en la necesidad de intervenir.
- Pero mi mujer no conduce, conduzco yo, argumentó mi humano.
- Su mujer… o lo que sea, empezó el civil su discurso.
- Vamos a ver, le cortó mi humano, si cree que he incumplido alguna norma de la circulación sancióneme pero si no, déjeme seguir mi camino y siga usted el suyo.
Se libró porque el civil joven se percató de que había metido la pata. Es la excepción anual.
- Lo que más rabia me da, se queja mi humana, es de que la única verdad siempre es lo que ellos dicen. Es como si tuviésemos que pagar el impuesto revolucionario anual.
El impuesto de este año estaba escrito en las estrellas porque ni siquiera teníamos que pasar por aquella carretera pero se nos despistó la entrada de la autopista y cuando nos dimos cuenta estábamos en la N-II.
De pronto, nos topamos con una pequeña caravana. ¿A qué se debe la retención? Exactamente: a que va la Guardia Civil. Todos quietos.
- Tú tranquilo, aconseja la jubilada.
Tranquilo, pero va adelantando posiciones hasta que se queda detrás de la furgona que, a su vez, va detrás de dos camiones de gran tonelaje. Al cabo de un tramo se abre una recta y mi humano hace indicación de adelantar e inicia la maniobra. Cuando está adelantando en mitad de la carretera, la furgona da las luces de adelantamiento y sale del carril pero se percata de la maniobra de mi humano y vuelve a su posición.
- Échate para atrás que estos no te perdonan que les adelantes, dice la jubilada (que más sabe el diablo por viejo, etc, lo reconozco).
Pero mi humano, que cuando tiene razón es un poco echao p’alante, adelanta a la furgona y a los dos camiones antes de la prohibición de adelantar.
- Un poco justo has ido, comenta la humana.
- Me han sobrado 100 metros por lo menos, a pesar de que el tonto del culo de guardia me ha cortado la maniobra, responde el conductor.
Cien metros no, pero alguno sí le ha sobrado. Los humanos siguen adelante deleitándose en el paisaje hasta que, varios kilómetros y un buen rato después la furgona nos alcanza, nos adelanta y nos hace ademán de parar.
- Cagüen la leche, con lo bien que íbamos, dice la humana.
- Y lo bien que vamos a seguir yendo porque no he cometido ninguna infracción, asegura mi humano.
Aparcamos –la furgona y nosotros- en una rotonda. Provincia de Zaragoza, reza un cartel junto al coche de la Guardia Civil.
- No te pongas chulito ni discutas con él, déjale que se luzca si quiere, aconseja mi humana.
- Yo no me pongo chulito nunca, pero este no se ríe de mí, asegura mi humano.
De la furgona sale un civil entrado en años y se dirige a nosotros como Gary Cooper en “Solo ante el peligro”, deleitándose en la escena.
- A ver, la documentación.
- ¿Por qué me para, si puede saberse?, pregunta mi humano.
- Porque ha pisado la línea continua al adelantar, responde el civil.
- No señor, no la he pisado, a pesar de que usted me ha dificultado la maniobra.
- Yo no le he dificultado nada. Usted ha pisado la línea continua porque ya iba justo al adelantar, insiste el Cooper civil.
- Déjalo, no discutas, repite mi humana en voz baja.
- No voy a consentir otra vez que se salgan con la suya, se lamenta mi humano.
Le da la documentación, el civil la coge y vuelve a la furgona como si desfilara para la Cibeles Fashion Week.
- No te sulfures, tengamos la vuelta en paz, repite la humana.
- ¿Que no me sulfure? No he pisado la raya, se ponga como se ponga este tío.
- Pues díselo pero no vocees.
- No voceo.
- Sí voceas, me estás voceando a mí, dice la humana.
- No voceo, estoy hablando en alto.
Los civiles se lo toman con calma. En la linde de la provincia de Zaragoza cae un sol de plomo que sube la temperatura en el coche parado. Mi humano emplea el tiempo en jurar en arameo contra la Guardia Civil en general y contra el civil que le ha tocado en desgracia en particular.
- Tú ponte así, verás como terminamos, advierte la humana.
El civil baja de la furgona y se dirige de nuevo hacia nosotros, mete la mano por la ventanilla del conductor y le entrega un papelito que mi humano ni mira. Se baja del coche y ambos discuten a gritos.
- Ni se imagine que pienso aguantarme que me multe porque a usted le dé la gana.
- Pues no se aguante y no le multo porque me da la gana sino porque ha pisado la línea continua, responde el civil.
- No he pisado la línea continua, no la he pisado, diga usted lo que quiera, repite mi humano a voz en cuello.
- Y dé gracias que ha dado conmigo, que si da con otro compañero le pone otra multa por no haber dejado la suficiente distancia entre el camión y su coche al adelantar.
- Estoy hasta los cojones, mire lo que le digo, hasta los cojones de tener que aguantar que lo que ustedes digan sea la única verdad, sigue mi humano.
El civil le mira como si oyera llover. Mi humana se baja también y va hacia la furgona, de la que sale el segundo civil, un hombre más joven, con gafas, que lleva varias fotos en la mano.
- Que no he pisado la línea continua le estoy diciendo.
- Yo voy a veces en el helicóptero y desde arriba se ven bien las maniobras, mire, dice el civil joven mostrando una de las fotos en la que se ve a un coche invadiendo el arcén contrario en zona prohibida.
- ¿Que yo he adelantado así? ¿Que yo he adelantado en prohibido el adelantamiento?, grita mi humano.
- No, quiero decir que desde arriba se ve todo.
Hasta mi humana interviene.
- Yo no conduzco pero puedo asegurarles que no hemos pisado la raya continua, dice.
- Usted puede decir lo que quiera, pero yo digo que sí la ha pisado y eso es lo que va a misa, responde el civil mayor, en plan autoridad competente.
Mi humano y éste se van calentando en la discusión que a poco tiene que separarles mi humana. A cambio, se pone trascendente.
- Mire, venimos de unas vacaciones estupendas que ustedes no nos van a amargar pero esta noche, cuando se vayan a la cama, los dos sabrán que la multa es injusta y que no han dicho la verdad.
- Esta noche dormiremos bien tranquilos, dice el civil joven. Mi humana le mira conmiserativamente, como diciendo vaya luces que te ha dado la providencia, majo.
Por fin, la humana agarra del brazo al conductor y ambos vuelven al coche. Cuando ya se ha abrochado el cinturón, se pone las gafas, coge el papelillo y lee: 200 euros.
- ¿Cagüen la madre que le parió!, brama la humana, pero sigue leyendo la papela.
- 100 euros si la pagas antes.
- No pienso pagar esa multa, voy a hacer un recurso y no la pago. Estoy hasta los cojones de estos tíos.
- Muy bien, tú haces los recursos que te parezcan pero primero pagas los 100 euros, antes de que se conviertan en 300.
- Que no pago, repite mi humano como un mantra.
- Mira que te he dicho que no te pusieras chulillo, reprocha la humana.
- ¿Yo me he puesto chulillo? ¿Yo?
- Los dos. Como dos adolescentes, a ver quién la tiene más larga. Mi humana cuando se pone fina dice esas cosas, no crean.
- Bueno, si nos vamos a poner así, mejor lo dejamos, propone el humano.
- Mucho mejor, donde va a parar, acepta la humana.
Al cabo de un rato, el conductor vuelve a la carga.
- Es que siempre me van a tocar a mí los más merluzos del cuerpo.
- Pues da gracias. Peor sería que nos tocaran los abnegados, esos que se dejan la piel rescatando viajeros de la nieve o sacando heridos y muertos de coches destrozados, concluye mi humana.
martes, 31 de julio de 2012
¡Sorpresa!
Olvídense de lo que les dije respecto al jubileo de la reina de Inglaterra. Los fastos del jubileo de mi humana van camino de dejar a los reales en una fiestas de barrio. Lo del pasado fin de semana fue la traca. Por el bien de todos, espero que sea la traca final porque ni ellos ni yo tenemos ya cuerpo para más jolgorios.
Ahora nos hemos venido al pueblo. Con el cuento de que en Madrid hace mucho calor, nos hemos trasladado. Vienen sin prisa, lo que quiere decir que hemos aterrizado para todo el verano.
Mi humana está totalmente suelta, ahora que no tiene que volver a trabajar. Se pasa el día haciendo planes y embarcando en ellos a mi humano, que se presta de buen grado.
- Y luego, nos vamos a la playa, propone un día.
- Vale, responde mi humano.
- Y luego, podemos ir a Bilbao al Guggenheim, dice otro día.
- Vale, dice mi humano.
Se le ve distraído pero ella no se percata. Yo oigo retazos de conversaciones y ato cabos. El Heredero y la Miss con alguien más de fuera que no logro identificar, andan maquinando algo.
- Yo apoyo lo que hagáis pero no me impliquéis que tu madre me lee el pensamiento, dice mi humano.
Los padres de la Niña se pasan el tiempo en el ordenador y al teléfono. Distracción que mis humanos aprovechan para requisar a la Niña y pasearla por el pueblo y alrededores.
- Están confirmados los de Madrid y los de Tarragona, también los de Barcelona, los de Cáceres y los de Zaragoza. Algunos no pueden venir porque les pilla de viaje o con compromisos, oigo a la Miss.
Por fin consigo entenderlo: están preparando una fiesta con la familia de mi humana y algunos amigos. Una fiesta sorpresa. Que ya es milagro que sea sorpresa porque medio pueblo está en el ajo. La Miss está hiperactiva; creo que quiere hacer méritos después de la racha morruda que hemos aguantado. El Heredero sigue taciturno, pero en él va siendo habitual. Mi humana en la inopia, igual de habitual.
Cuando me entero de que uno de los organizadores del evento es Valdomicer, del blog Andanzas y Rutinas y una de las asistentes Pilar de Abalorios, me entran los veintiún males. Éstos se van de la lengua y mi humana descubre mis andanzas en su blog, me digo. Me lamo el pellejo por si acaso es la última vez que puedo hacerlo.
La cita fue el sábado, en el salón parroquial, cedido para la ocasión. Han preparado varios ganchos para llevar a la jubilada al lugar, precaución innecesaria porque ella está totalmente in albis. Cree que van a comer con los primos como cualquier otro sábado.
- A ver si vamos a pillar a alguien rezando, dice mi humana cuando se aproximan al local. A veces, se cree graciosa, ya ven.
Abren la puerta y el salón está a oscuras. Sólo se distinguen los pies de los más próximos a la puerta.
- Justo, están rezando, dice mi humana, un segundo antes de que enciendan la luz y empiece a ver visiones.
- ¡Sorpresa!, gritan todos.
- Pero, pero, pero… es todo lo que alcanza a decir, la discípula de Castelar.
Cuando distingue a la mujer de Valdomicer está a punto de desmayarse creyendo que ve una aparición, pero luego ve a Pilar de Abalorios, a su santo y a los primos de los cuatro puntos cardinales de España y, por una vez, es verdad que se queda muda. Abrazos, lágrimas, risas, besos, otra vez abrazos. Cómo son de sobones estos humanos.
Cuando han dado varias veces la vuelta presentándose unos a otros y volviéndose a abrazar, mi humano dice a los blogueros.
- Mirad que os enseño que nieta más guapa tenemos.
- Si no os importa, acaba de dormirse, protesta la Miss, inútilmente.
Mi humano coge a la niña en brazos y la enseña como si fuera el tesoro de un galeón español del siglo XVII.
- No me digáis que no es la niña más bonita del mundo, dice a los recién llegados.
Todos se ven obligados a asentir: en efecto, esta Niña sólo es comparable a la Niña de los Valdomicer. Entonces, oigo que éste pregunta por mí.
- ¿Qué tal Poe?
De esta no me libro: ahora se van de la lengua y empiezan a contar que me leen y esas cosas. Del susto, me entra tiritona.
- ¿Cómo sabes que nuestra gata se llama Poe?, se sorprende mi humano.
- Nos lo habrá dicho tu chica, está al quite Abalorios.
No me atrevo a asomarme pero mi humano levanta las almohadas donde me he cobijado y me presenta. Sigo con la tiritera. Entonces, noto la mano de Valdomicer que me acaricia, mientras Pilar de Abalorios me guiña el ojo:
- Mucho gusto en conocerte, Poe.
Respiro. La tranquilidad me dura poco. Empiezan los brindis –mi humana está concisa, es verdad que la emoción le ha dejado sin palabras- la comida, más brindis, el regalo, las fotos, otro brindis, los cafés, las copas, los bailes. Son incansables.
Los hay de toda edad y ninguno se queda quieto. Los hay que bailan bien y los hay que hacen el gigantillo, como mi humana. Alguno se enchispa. Y que luego se diga de los humanos que es la especie inteligente…
La fiesta se prolonga por la noche y un poco al día siguiente. Luego, cada mochuelo a su olivo. Mi humana sigue dándole vueltas a cómo es posible que ella no se hubiera enterado de nada.
- Ya veo lo bien que sabes mentir, le reprocha a mi humano con la boca pequeña.
- No te he mentido, si me hubieras preguntado te lo hubiera contado. Eres tú la que no has preguntado, se defiende él.
Cuando volvemos a la normalidad, la jubilada advierte.
- Doy por terminados los fastos del jubileo. Porque entre excesos sentimentales y gastronómicos, veo que no llego a cobrar la pensión.
Yo los miro a ambos y me relamo disimuladamente. He llegado a la cúspide: ¿Qué más puedo pedir a la vida? ¡He conocido a dos blogueros de pro!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)