martes, 19 de enero de 2010

Economía en el subsuelo


Si te fijas bien, en la cara de don Tino se distinguen dos niveles de expresión: la parte superior – los ojillos – esconde una sonrisilla de hombre que sabe lo que no está en los escritos; la parte inferior guarda la compostura propia del cargo de ministro.

Don Tino es lo que los americanos llaman un self-made-man, un hombre hecho a sí mismo, ejemplar que los yankees valoran mucho pero que por estos lares goza de menos predicamento, especialmente en determinados niveles, pongamos la alta política, la alta economía. (Iba añadir que aquí la economía y la política raramente son elevadas pero este año me he propuesto no ser malévola, así que no voy a romper el propósito en enero, esperaré al menos al verano). Aquí, si eres un Jiménez de los Altos Cerros y los Largos Trenes Expresos tienes mucho ganado aunque en el acontecer diario seas un berzas. En cambio, si eres un López-García-Martínez-Fernández has de andar con cuidado que, al mínimo error, te dejan en la cuneta después de advertirte que la política y la economía no es cosa de advenedizos.

Don Tino, iba diciendo, nació en 1949 en Valverde de Leganés, un pueblo pacense, el menor de seis hermanos de una familia de labradores. A los 13 años emigró a Cataluña siguiendo a dos de sus hermanos que se habían trasladado con anterioridad. Se empleó como aprendiz de imprenta. Hizo la mili, se casó en 1973, y en el 76 se afilió al PSOE, desde donde pasó al PSC en 1978. Hasta aquí, una historia como la de tantos españoles de la época. Pero el chico debió salir listo, o algo vieron en él los socialistas catalanes porque, lentamente, sin mucho ruido, se hizo primero concejal, luego alcalde de Hospitalet, después diputado provincial, más tarde vicepresidente de la Diputación de Barcelona y, finalmente, presidente del organismo provincial. Ahí estaba cuando le llamó Zapatero.

- Que he pensado en ti para el Ministerio de Trabajo e Inmigración, debió decirle.

- Que sea lo que haya de ser, debió responder don Tino.

De la dulzura de aquel momento ha debido de quedarle la sonrisilla esa a la que me refería. A las peripecias posteriores habrá que atribuir el rictus serio restante.
Porque, desde aquel instante gozoso, a don Tino le ha pasado casi de todo. A saber: le han recordado como tropecientas veces que no ha pasado por la Universidad; los empresarios le han hecho innumerables cortes de manga; los inmigrantes, que se supone eran su especialidad, han vivido sus peores horas; el empleo, su otra competencia, ha caido en picado; (de nada de lo cual será responsable, pero ya son coincidencias) y cada vez que habla en público, aparece un voluntario dispuesto a llevarle la contraria.

La última ocurrencia – de ocurrir, no de idea inesperada – coincidió con la presentación de datos sobre la actuación de la Inspección de Trabajo, intensificada durante 2009, con el fin, decía don Tino, de “minimizar la economía irregular, estrechamente vinculada a situaciones de precariedad laboral, explotación y siniestralidad laboral”. Es decir, para evitar que, con el cuento de la crisis, la gente omita sus obligaciones laborales o empresariales.

Bueno, pues don Tino, sin andarse con remiendos, añadió que la economía sumergida podía cifrarse entre el 16 y el 20% del PIB. Como se deduce por su propia naturaleza, es harto complicado calcular qué y cuánto se mueve en negro, por debajo de la economía y el empleo declarado pero es evidente, que de aflorar ese empleo las estadísticas oficiales de paro serían menos abultadas.

La declaración del ministro penetró en algunos ambientes como un panzer. Salió raudo y veloz el secretario de Estado de Economía para decir que a ver quién es el listo que cuenta las empresas que trabajan en negro. ¡Mucho bocazas hay suelto por aqui!, debió murmurar la ministra Salgado, al pasar junto a él en el Consejo de Ministros.
Resultado: don Tino llegó al ministerio cariacontecido, seguido de cerca por Manolo, su portavoz.

- Te lo tengo dicho: que nos tienen manía, decía el portavoz.

- A este paso, no sé yo si terminamos la legislatura en Madrid, respondía el jefe.

- Mejor, terciaba Manolo, que no es exactamente un entusiasta de la capital, nos volvemos a l’Ho (Hospitalet de Llobregat para los no iniciados) y a los madrileños que les vayan dando.

- Mejor, mejor, será para ti, murmuraba don Tino, a quien tampoco le entusiasma Madrid pero que le ha cogido gustillo al lugar. Ahora que una cosa te digo, hoy me he callado porque estaba la Aído delante y sólo me falta que ella me saque tarjeta roja por llevar la contraria a una ministra, pero en cuanto me encuentre a la Salgado a solas, voy a preguntarle cómo se explica ella que con casi cuatro millones de parados todavía nadie haya puesto cerco a su ministerio.

- Ni al tuyo… rezongó Manolo.

5 comentarios:

Valdomicer dijo...

¡Qué dura debe ser la vida de un mistro...ni!
Perdona. ¿Dónde dice noveles....no querrás decir niveles?. Un viejo maestro de escuela se fija mucho en esas cosas.
¡¡¡¡¡Cópialo cien veces!!!!!
Besos.

Uma dijo...

Me gusta la ironia y el desparpajo con el que escribes, pero he de confesarte que pillo mas bien poco!
y me gustaría estar mas metida en harina pero es que no me sale!!
En fin que en todas las profesiones cuecen habas! y en la de mistros..ni ni te cuento!

La de la tiza dijo...

Valdomicer: gracias por la corrección. En efecto quise decir niveles, no sé en qué estaría pensando. Eso es lo que en el viejo periodismo se llamaban "los duendes de imprenta".
Uma: una escribe de lo que conoce, las ordenanzas de quienes ordenan... es lo suyo.

En la Plaza Europa dijo...

Por aqui nadie lo llamaba así, los intimos le decian Celes, pero el se presentaba como el 007: Corbacho, Celestino Corbacho. No puedo negar que lo de Tino tiene cierta gracia, aunque menos que lo de llamar Manolo al exquisito Manel, famoso por sus looks imposibles.

Pues si que empieza esto a oler a The End, por la ciudad los mentideros ya lo dan por amortizado y esperan con interés saber a que se va a dedicar en su cada vez mas próximo retorno. Una cosa es segura, éste no se podrá ir a dar clases a ninguna cátedra. Y es que cuando no se tiene ni el bachillerato cuesta convencer a los decanos para que te den una oportunidad.

La de la tiza dijo...

Plaza Europa, hola, bienvenido a estos lares. Creo intuir que conoces el percal, incluso mejor que esta ordenanza.
En cuanto a Manolo, ojo, ojito no lo pierdas de vista. Es el listo de esta historia, el "pigmalion" a la inversa. Además, está dejando muchos pelos en esta gatera, un respeto.
A mi manera de ver, el beso con el que acaba esta la película se lo darán a don Tino en cuanto termine el semestre de la presidencia comunitaria. Y luego, Dios dirá.
Efectivamente, no parece que su futuro esté en la cátedra pero, vamos, que tampoco es que yo crea que la cátedra es hollywood. Ahí tienes a don Pepe Mari Aznar tan listo, tan curto, tan doctor, impartiendo doctrina urbi et orbi... Ahí le tienes. Y en otro nivel, recuerdo a algún ilustre ex ministro de Hacienda, valga para el ejemplo un tal Boyer u otro tal Solchaga, dedicados a sus cátedras y a sus docencias después de haberlas pifiado gloriosamente.
Yo es que soy más García-Fernández que de los Grandes Expresos. De don Tino lo que menos me molesta es que no sea catedrático...