viernes, 17 de septiembre de 2010

Esos locos bajitos

Después de la cita gastronómico familiar en la que anunciaron el próximo enlace de la feliz pareja en presencia de los ilustres progenitores de la novia, de la sagrada familia del novio y del apéndice de Mamen, el Heredero y la Miss partieron de vacaciones.

Para estos jóvenes ejecutivos agresivos no se puede hablar de vacaciones si el lugar elegido queda a menos de 8 horas de avión. Así que se fueron a Nueva York y la costa Este.

Cuando volvieron del viaje vinieron a vernos. Han traído un miniportátil para mi chico y un cojobolso de Prada para mí. El portátil es una virguería pero el bolso no le queda a la zaga. Es de una piel suave, con todos los archiperres propios de la marca, incluidos los correspondientes certificados de autenticidad.

- Que falsificaciones más auténticas hacen los chinos, les digo, agradecida.

- Totalmente, responde el Heredero.

La Miss se calla. La miro y se sonroja. Vuelvo a mirar el bolso y me entra la duda: no es una copia. Estos soplagaitas han comprado un bolso original, no te digo. Les habrá costado una pastizara y a mí me entrará remordimiento de conciencia cada vez que lo use, como si lo viera. La idea ha tenido que ser de la Miss. Al Heredero no se le hubiera ocurrido un detalle de ese tipo, estoy por asegurarlo.

Tengo que acordarme de explicarles, en otro momento más adecuado, que los bolsos son una de mis debilidades pero que de ellos me gustan por este orden:
a.- la capacidad y distribución.
b.- la calidad de la piel
c.- el diseño
d.- que no tenga logo y, si no queda más remedio, que sea discreto).

Se los ve contentos, a ella sobre todo. En un aparte, le dijo en voz baja al Heredero que tengo que hablar con él.

- Estoy liadísimo, me dice, se me ha amontonado el trabajo, con tanta fiesta.

- Pues hazme un hueco como sea, que es urgente, insisto.

- Ya te llamo, zanja él.

Como me conozco ese “ya te llamo” y como pasaban los días, hoy me he presentado en su despacho tres minutos antes de su hora de comer. La secretaria me dice que está solo y que no tiene compromiso para esta tarde. Buen comienzo. Espero que salga.

- He reservado mesa y te invito, le digo.

Le he cogido por sorpresa, se lo noto en la cara. No le queda más remedio que aceptar.

- A ver qué es eso tan urgente que te preocupa, pregunta, una vez que hemos pedido la comida.

- Para empezar, quisiera saber desde cuando estás tan rendidamente enamorado como para aceptar una boda como la que te has embarcado, si eso ocurrió antes o después de conocer los planes empresariales del padre de tu novia.

- Lo que tú quieres es que te cuente una de Corín Tellado, ironiza el pollo.

- Me serviría con que me contaras la verdad, respondo.

- La verdad, la verdad. ¿Qué verdad quieres que te cuente?

- Por ejemplo, si estás enamorado de esa chica, si la quieres lo suficiente como para comprometerte a compartir tu vida con ella. Y si sabes donde te has embarcado, propongo.

- La Miss me gusta más que me ha gustado ninguna otra chica. Es inteligente, más de lo que parece y más de lo que tu te crees, y divertida y está enamorada de mí. Es más de lo que suele ocurrirles a muchos hombres.

- Y tú, ¿estás enamorado de ella?, pregunto.

- Ya tenemos el folletín. ¿Qué quieres decir si estoy enamorado? ¿Si le hago versos y se los canto a la luz de la luna? Eso está pasado de moda.

- Tú sí que estás pasado de moda. El braguetazo es más antiguo aún que el folletín, resabidillo, contraataco.

- ¿Quién habla de braguetazo? Creo que yo no soy un mal partido, me gano bien la vida, alega.

- Pero ¿tú quieres a la Miss?, insisto.

- Pues sí, la quiero, no sé si como tu entiendes el amor, a la manera pastelona, pero tampoco me parece imprescindible ser Gustavo Adolfo Becquer para casarse. Más aún, observa que a todos los líricos les suele ir mal en el matrimonio, incluído el propio Gustavo Adolfo, bromea.

- Y el padre de la criatura, ¿qué tiene que ver en esta historia?, quiero saber.

- Nada, ¿por qué va a tener que ver algo?, se hace el despistado.

- Porque se ha montado una peli de Wall Street, no sé si te has dado cuenta, me pongo en plan chulito.

- No veo qué tiene de reprobable que su padre tenga planes que me incluyan, se defiende.

- ¿Cómo que te incluyan? Los planes son tan a tu medida que, si no fuera porque no quiero pensar mal, diría que te están comprando. O que te estás vendiendo, le reprocho.

- Mira que eres peliculera, se ríe. ¿Tú sabes lo que es el matrimonio?

- Al margen de definiciones jurídicas y religiosas, el matrimonio es un pacto de amor entre dos personas que tienen voluntad de compartir sus vidas respetándose y ayudándose mutuamente, contesto. No sé si la definción te cuadra, le digo.

- Cuánto daño hace la literatura a las almas sensibles – verdaderamente, este chico es capaz de reirse de su madre -. Por si no lo sabes, el matrimonio es un contrato en el que se conjugan los intereses de dos personas, en ocasiones de dos familias. Deberías saber que no siempre es bueno mezclar contratos y sentimentalismos, se burla, cariñoso.

- Me gustaría ver un poco de ilusión entre tus proyectos, confieso.

- Estoy ilusionado, te lo aseguro.

- Pues quiero que me prometas que no harás sufrir a la Miss, digo, a la desesperada.

- Yo no quiero hacerle daño ni a ella, ni a ti, ni a nadie pero tampoco puedo evitar que sufráis si lo que hago no coincide con tus gustos o tus expectativas, responde serio. Yo no juzgo tu manera de pensar pero tampoco puedo ser como a ti te gustaría que fuera sólo por no disgustarte. Es mi vida y la de nadie más.

- No creo haberte enseñado otra cosa distinta que eso, que seas como creas que tienes que ser, sin perder la decencia.

La comida discurre plácidamente, sin mucho enfrentamiento. Mientras le oigo hablar y me cuenta sus vacaciones, primero, y sus proyectos, después, en la cabeza me bulle la canción del gran Serrat “Esos locos bajitos”.



Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma, / con nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma / y que les bastan nuestros cuentos / para dormir.

Nos empeñamos en dirigir sus vidas / sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones / con la leche templada / y en cada canción.

Nada ni nadie puede impedir que sufran, / que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen, / que crezcan y que un día / nos digan adiós.

Años ha que me aprendí el mensaje. A mi loco, que ha sido bajito muy poco tiempo, le he inculcado independencia de criterio y me ha dado la satisfacción que dan los hijos cuando se hacen autónomos. Yo hubiera querido que fuera más comprometido, un poco menos capitalista, medio kilo menos de ejecutivo agresivo. Pero esto es lo que hay.

- ¡Qué guapa vas a estar vestida de madrina!, me dice, el muy adulador.

No me extraña que a la Miss se le caigan las bragas.

4 comentarios:

Tita dijo...

Si lo que yo digo: que se es madre pásiempre....

Lo que está claro claro, es que la miss está tan enamorada que pasa por todo y a todo está dispuesta. Incluso a que no se le iluminen los ojos hablando de ella...porque...¿se le iluminan, aunque sea un poco?

Un abrazo

Pilar Abalorios dijo...

Te veo teniendo "una conversación con la Miss", o al menos una lucha a brazo partido entre tu mitad materamantísima y tu mitad mujer valiente.

Aunque puede que simplemente tu modo de decir te quiero sea diferente, al fin y al cabo no necesita pagar precio alguno para triunfar profesionalmente y ella, hay que reconocer que vale mucho, pero mucho más que la pasta del padre.

Eso sí, lo guapa que vas a estar de madrina y lo que nos vamos a divertir con los preparativos, no nos lo quita nadie.

Besos,

La de la tiza dijo...

Tita: efectivamente, se es madre para siempre jamás, amén. ¿Se le iluminan? No sé qué decirte.
Pilar: sí, creo que se impone una conversación de mujer a mujer.

Anónimo dijo...

Que buena es esa canción de Serrat !

Tu heredero no tiene pelo de tonto y sabe lo que se hace, a la miss por fuerza se le tienen que caer las bragas jajajaj ...

Besos !