jueves, 6 de enero de 2011

El polvo de la era

Hizo tanto frío en el puente de comienzos de diciembre que cuando llegamos al pueblo para celebrar el fin de año casi nos parece primavera. ¡Incluso hace sol!

Mamen y Charly, mi chico y yo viajamos el jueves. Mi suegro se nos ha adelantado, ha encendido las glorias y tiene la casa más o menos calentita. La convocatoria ha funcionado y se ven bastantes chimeneas humeantes, algo del todo inusual otros años.

El viernes 31 llegan los padres vascos y los novios. Se observa animación en el pueblo. Mi cuñada baja con los primos, bien sesteada. Hemos preparado la mesa en el merendero. En principio, hemos dispuesto cubiertos para los de casa con posibilidad de ampliación si se apunta alguien más. La idea es cenar en las casas propias y tomar las uvas en la plaza. Pero en el pueblo nunca se sabe.

- Luego, hasta que el cuerpo aguante, dice Mario. Y todos asentimos.

Entre lo que cada cual traemos ya preparado y que el plato principal va a ser un pescado al horno con verduras variadas, que se hace solo, pronto estamos todos disponibles para la cháchara.

La tarde está tan luminosa que apetece dar un paseo antes de que se ponga el sol. Mi suegro está animado y parlanchín. Al pasar por la bodega nos cuenta la borrachera que se cogieron él y su amigo Lucio cuando entraron en quintas.

- Había una nevada de más de medio metro de altura, nos caímos y no fuimos capaces de levantarnos. Salieron a buscarnos y no nos encontraban, se había deshecho la nieve debajo de nosotros y estábamos en el fondo del hueco que habían hecho nuestros cuerpos, oigo el relato por enésima vez.

En el alto de los palomares nos paramos a contemplar el caserío alrededor del montículo de la iglesia.

- En esa iglesia se casaron mis tatarabuelos, mis bisabuelos, mis padres y me casé yo. En ella nos han bautizado a todos y yo bauticé a mis hijos pero ahí se ha terminado la tradición, se lamenta. Éstos – mi chico y yo - no se han casado por la iglesia y ésta – mi cuñada – ya ves, aquí está.

La aludida que está aquí nos mira a todos con los ojos de pava en vísperas navideñas pero la Miss me mira como queriendo decirme algo que no acierto a entender. Se agarra del brazo del Heredero y se adelantan, charlando muy animadamente. Ojalá les dure el amor porque hacen una pareja preciosa, pienso.

El cielo luce un azul de gala cuando volvemos a casa.

- Aquí tienes un paisaje que con gusto hubiera pintado Benjamín Palencia, comento con Ignacio.

- Este pueblo tiene su encanto, responde éste.

- Y una tierra muy rica, tercia mi suegro.

- Eso es parte del encanto, dice el Heredero.

- Hemos tenido una idea que tenemos que madurar con calma, me dice la Miss al entrar en casa.

- ¿Qué idea?

- Vamos a dejarla que repose, responde, y ya hablaremos.

Cenamos relativamente pronto para estar listos antes de las 12. En el pueblo no hay reloj con campanas y hemos descartado tomar las uvas con la televisión así que hemos encomendado a un voluntario para que haga sonar una campañilla cuando el reloj de la iglesia marque la medianoche. Se ofrece Mario. Nos juntamos 43 personas en la plaza. Hemos preparado unos cucuruchos con las doce uvas, que repartimos entre la concurrencia. Terminadas las uvas, empieza una traca atronadora. Se han puesto de acuerdo para traer un surtido de cohetería. Yo he comprado bengalas que reparto entre las chicas. Cuando se nos acaban, bailamos la conga. Estamos un buen rato en la plaza hasta que mi suegro avisa:

- Vamos, entrad a cubierto, que os vais a coger un tabardillo.

La sala del merendero está calentita, lo que se agradece porque fuera el termómetro debe rondar el bajo cero. Preparamos varias cafeteras para entonar los cuerpos y repartimos bandejas con turrones y dulces para que cada cual se sirva a su gusto.

- A mí poco café, por favor, que me quita el sueño, pide Gigi.

- ¿Para qué quieres el sueño esta noche?, oigo a Mamen.

- Pues es verdad, venga, uno bien cargado para entrar en calor, ríe la santa madre.

- Yo quiero con leche, descafeinado y sacarina, dice mi cuñada.

- Anda, guapa, desatorníllate el culo y sírvete tú, responde Mamen y ganas me dan de darle un beso por el capote.

- No digas esas cosas, reprocha la cuñada, ¿qué va a pensar Gigi?

- ¿Qué quieres que piense? Que tienes un hermoso trasero con un hermoso imán pegado a la hermosa silla, dice mi amiga. Ayuda a servir el café, guapita de cara.

Esas mismas palabras dichas por mí sonarían como un disparo de ametralladora pero en boca de Mamen tienen una música dulce, como si estuvieran diciéndote un piropo. De toda la vida ha sido así. Mamen tiene un sentido práctico y directo de hacer las cosas pero una mano izquierda de la que yo carezco. Mi sentido práctico y directo me lleva a tirar por la calle de en medio y parece que yo fuera una tanqueta cuando es ella la terrorista, mucho más que yo. Mi cuñada sonríe y me mira como diciéndome: no sé cómo puedes tener estas amigas tan majas con lo borde que eres. Pero yo me desentiendo. Anda y que te zurzan, le digo con la mirada. Miro a mi chico, que se ríe en el otro extremo de la sala, le saludo con la mano y pienso que bien vale la pena cargar con esta adiposidad.

- Vamos a empezar el año pensando en positivo, me dice Mamen, a la que no se le escapa una. ¿Y si casáramos a la doncella de la torre? El sexo en la tercera edad tiene efectos muy saludables.

- Mejor pide que nos toque la primitiva, respondo.

- Está un poco difícil porque yo no juego, dice ella.

- Más fácil que colocar a la doncella de la torre, seguro, digo.

- ¿Me estoy perdiendo algo?, pregunta mi chico, que ha creído que le llamo.

- Estamos planeando una estrategia para casar a tu hermana, contesta Mamen.

- Yo me conformaba con que la espabiléis, dice él.

A mi me vale con que alguien cargue con ella para siempre jamás, pero sé que los milagros ocurren muy raramente.

Disponemos las sillas para dejar expedita la sala y echar unos bailes. Hemos conseguido un tocadiscos en buen estado, que suena mejor que el del desván, y un compact nuevecito con dos altavoces bien conectados. Tenemos discos como para montar un mercadillo. Sólo entre mi chico y yo hemos aportado 267 elepés. Roxy Music, Bruce Springsteen, Genesis, Freetwood Mac – de la colección particular suya -, todo los Beatles, pero también todo Serrat, varios de Patxi Andión y todo Nuevo Mester de Juglaría más algún EP (vinilo de cuatro canciones) del año de la pera, como uno con Aline, de Cristophe, de mi colección personal a.c. (antes del chico). Hay también pasodobles, cumbias, chachachas. Mario ha venido con dos cedés de tangos: Volver, La cumparsita, Adiós muchachos, Caminito, Cambalache, una selección de lo mejorcito. Cada cual ha traído lo que ha encontrado; necesitaríamos permanecer una semana para oírlo todo y un mes para bailarlo. Así que nos ponemos con brío.

Yo sólo bailo con mi chico, que me lleva bien, o suelto que no se nota mucho si bailas mal, que es mi caso. Pero yo tengo poco fuelle y a él le va la marcha así que, en cuanto tiene ocasión busca otro palo al que agarrarse. Y pocas oportunidades va a encontrar como ésta en la que estamos reunidas el harén al completo: las amigas de su infancia, las de la juventud, las de la edad madura y servidora.

Llevamos un buen rato de chunda-chunda cuando se me acerca Gigi.
- ¿Ponemos un tangazo?

- Ahora mismo, le digo.


Cuando acaba una rumba - ¡De Peret! – que está sonando meto el compact de Mario. Hay expectación en el ambiento, lo noto, después de la exhibición del puente anterior. A las primeras notas de La cumparsita Ignacio se pone en guardia. Se acerca a Gigi, la coge con buen estilo tanguero y salen a la pista. Mamen y Charly, Maite y Dani, Jesús y Begoña bailan también. Mi chico se sienta a mi lado. Yo observo a los santos padres. Creo apreciar que Gigi iba más suelta con Mario que con Ignacio. Bailan muy bien los dos. Ella le mira, me parece que de una manera ¿cómo diría? ¿provocadora?, algo así. Termina La cumparsita y empieza Caminito. Siguen en la pista Maite y Dani y ellos dos. Mamen se sienta a mi lado.


- La Gigi está poniendo toda la carne en el asador y el vasco aguanta la tarascada, me dice.

- ¡Qué cosas se te ocurren!, están bailando, nada más, digo yo.

Pero, es verdad, no sólo están bailando. Se están diciendo algo, lo que sea, con el baile. Maite y Dani lo dejan antes de terminar la pieza. Se quedan los vascos solos, no ya en la pista, en la sala, en el pueblo, en el mundo mundial. A mí me da rubor mirar pero no les quito ojo. Termina la música y se quedan parados. Unos segundos después, él la coge de la cintura y se hacen a un lado. Ella inclina un poco la cabeza y él le besa la frente. Observo que la Miss les sigue también con la mirada, como Mamen y yo. Hacen mutis y yo supongo que van al baño.

Pero supongo mal. Pasa el rato y no vuelven. Me desentiendo de ellos hasta que se me acerca Mamen y me hace señas de que la siga. Pasamos a la casa, sube con cuidado los primeros tramos de la escalera – porque las maderas crujen que no veas - y me dice que escuche. Estamos en plena operación espía cuando llega la Miss.

- ¿Qué pasa?, pregunta.

Noto que me suben los colores como a Heidi en la montaña. Mamen le hace señas de que pegue la oreja. Se oyen voces y susurros perfectamente identificables.

- Si es mamá… dice la Miss. ¡Con papá!

- ¿Con quién quieres que esté en semejante trance?, pregunto, mientras les hago señas de emprender la retirada.

- Es la primera vez que los oigo, aclara, impresionada.

- Estas cosas suelen hacerse discretamente, le informo.

Volvemos a la sala aturdidas aún.

- ¿Qué ha pasado?, se interesa mi chico.

- Ya te lo contaré luego.

Seguimos un rato más bailando hasta que nos va venciendo el cansancio. Alguien propone hacer una chocolatada. Nos ponemos a ello, descongelamos un paquete de churros, los freímos y nos comemos todo.

- Tus consuegros han desaparecido, me dice Mario.

- Estaban muy cansados, ten en cuenta que venían de San Sebastián, aclaro.

- Ya.

Cuando nos acostamos empieza a clarear el día. Subimos la escalera como que fuéramos a asaltar la casa, deseando ser ligeros como el aire. Juraría que sale ruido de la habitación principal pero estoy tan cansada que ni me paro. Antes de dormirnos, le doy el parte a mi chico.

- La habitación de mi padre convertida en picadero, verás cómo se entere mi hermana, finge escandalizarse.

- Hombre, picadero, no exactamente. Déjalo en nidito de amor.

- Me gusta más picadero.

Estoy medio dormida, cuando me dice al oído:

- Cuando se vayan todos podíamos trasladarnos a la habitación de mi padre, lo mismo tiene efectos prodigiosos y no lo sabemos.

Intento responderle que nosotros no necesitamos efectos especiales pero ya no estoy en condiciones de hablar: caigo catatónica.

Nos levantamos a media mañana del día 1 con intención de preparar los desayunos y organizar la comida pero nos han tomado la delantera. En la cocina desayunan mi suegro, el Heredero y la Miss, Charly y Mamen y – oh, milagro – mi cuñada. Como si no hubieran comido en tres días, sobre la mesa hay churros, tostadas, magdalenas, pastas, café, leche, zumo... Me siento entre Mamen y la Miss.
En el momento que aparecen los vascos, mi suegro está explicando al Heredero que donde hemos hecho la juerga nocturna, el merendero anejo a la casa, antaño había una era. Mamen sigue con la mirada a los santos padres.

- Habría que ver si técnicamente puede calificarse como el polvo de la era porque, sin duda, es un polvo glorioso, comenta en voz baja, pero no lo suficiente porque lo oye también mi cuñada, que se justifica:

- Es que no me ha dado tiempo a limpiar entre una fiesta y otra.

A mi chico le da la risa floja y se atraganta con el café. A mi suegro, que también ha cogigo algo al vuelo, le sale la vena diplomática y dice, con toda seriedad:

- Ya sabéis lo que pasa en estas casas viejas, que se hace polvo en cualquier sitio.

El Heredero suelta una carcajada, la Miss nos espurrea el zumo, a Mamen le da la tos, mi chico no consigue tragar el café, Ignacio trata de controlar la risa. Gigi, con expresión radiante a pesar del rubor, repite:

- Ay, por dios, ay por dios.

11 comentarios:

Pilar Abalorios dijo...

ay por Dios, niña que ya no estoy yo muy bien y casi no llego al baño...
que me duele la tripa de reirme..pordiospordiospordios, virgendelcorpiñochico....

Despotrikator dijo...

Ja,ja siempre dije que la polución de las ciudades no es muy buena para la libido. Como en la era, en ningún sitio jajajja

Un saludo y feliz año

ODRY dijo...

Ja ja ja. Nena que panza de reir, cuidadín no se quede embarzada, ja ja ja, es broma o maldad o las dos cosas, pero es que no puedo con la risa.

Un besazo.

Tita dijo...

¡Ay por dios, ay por dios! jajajajajajajajaja

Mira el tonto del Ignacio, lo que ha tardado en descubrirle el Gigi a la tesoro, digo el tesoro de la Gigi

¡Me encantan! más, mas!!!!

Uma dijo...

Si es que el tango tiene algo afrodisiaco! yo quería bailar uno en la boda...pero nos venía demasiado grande!! me ha encantado tu nochevieja y tu forma de contarlo!! ay madre que el heredero se te casa en el pueblo y al abuelo (aunque sea politico ¿no?) le da un subidón!!
besos

La de la tiza dijo...

Pilar: me gusta lo del corpiñochico, ya ves tú.
Despotrikator: lamento disentir de tu opinión sobre las ciudades. Si pillas la pareja adecuada, tienen su puntito. En cuanto a las virtudes de la era, francamente, no tengo opinión por falta de oportunidad. Y a estas alturas ya apenas quedan eras.
Odry: guapa, si reir es de lo más sano.
Tita: nena, tú con cuidado, no nos vayas a romper aguas fuera del tiesto.
Uma: ¡ay, qué alegría verte por aqui, paridita del todo! Respecto al abuelo político, te diré que tiene una cachaza a prueba de subidones.

Valdomicer dijo...

Ahora nos hemos pasado a la literatura erótica ¿Eh?
Safo, Margarita de Navarra,Teresa de Jesús, Anaïs Nin, Erica Jong, Almudena Grandes.... La de la tiza.
No me pierdo ni una.

La de la tiza dijo...

Valdo: ¡Ay, pordios, no me digas! Y, sobre todo, yo sin enterarme.

Valdomicer dijo...

Pues si.
Y me había dejado atrás a Margherite Duras y a Elizabeth McNeil.

Anónimo dijo...

jajajaj... que poco ha faltado para que espurree ( me ha gustado el palabro ) la coca cola en la pantalla, buenísimo !

¡Besos!

Contando los sesenta dijo...
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