martes, 18 de enero de 2011

Telefoneando


Si estos días observas que las acciones bursátiles de las empresas de telefonía suben varios enteros no preguntes por qué. Ya te lo digo yo: es por lo de la boda. Me paso el día al aparato.

Llama la Miss.
- Oye, que dice mi mamá que conoce a una persona experta en organización de eventos y pregunta si habría algún inconveniente en que se uniera a la reunión del finde. Que así tendríamos una opinión profesional.

- Por mí, ninguno, respondo. No quiero preguntar en qué tipo de evento están pensando los santos padres vascos, que precisan de una profesional de logística, para que no me den palpitaciones.

Llamo a mi cuñada.
- Hemos quedado el finde para establecer el plan de acción de la boda. ¿Te apuntas?, le invito.

- ¿Quiénes estamos?, pregunta.

- Todos: los novios, los padres de la novia y una amiga de Gigi; Mamen y Charly, nosotros y tú, por si quieres echar una mano.

- Vale, pues me apunto.

Llamo al Heredero.
- A efectos de la reserva, anota que Esmeralda se apunta a la reunión del finde.

- Anotado, no te preocupes que llamo por teléfono y lo resuelvo enseguida.

Llama mi chico.
- Me ha llamado mi hermana, que le llames, que quiere preguntarte algo y tu teléfono comunica constantemente.

Llamo a mi cuñada.
- Llevo toda la tarde pegada al aparato, díme.

- Es que tengo un libro sobre protocolo y pensaba que a lo mejor es buena idea llevarlo a la reunión, ¿qué te parece?

- ¿Tú crees que será necesario?, pregunto haciendo un esfuerzo sobrehumano para no carcajearme y que se moleste, que mi cuñada es una chica muy sensible.

- Cuando la boda de los príncipes de Asturias estuvo todo medido por el protocolo, responde sin pizca de ironía.

- Ah, pues entonces, nada. Lo único, que éstos no son asturianos ninguno y a lo mejor no es necesario tanto protocolo. Pero, vamos, yo de eso entiendo poco, le digo.

- Las cosas bien organizadas quedan mejor, insiste.

- Eso es verdad.

- Pues llevo el libro.

- Vale.

Llama Mamen.
- ¿Qué has hecho de nuevo?

- Hablar por teléfono, únicamente.

- Muy bien, pues si no das abasto reparte juego. He visto dos tiendas con ropita muy chula para madrinas y asimiladas, se autopropone.

- Podemos ir al Village de Las Rozas, que tienen cosas decentes y a precios no imposibles, que me espera un chorreo fino como para andar despilfarrando, le digo.

- Vale, pues cuando quieras quedamos. Te recojo y nos damos una vuelta a ver qué tienen. Y cuelga.

Yo, creo que ya lo he dicho, no conduzco. No tengo carnet, ni intención. Por eso o por la razón que sea, soy la acompañante ideal para cualquier conductor. Nunca protesto.

Mi padre era un conductor que le echaba moral. Le gustaban los coches rápidos y, afortunadamente para él, no llegó a percatarse de que la edad y la enfermedad mermaban sus facultades. El garaje donde guardaba el coche estaba en la calle de más tráfico de la ciudad en que vivía. Pues bien, para salir, él asomaba el morro del auto y esperaba, no importaba el tiempo que fuera preciso, era un hombre paciente. Esperaba justo hasta que venía un coche por la derecha y otro por la izquierda, entonces aceleraba y salía a la calzada. Lo hacía sin mala intención, se ve que las medicinas le habían cambiado el chip en algún momento y él lo hacía así pensando que era lo correcto. También puede que hubiera perdido vista.

Los otros conductores le pitaban de mala manera y, naturalmente, nadie quería acompañarle. Excepto yo. Es lo que tiene la ignorancia. Afortunadamente, nunca nos pasó nada y él murió sin percatarse de que no era Fangio. Dejó en el garaje un coche semideportivo recién comprado.

Mamen es una conductora experimentada. Y osada. Nada se le pone por medio, ni ante el volante ni ante ninguna circunstancia en tierra, mar o aire. Es chiquita pero matona. Lo que tiene la osadía es que no siempre mide los riesgos.

El Village de Las Rozas es un conglomerado de tiendas oulet de grandes marcas. La fórmula consiste en que los modelitos que las firmas de postín no venden en una temporada las ponen a la venta al año siguiente con un descuento casi nunca inferior al 30%. De esa forma se quitan de en medio los excedentes y recuperan al menos la inversión. Como, por lo común, se trata de prendas de calidad aguantan bien de una temporada para otra y para el comprador – compradoras, la mayoría – suponen un ahorro considerable.

La primera vez que Mamen y yo fuimos al Village – hace de ello varios años - mediaba el mes de enero y queríamos aprovechar las rebajas. Por alguna razón que no recuerdo nuestros respectivos estaban de viaje, es decir, ambas estábamos solas en casa y, por lo mismo, andábamos sueltas de horario.

La tarde salió de invierno cerrado de esas en las que se dan cita todas las inclemencias meteorológicas: niebla, frío, lluvia y nieve. Ajenas a esa minucias, nosotras entramos en todas las tiendas del complejo, vimos todo lo que estaba expuesto y acabamos comprando ella un traje y yo una chaqueta de pana color camel de Carolina Herrera que, dicho sea en honor a la verdad, aún conservo en muy buen uso a pesar de los años transcurridos.

Sea porque en invierno anochece pronto, sea porque se nos fue el santo al cielo, cuando salimos del Village estaba oscuro como boca de lobo. Con una niebla cerrada que impedía ver más allá de cinco metros. Mamen se puso al volante para volver a casa pero héte aquí que las carreteras que nos habían llevado a Las Rozas parecían haber desaparecido para volver a Madrid. Dimos vueltas sin cuento buscando la M-30 o, alternativamente, la M-40, dirección Madrid pero tantas veces como enfilábamos otras tantas nos conducía a Majadahonda o de nuevo a Las Rozas.

Empezábamos a sospechar que nos habíamos introducido en un túnel errado del tiempo y del espacio cuando identificamos un cartel que indicaba a Madrid. Seguimos en aquella dirección, ambas casi pegadas al parabrisas, durante kilómetros y kilómetros sin que la ciudad apareciera por ninguna parte.

- Tú mira bien los indicadores, me ordenaba.

- Eso hago pero no veo ninguno.

Era casi medianoche cuando alcanzamos a distinguir la primera señal: Talavera de la Reina. Por arte de magia nos habíamos pasado de largo y nos habíamos salimos de provincia. Muertas de hambre y de cansancio, casi sin gasolina, salimos de la autovía, entramos en el pueblo, repostamos, el coche y nosotras, y emprendimos la vuelta. Esta vez acertamos pero era bien entrada la madrugada cuando me dejó en casa. Jamás lo hemos contado porque un percance lo tiene cualquiera pero, por si acaso, convenimos en quedar un sábado o domingo a la luz del día.

6 comentarios:

Pilar Abalorios dijo...

Si lo cuentas preparando la cohartada perfecta para desaparecer antes de la boda, me temo que no cuentas con el complice adecuado, me parece que contigo o sin tí, Mamen se apunta a esa boda.(y los demás, si nos dejas, aquí pegaditos a radio-macuto)

Besos (la carita de tu cuñada, cuando le presenten a la organizadora, no tiene precio, no dejes de tomar nota)

Besos

ODRY dijo...

Nena esta boda debería de ser coma la de la infanta, con retransmisión y todo, ja ja ja

Anda que no te lo pasas bien tú con el follón, .

Un besote.

Rosa dijo...

Esto es como una telenovela o una novela radiada, ¡queremos más!

Ánimo y paciencia, la vas a necesitar

Un abrazo

Cruela DeVal dijo...

Cualquier razón es buena para ir a las Rozas Village pero te diré que YO nunca he estado y nunca he tenido ni ganas...
pero si voy ya sé; iré en verano... es muy chungo conducir de noche con niebla y a mí a Talavera de la Reina no se me ha perdido ni el rey
Besos

Anónimo dijo...

Madre que aventuras jajaj y el telefono echando humo, la que se va a liar ...

¡Besos!

La de la tiza dijo...

Pilar: no, lo he recordado para evitar que me arrastre con ella cualquier tarde de éstas que amenazan noche a las 6.
Odry: sí, nena, camino llevamos, más que de la infanta, de los príncipes.
Rosa: gracias, guapa, por el estímulo, ya estoy haciendo acopia de paciencia.
Crue: pues no sabes lo que te pierdes con no conocer el Village. Está pero que muy requetebien, que lo sepas. Y a mí tampoco se me ha perdido nada en Talavera salvo, quizá, alguna cerámica.
Bet: sí, echando humo, menos mal que tenemos tarifa plana.
Besos.