jueves, 25 de febrero de 2010

La noche de los tiempos


Me lo he leído. He terminado el libro de Muñoz Molina, “La noche de los tiempos”. Casi mil páginas por las que transitan un puñado de seres humanos situados en un momento crucial de la historia de España: los prolegómenos y los primeros meses de la guerra civil. Con todas sus miserias y todas su grandezas.

El autor teje una narración utilizando para ello materiales reales y otros de ficción. El resultado es un relato que se lee con gusto e interés, al menos así lo he leído yo, pero que deja un poso amargo.

La historia indica que la guerra civil fue el resultado de un cúmulo de variables: un proletariado carente de presente y de esperanza, una clase poderosa aferrada a sus privilegios, una iglesia católica igual de poderosa, reaccionaria y ciega, un ejército anclado en el siglo XIX… Y un viento de furia que ciega a la mayoría.

Sé con toda certeza que los responsables de la masacre fueron los golpistas que se levantaron contra el gobierno legal, quienes los financiaron, los apoyaron y les sostuvieron pero sé también que muchos de los políticos de la época alentaron irresponsablemente el fuego y algunos otros permitieron estúpida y pasivamente que los golpistas allegaran material inflamable. Intuyo también que, luego, en ambos lados se cometieron atrocidades.

La noche de los tiempos habla de eso: de las barbaridades que somos capaces de cometer los seres humanos en situaciones descontroladas. En un momento del relato, Ignacio Abel, el protagonista, un arquitecto de izquierdas, afirma que ninguno de los dos bandos merece ganar la guerra. Es posible que así fuera pero es indudable que el precio pagado por los errores no fue el mismo.

Sobre la peripecia amorosa de la pareja protagonista sobrevuela la descripción de un tiempo desolador que, más de 70 años después, sigue teniendo vigencia. Uno de los protagonistas de aquellos hechos que aún vive con lucidez suficiente para analizar su tiempo, Santiago Carrillo, viene repitiendo que la derecha actual se parece demasiado a la que propició y apoyó la guerra civil, salvo que el ejército actual no es golpista.

No me atrevería yo a tanto pero en lo que sí encuentro semejanzas es en ese concepto patrimonial de la derecha española según el cual es propietaria de la razón social “España”. Y del diccionario de la lengua. Todo lo que se refiere a lo español es patrimonio de la derecha: ellos son la vara de medir la patria y lo patriótico, los patriotas, los creyentes, lo decente. Ellos son la vara de medir todo.

Desde esa perspectiva, echo en falta un partido conservador ilustrado y moderno – en España lo más parecido sería Convergencia i Unió en Cataluña, conservadores pero no carcas, salvo que los nacionalismos me parecen más bien regresivos y pelín peligrosos – homologable a los grandes partidos europeos y europeístas. El PP no me lo parece.

La izquierda actual, en cambio, es muy distinta de la de los años 30. Creo que ha aprendido la lección de que la intolerancia y la intransigencia tienen un recorrido corto y un precio alto.

También echo en falta un partido de izquierda auténticamente progresista. Al PSOE actual lo veo como una versión educada del centrismo tradicional, más atento a disputar el espacio electoral al PP que a abordar un verdadero cambio de la sociedad. Los economistas acostumbran a señalar que la diferencia entre un gobierno conservador y otro progresista son unos 3.000 millones de diferencia en los presupuestos.

Personalmente, me gustaría que se apreciara la diferencia entre un gobierno de uno u otro signo en algo más que en partidas presupuestarias. En la distinta manera de entender la política y la sociedad; en la diferente forma de repartir la riqueza, de controlar el poder; vamos, lo que se entiende por izquierda.

Dicho lo cual, vuelvo al relato de Muñoz Molina. El autor se sitúa en dos niveles narrativos: el del observador y el del acompañante. Relata lo que ocurre en España, y luego en Estados Unidos, desde la óptica de un narrador desapasionado y, simultáneamente, desde la perspectiva del protagonista.

El lector se pregunta: ¿Qué habría hecho yo en tales circunstancias? No sé los demás, yo, irme, estoy segura. Poner tierra por medio. Me hubiera ido de España.
Yo, es que soy muy poco patriota. Directamente, no creo en las patrias que, como drácula, reclaman sangre humana para mantenerse lozanas. Me repelen.

Estoy persuadida de que, llegado el caso, arraigaría en cualquier otro lugar. Desde muy pequeña me he sentido cómoda allí donde he ido. Incluso cuando voy de vacaciones a otro lugar, casi siempre me entran ganas de quedarme.

Diré más, el 23 de febrero de 1981, cuando oí en la radio – en la voz de Rafael Luis Díaz, a través de la Ser - que el coronel Tejero entraba en el Congreso lo primero que hice fue buscar el pasaporte. Pensé, y sigo pensando, que hay cosas mejores por las que luchar que por un trozo de tierra.

14 comentarios:

ODRY dijo...

Preciosa, yo pienso como tú, la mayorías de las guerrras no merecen la pena, casi todas son por poder, petroleo y religión, y si no mira a ver si encuentras otra causa en alguna de todas las que hay sobre la faz de la tierra.
Además normalmente los que las causan son los únicos que no salen dañados.
Un besote preciosa.

Valdomicer dijo...

"No creo en las patrias que, como drácula, reclaman sangre humana para mantenerse lozanas".
La frase merece ponerle marco tanto por lo que dice como por cómo lo dice.
Un beso.

La de la tiza dijo...

Odry: ya lo dijo Napoleón: en las guerras siempre se mueren los mismos.
Besos para tí, guapa

La de la tiza dijo...

Valdomicer: gracias por tus comentarios.
Te cambio mis palabras por una buena receta.

Uma dijo...

Si las guerras son malas las civiles son horribles, practicamente lo que has descrito es lo que deduje después de leer por quien doblan las campanas:
Hubo cosas malas en los 2 bandos, aunque unos lo provocaran y otros lo pagaran más caro...
Yo necesitaría un partido como el que describes conservador pero no carca pq hoy por hoy no me identifico con ninguno...
ME ha encantado tu critica literaria, ya se que libro va a ser el próximo en caer!
besos

Tita dijo...

Yo tampoco moriría por mi tierra, pero creo que tal vez si lo haría por conservar mi libertad de pensamiento, la de mi hija y nuestra forma de vivir.

Creo que eso sí valdría la pena.

Has empezado con algo muy característico de lo que siento frente a personajes como Aznar: la sensación de que la derecha actual sería golpista, y menos mal que el ejercito ¿no lo es?
Bueno, esas cosas siempre se hacen con intrigas y apoyos, y nunca se sabe...

Lo que sí tengo claro es que Aznar me resulta un personaje tan oscuro y poco democrático y capaz de pasarse la constitución por el forro, como me puedan resultar otros de su mismo partido (Ej.Gallardón) infinitamente más democráticos.

El libro y tus comentarios me llaman mucho la atención; pero no sé si lo leeré...ese poso amargo, y seguro que con el que al final hasta me voy a enfadar, me hacen recelar. Te recomiendo El Corazón Helado, de Almudena Grandes. Una belleza, que te hace reir tanto como llorar y lamentar, y disfrutar. Intenso como probablemente sea el de Muñoz Molina.

Abrazos

La de la tiza dijo...

Uma: yo distingo entre los libros de leer, que son casi todos, y los libros de guardar, que son aquellos que me gustaría releer e invitar a hacerlo.
Éste es de los últimos. Porque está muy bien escrito y porque es una lección de humanidad, de lo que concierne al ser humano.
Y sí, coincido contigo, si todas las guerras son malas, las civiles son las peores.

La de la tiza dijo...

Tita: me has hecho pensar ¿Por qué sería yo capaz de morir?
Creo que me gusta más la idea de por qué soy capaz de dar la vida.
La muerte, que no me inquieta especialmente, la interpreto como el final absoluto.
La vida, en cambio, me parece que está abierta a la posibilidad de mejorar las cosas.
He combatido, en la poquedad de mis posibilidades, contra la dictadura y he trabajado muy activamente y con todas mis energías en la defensa de los derechos humanos en general y de las mujeres en particular.
Lo hago porque creo en ello y porque me parece que así pongo mi grano de arena en la construcción de un mundo un poco mejor. Pero no creo que fuera muy útil dejarse matar por ello; siempre habrá un lugar en el mundo donde seguir luchando.
En cuanto al libro, no enfada, muestra cómo somos y la imagen no siempre es grata.
Leí hace tiempo el libro de Almudena, que me pareció bueno también, más dramático que éste.
Sobre los hechos de la guerra, creo que quien mejor ha escrito es Paul Preston. El resto de escritores, la mayoría ha novelado. Él historia.

Tita dijo...

Muy cierto lo que dices...el problema es cuando usando esa vida para mejorar las cosas, se van traspasando los límites, que nadie conoce y no parecen escritos, por los cuales un día pueden callarte la boca para siempre gente menos tolerante, y menos democrática.

¿Qué diferencia hay entre manifestarse en un sistema democrático y otro que no lo es? Pues que uno de los dos puede acabar en sangre, que sorprende a los que luchan por los derechos o un mundo mejor, porque, ingenuos, creen que el enemigo mantendrá las normas del juego.

Así veo yo el inicio de la guerra, se lucha y se avanza por unos derechos, se elige democráticamente quien quieres que te gobierne, y los otros, en un ataque de rabieta infantil dicen que no que se rompe la baraja porque no salió lo que querían. Y los demás se disponen a defender lo que ya tienen ganado; y ya la hemos liado...

Como dice Uma, por supuesto, no hay guerras peores que las civiles, ideológicas, y no por territorios, ni petroleos (aunque por el camio se arrebañe con todo)

De Paul Preston solo he leido la biografía del Rey, buscaré algo más.

Besos

La de la tiza dijo...

Tita: has introducido una cuestión esencial: los límites de la convivencia.
Coincido contigo en el retrato que haces del desencadenante de la guerra civil, pero, llegados al punto de "ya la hemos liado", yo creo que soy de las que se abren. La violencia me da repelús, no logro entender el proceso que lleva a alguien a querer terminar con otro ser humano. Por eso me asusta oir algunas declaraciones que no se refieren a las diferencias ideológicas sino que parecen querer hacer desaparecer al adversario (Aznar y sus mariachis, especialmente).
Yo apuesto más bien por la opción dialéctica: la posibilidad de llegar a un discurso mínimo común.
En una palabra: la utopía.
Ocurre que yo pertenezco a la generación del 68, aquella que decía: seamos realistas, pidamos lo imposible.
Y si lo miras atentamente, algunas cosas imposibles se han hecho cotidianas.
De Paul Preston me parece soberbia la biografía de Franco. Y es muy interesante una obrita aparentemente menor dedicada a las mujeres que intervinieron en la guerra civil: "Palomas de guerra".
No he leído la biografía del rey.

Tita dijo...

Me alegra descubrir que lo que más dices que admiras en mí, brilla en ti: el optimismo.

Yo también creo en la utopía, y en la no violencia, aunque eso signifique morirse de hambre en una huelga.

Con el ahí la hemos liado es porque no confío en el estado de los valores en situaciones de crisis extrema, donde todo se pone en "estado de excepción" valores incluidos...Aunque uno no sea violento de antes ¿cómo sabemos hasta donde podríamos llegar en nuestra defensa o la de los nuestros?

Es lo que hace incontrolables a las guerras y a la sed de poder...o de venganza.

En estos días hace 7 años ya que nos manifestamos contra la guerra, una que no nos tocaba siquiera. Tras aquello quedé desvirgada de optimismo en cuanto al respeto de la convivencia y la democracia de ciertos personajes que siempre han existido y siempre existirán. Hace unos días sacó el dedo de la misma manera que simbólicamente nos lo sacó a la mayoría de los españoles que no fuimos escuchados.
La utopía es esa...poder convivir ¡y dejar vivir!

Abrazos

La de la tiza dijo...

Tita: para mí la utopía es dar un paso adelante, hay muchas cosas que se podrían alcanzar trabajando unidos y otras se podrían extender a quienes no tienen nada con la misma fórmula.
Pero es cierto, lo difícil es empujar juntos.
Sobre adonde podríamos llegar en defensa de los nuestros, es algo que sólo se sabe llegado el momento y la ocasión. Debe ser terrible descubrir que, llegada la oportunidad, un@ se comporta como el adversario.
Mi padre, que luchó del lado de la República después de falsificar su DNI porque no tenía edad para alistarse, decía que quienes habían intervenido en una guerra civil estaban inhabilitados para participar en la democracia, cualquiera que fuera el bando en el que habían intervenido. Me parece que ahora voy entendiéndole.

Tita dijo...

Totalmente de acuerdo con tu padre. Es una cuestión de principios. Cuando uno acaba haciendo lo que hace su enemigo, se ha perdido todo.

Por eso tan injusta e ilegal es una dictadura de derecha, que de izquierda, o un extremista sea de la opción que sea.

Besos

La de la tiza dijo...

Por supuesto, yo es que no creo que haya diferencias. Hay dictaduras y democracias y si no hay libertad, ¿qué más da en nombre de quién gobiernen?
Conozco Cuba y sé bien cómo lo están pasando los cubanos, no todos igual, por cierto. Me da lo mismo que Fidel se declare enemigo del capitalismo, a los efectos reales, los cubanos carecen de todo, de lo indispensable para vivir y de libertad. Daría lo mismo si Fidel, ahora Raúl, apelara al capitalismo puro y duro.