lunes, 27 de diciembre de 2010

En el pueblo


Mi amiga Mamen está totalmente despendolada, se está recorriendo Europa a golpe de fin de semana, de manera que para quedar con ella casi, casi hay que pedir audiencia. Excepto que a ella se le ocurra una idea luminosa, en cuyo caso da igual qué planes tenga yo, acabaremos haciendo sus ideas luminosas.

Esto fue unos días antes del último puente de la inmaculada constitución. Suena el teléfono, es ella.

- Podríamos ir al pueblo, ¿qué te parece?, propone.

- Se lo pregunto a mi chico y te cuento, le digo.

- Ah, pues muy bien, le parece a él. Podíamos ir todos y hacemos un asado.
Se lo cuento a Mamen.

- Ya he hablado con la Miss y está encantada, añade.

- Joer, chata, eres la más rápida desenfundando al sur del Mississippi, comento.

- Es lo que tiene estar liberada del trabajo duro y arduo, responde ella, que raramente se da por aludida.

Al rato, suena el teléfono. Naturalmente, es la Miss. Mi teléfono tiene identificador de llamada pero, en ocasiones como ésta, no necesito mirar la pantallita, sé quien está al otro lado de la línea sin descolgar el aparato.

- Qué idea más buena has tenido la de ir al pueblo todos juntos, dice, tan cumplida como siempre.

- Espero no decepcionarte, pero la idea ha sido de Mamen, le explico, aunque sospecho que ya lo sabe.

- Estábamos pensando que, si no os importa, se podrían añadir mis padres. Seguro que les gustaría mucho, propone, y así podemos comentar los preparativos.

- ¿Cómo nos va a importar? Al contrario, nos encantaría, respondo.
Nueva ronda de llamadas. A Mamen, en primer lugar.

- Que se apuntan los santos padres vascos, le comunico.

- En ese caso, habrá que pensar qué nos ponemos, me suelta.

- ¿Qué nos vamos a poner para ir al pueblo? Pantalones y jerseys lo más gordos posible y los abrigos que tenemos allí.

Nos hemos acostumbrado a llevar al pueblo la ropa diez minutos antes de que se nos caiga de vieja así que en invierno o en verano siempre encontraremos qué ponernos. Nosotros y la mitad de un regimiento si se presentara por allí, que no es el caso. Si te crees que exagero, te diré que la última vez que hicimos recogida encontramos la americana azul que llevaba mi chico cuando se examinó de Preu. Como le valía aún, allí sigue.

Luego, llamo a mi chico.

- Tenemos que invitar a los padres de la Miss, le cuento.

- No te preocupes, ya les llamo yo que tengo que hablar con Ignacio, dice, encantado de la vida.

Mi chico es de los que es feliz llevando al pueblo a todas sus amistades y conocidos. Incluso a los periféricos. Llama un rato después.

- Hemos quedado en echar cuatro tiros en el coto, me cuenta, con fingida resignación.

- ¿Cómo sabe que hay coto en el pueblo?, pregunto.

- Se lo he dicho yo y da la casualidad de que él es aficionado a la caza.

Mi chico guarda en sus correspondientes fundas de piel dos escopetas que deben ser el no va más en la materia y periódicamente renueva las licencias ante la guardia civil pero, desde que yo le conozco, no ha disparado un tiro.

El finde se metió en frío así que, en cuanto bajamos del coche, mi chico se aplicó en encender lo que allí se conoce por gloria, que no es más que una calefacción subterránea, con la que se caldea la casa rápidamente.

Los invitados fueron llegando puntualmente gracias a los correos que mi chico había enviado explicando pormenorizadamente el camino y, sobre todo, gracias a los gps del coche porque el pueblo es tan pequeño que ni siquiera aparece en todos los mapas.

Mamen y Charly llegan pisándonos los talones. Les siguen la Miss y el Heredero abriendo camino a los santos padres vascos, Ignacio y Gigi. Mamen y Charly, como son habituales de la casa del pueblo, vienen en ropa urbana – sport casual, que dicen – porque tienen su propio hábito rural. La Miss parece haberse vestido para la ocasión en Coronel Tapioca. Su mamá, en Hermés. Los chicos se han puesto de acuerdo y todos visten pantalones de pana. Incluso mi suegro, que no se pierde un sarao de estos.

Gigi nos abraza muy cariñosa a Mamen, a mi chico y a mí. Se ve que maneja información privilegiada. Recorremos la casa mientras nos ponemos al día de las novedades. La Miss se me acerca sigilosa y pregunta en voz muy baja cuál es “su” habitación. “Su”, no de ella sino “su” de ellos.

- ¿Cuál es nuestra habitación?, pregunta exactamente.

Menos mal que una lo había consultado previamente con mi chico, que tiene una cabeza sensata, y con Mamen, que tiene una visión de conjunto.

- ¿Cómo vamos a organizarnos para dormir?, había preguntado yo cuando preparábamos el viaje.

- Hay sitio suficiente, había respondido mi chico, y si vienen más pueden alojarse en la casa de mi primo Marcos.

- No pregunto dónde sino cómo, es decir, cómo nos distribuimos, había insistido yo.

- Tampoco es tan difícil, somos cuatro parejas, una en cada habitación, contesta mi chico con su lógica matemática.

- Somos cuatro parejas pero no todos han pasado por el fielato civil o canónico, aclaro, y conviene tenerlo en cuenta.

- No pensarás que mi Charly duerma en el pajar, bromea Mamen.

- Tu Charly que duerma donde quiera pero a lo mejor hay que pensar qué hacemos con el Heredero y la Miss, apunto.

- A buenas horas se te ocurre andar con remilgos, añade mi chico.

- Yo no tengo ningún remilgo, pero no sé qué pensará la santa madre vasca y tampoco es cosa de quedar como corruptores de menores, me defiendo.

- Tanteamos el terreno y, en última instancia, los mandamos a la casa de Marcos y ojos que no ven…, propone Mamen.

Así que a la pregunta de la Miss le pongo yo la carita de inocente que guardo para estas ocasiones y le respondo:

- Donde queráis, hija, y si no os apetece quedaros con los mayores, tenéis a vuestra disposición la casa de Marcos.

- No creas que todas las madres son como tú, dice ella. La Gigi no acaba de hacerse a la idea de que ya no soy su niñita y mi padre, menos aún. Con decirte que creen que voy virgen al matrimonio…

- Ah, ¿Y no es así?, bromeo. No pasa nada, piensa que si todas las madres fuéramos iguales el mundo sería aburridísimo, añado.

Nosotros, como buenos anfitriones, ofrecemos la habitación principal – la que fue de mis suegros - a Ignacio y Gigi, colocamos las cosas en nuestro cuarto, y dejamos que Mamen coloque las suyas en la habitación que suelen utilizar cuando vienen al pueblo.

Los hombres enseguida se ponen en marcha. Mi chico saca unos chorizos y lomo de las orzas en aceite y propone ir a la bodega. Nosotras nos quedamos preparando la comida.
Mientras Mamen y la Miss ponen la mesa me pregunta Gigi.

- Perdóname la indiscreción, pero ¿Dónde se van a quedar los chicos?

- No sé, ¿a ti qué se te ocurre?, pregunto a mi vez.

- ¿Tú crees que duermen juntos?, la voz apenas le sale del cuerpo.

Me dan ganas de preguntarle en cual de los mundos de Yupi vive ella pero me muerdo la lengua y oigo una vocecita que casi no conozco pero que es mía, que contesta:

- No se me ocurriría preguntárselo ni a ellos ni a nadie.

- A mí tampoco, pero se oyen tantas cosas de los jóvenes, se defiende.

- Pues a mí me parece que en esa materia son más espontáneos y menos hipócritas que éramos nosotros, me sale todo seguido.

- ¡Qué envidia me da oírte!, dice ella, ya me gustaría a mí estar tan segura como tú.

- Pues no creas, segura, segura estoy de dos o tres cosas, el resto es una letanía de dudas, le digo.

Cuando llevamos un buen rato de sobremesa se presentan unos primos de mi chico.

- Hemos venido hoy para salir mañana pronto a cazar, así que si nos invitáis a café os regalamos una pieza, bromean.

- Lo que os vamos a dar mañana es un repaso, que tenéis aquí a la primera escopeta de Euskadi, dice mi chico, señalando a Ignacio.

- Ya serán menos lobos, caperucita, se chancean los primos. Esas cosas se demuestran sobre el terreno.

Yo, entretanto, hago mis cuentas. Con los primos aquí, asunto resuelto. Colocamos a mi suegro en la habitación libre y mandamos a todos los jóvenes a la casa de Marcos.

Debo estar absorta cuando oigo a mi suegro que me dice:

- Me ha dicho éste que tu chico quiere casarse.

Doy un respingo. ¿Con quién quiere casarse mi chico?, me digo, pero enseguida hago la traducción simultánea y me tranquilizo:

- Me ha dicho mi hijo que tu heredero quiere casarse, viene a decir.

- Pues sí, eso parece, le contesto.

- Es maja la chica, comenta.

- Muy maja, sí, corroboro.

- Y la madre, no veas, añade.

- Anda, pues díselo a ella, verás que contenta se pone.

- Lo que está a la vista no es necesario vocear, sentencia el hombre.

- Pues a mí no me has dicho nunca lo maja que soy, le pincho.

- Con que te lo diga éste basta y sobra.

Mi chico se da por aludido.

- ¿Qué pasa?, pregunta.

- Tu padre dice que qué maja es Gigi.

- Maja, de verdad, tu nuera, dice mi chico, todo galante.

Mi suegro se desentiende de comparaciones y se dispone a pegar la hebra con Ignacio.

- Cuando yo me casé hubo tres días de fiesta en el pueblo.

La Miss mira embelesada al Heredero, que le devuelve la sonrisa.

¡Qué guapos son los dos!

7 comentarios:

Tita dijo...

Escribe un libro, por favor. Pero que la Gigi tenga por lo menos, por lo menos, 3 ó 4 capítulos para ella sola.

¿Es posible aún tanta inocencia?

¡Ya se te echaba de menos! Claro, por ahí de pingo...pero bueno, mientras nos lo cuentes todo, todo, todo, se te perdona

¡muac!

Pilar Abalorios dijo...

Virgendelcorpiñochico, ¿de dónde ha sacado la Miss medio gramo de sentido común con esa mami?.
Si es parece del mismoBilbao oyes.
No se te ocurra apagar radiomacuto, esto es sin duda mil veces mejor que Amar en tiempos revueltos y La Señora juntos.

besos mil

Valdomicer dijo...

¿Ves? Tita es de mi opinión. Esto se merece un libro.
Por otra parte, cuidado, que a este paso abandonas los madriles y "te jacis campusina desgraciá" (Chamizo dixit).

ODRY dijo...

Mira que no te faltan argumentos, yo también pienso que deberias escribir un libro.

Un besazo.

Cruela DeVal dijo...

es verdad lo del pueblo y lo bien que quedan las bodas en su ermita...doy fe... y la afición al petardeo también... y que tu chica sigue luciendo cuerpo de preu igualmente, ahora que exista personas como Gigi me parece increíble pero me lo creo claro que sí
mi suegra a veces tiene esos ramalazos de fingida inocencia
jajajaj
Besos

Ellyllon dijo...

Por dios, qué familia!!! sois de divertidos que pa qué!!! jajajajaajajajajaja

Al final hubo caza o no? jejejeje

Un besacoooooooooooo
Elly

La de la tiza dijo...

Tita: la santa madre tiene, efectivamente, un libro para ella sola pero yo no me veo capaz.
Pilar: De Bilbao y alrededores, tú lo has visto.
Valdo: nunca digo nunca pero me da a mí que no, fíjate.
Odry: pásate por la Cuesta de Moyano y verás cuantos escribidores tienen sus libros tiraditos, tiraditos.
Crue: ¿que quieres que te diga? Salvo que es mi chico el que luce como chico de preu, ahí le tienes.
Elly: ¿Tú has oído hablar de la familia de traca? Pues se referían a la mía.