martes, 1 de marzo de 2011

La vuelta al mundo

¿Por qué te has puesto así con Ignacio?, me pregunta mi chico cuando, por fin, nos quedamos solos en casa, concluidos los fastos de la petición de mano.

- No me he puesto de ninguna manera, me he limitado a recordar que esto es un asunto de todos, no una cosa de chicas.

- Pues habérmelo dicho y te hubiera echado una mano, dice, y sé que es sincero.

- A mí no me lo ha dicho nadie, las cosas que hay que hacer, pues hay que hacerlas. (Aunque no soy Castelar, a veces mejoro el razonamiento, que conste).

- Muy bien, pues si te parece, yo me encargo del programa en el pueblo y, si quieres que haga alguna cosa más, me lo dices y ya está, pero no es necesario que te pongas de mal humor, dice mi chico, que tiene buen carácter de suyo natural.

- A ti no te he dicho nada y tampoco creo que sea una ofensa que el padrino eche las invitaciones al correo, vamos, creo yo, me defiendo.

- Con decirlo no te ofendo, con el tono acaso sí, que cantan en el Caserío, y te recuerdo que Ignacio es vasco, se me pone irónico.

- Anda, que no sois sensibles… rezongo.

Pero algo de razón tiene. Debería consultar con otras madres y que me cuenten cómo pasaron ellas el trance. Porque, es verdad, se me está poniendo una mala leche que me parece que no es normal.

Cuando los hijos se van de casa, sea por razones de trabajo o sentimentales, hay quien entra en coma depresivo. Se llama el síndrome del nido vacío. No es mi caso, lo advierto desde ya.

El Heredero vive autónomo e independiente – al menos de su mamá – desde hace muchos años. Y yo aprecio mucho mi independencia. O sea, que no tengo nido ni vacío ni lleno y me encanta que viva su vida y no esté pegado a mis faldas.

Más aún, no entiendo cómo hay padres que consienten que sus hijos permanezcan apalancados en la casa paterna una vez terminados los estudios o la formación o llegados a una edad en la que están capacitados para ganarse la vida por ellos mismos.

Pero vamos a ver, si los niños siguen en casa, arropaditos y bien alimentados, a los treinta e incluso después, ¿Cuándo van a empezar a vivir su vida? ¡Que sólo hay una!

Sí, ya sé que el trabajo está difícil pero, lo siento mucho, eso no es de mi incumbencia, que los niños vayan a reclamar a Zapatero o a la Aguirre o al Gallardón. O al lucero del alba.

A mi manera de ver, que alguien siga viviendo en la misma casa que los padres pasada la treintena roza la inmoralidad.

Insisto, me encanta que se case el Heredero y hasta creo que la Miss me caerá bien, que yo creía que era tontita y no, es una chica lista. Pero el lío de la boda me tiene en un permanente sin vivir. No entiendo por qué nos estamos complicando la vida en asuntos intrascendentes, no entiendo por qué parece que estamos preparando el enlace de Sissi y el emperador Francisco José. No sé qué pinto yo escuchando – y, lo que es peor, procesando - las historias de los santos padres vascos y su panda. Que no es que lo diga yo, pero no hay uno normal, empezando por ellos mismos.

Lo que más me cansa de todo es poner cara de póquer cuando se les ocurren esas cosas de las que hasta ayer mismo yo me pitorreaba y en las que me encuentro embarcada. Pero, vamos, que no quiero andarme por las ramas ni excusarme en nadie. ¡Estoy de un humor de perros!

Un malhumor que arrastro conmigo dondequiera que voy. Ayer, por ejemplo, se me sumó el efecto lunes al efecto boda y llegué al misterio…ni a punto de ebullición. Me encajé en mi mesa dispuesta a repasar todos los papeles pendientes. Por delante de mí desfilaron funcionarios, jefes e indios, sin que yo me molestara en levantar la cabeza. Al cabo de un rato, veo una sombra por el rabillo del ojo y luego unos pantalones al final de los cuales asoman unos zapatos negros que, al llegar a mi altura, ralentizan el paso.

- Hola, buenos días, qué tal, dice una voz por encima de los zapatos.

Yo, en situación normal, respondo amablemente a quienquiera que pase por el pasillo de la tercera planta, incluso, en ocasiones, pego la hebra un ratito. Pero ayer, seguí mirando mis papeles y respondí sin mirar siquiera.

- ¿Qué pasa?

- No, nada, responde la voz.

Pero los zapatos seguían allí, inmóviles. Sigo en ascendente la línea de puntos de los pantalones, la americana… era el secretario de Estado, que estaba esperando para entrar a despachar con el ministro. Pero lo mismo podía haber sido el ministro. Y en esos momentos, por mí, como si aparece el rey.

Vamos a ver, me digo, nena, que tú habrás sido un poco borde pero maleducada, nunca. Hago un esfuerzo ímprobo y me sale una media sonrisa un poco descangallada.
Cuando vuelvo a casa, se lo cuento a mi chico.

- Estás un poco tensa, dice él.

- No, estoy llegando a un punto que no me aguanto ni yo misma, confieso. Ya podíamos ser gitanos, que los chicos tiraran un puchero al aire y dejarnos de tanta boda.

- Pues has escogido mal modelo, me aclara, porque una boda gitana sencilla no baja de una semana de celebración y una cosa íntima no reúne a menos de cien personas.
Me pongo a imaginar lo que sería una boda de la Miss con un gitano y noto cómo los rizos se me van poniendo como de alambre.

- Estamos cediendo demasiado, me quejo lastimeramente, a ver si hace efecto.
Pero él resta trascendencia a detalles que a mí me parecen importantes.

- Total, son sólo unos meses, y a ellos les hace ilusión, dice.

No lo dice, pero lo adivino, que él también está ilusionado. Los chicos están cariñosos con nosotros como nunca lo ha estado el Heredero, para mí que por la mano que tiene la Miss para estas cosas y, luego, que el festejo es en su pueblo, no hay que perderlo de vista.

Sé que no tengo razón, lo sé, pero no puedo resistirme a chincharlo un poco.

- Mucha ilusión pero ten en cuenta dos cosas: una, que con lo que nos va a costar la broma nos dábamos tú y yo la vuelta al mundo; y otra, que quien no vive como piensa acaba pensando como vive…

3 comentarios:

ODRY dijo...

El post está genial, pero me ha encantado la ultima frase, así que la hago mia si no te importa.

Un besazo.

Uma dijo...

Me ha encantado lo de la boda de una miss con un gitano!! imaginate! si a ti te escama lo que se le rizaría al santo padre vasco!! aunque por otros motivos jejeje
En fin! estoy con tu chico! son solo unos meses y a los chicos les hace ilusión! ¡aguanta!!
A lo mejor yo soy muy poco chic? y a los padres de la miss les explotaría la cabeza solo de pensarlo! pero la boda la pagamos nosotros...los padres nos ayudaron mucho! nos hicieron un regalazo como solo pueden hacer los padres, pero pagarla la pagamos nosotros! me parece lógico ¿no?
Y con respecto a lo de sentirse arrastrada a cosas que en otras circustancias no haría por la familia política...¡si encuentras una solución avisa! pero es mal de muchos!!

besos

Tita dijo...

Normal, si es que es normal.

Te contesto a lo Rajoy: la culpa de todo, la tiene Zapatero

¡Ea!

Besos