domingo, 10 de octubre de 2010

La berrea


Creo haber confesado que yo soy una urbanita convencida. De Madrid, salvo el alcalde, me gusta casi todo. Bueno, a lo mejor estoy exagerando un poco. Lo que quería decir es que a mí lo rural me gusta lo justo, lo justo. Están muy bien los paisajes de horizontes lejanos y coloridos, las puestas de sol, el canto de los pájaros, el aroma de las plantas, la frescura del aire y esas cosas. Pero también tengo en cuenta la letra pequeña, esto es, el polvo, las piedras que siempre están donde no deben, la lluvia, que siempre cae a deshoras, el barro y los bichos que pululan en grupos de a mil.

Digo todo esto porque para mi chico, que alardea de ser de pueblo, todas las excursiones posibles pasan por algún pueblo. Y yo accedo de buena gana, no creas, pensando que, en el peor de los casos, el lunes llega enseguida.

Este finde hemos tenido un finde rural movido. El programa incluía búsqueda de setas, berrea, migas pastoriles y concierto de cuerda en iglesia de pueblo. Hemos fichado en todas las actividades.

Salimos de Madrid minuto y medio antes de la estampida general así que no nos pilló el atasco y pudimos llegar a tiempo de la busqueda de setas. Con resultado negativo. Las semanas anteriores no había llovido lo suficiente así que el terreno estaba lleno de moras pero ni una seta. Menos mal que encontramos almas generosas que nos ofrecieron unos boletus, vulgo hongos, cosa rica.

La berrea es un espectáculo vespertino. Cada cual expresa sus sentimientos como puede y los ciervos cortejan a las ciervas a puro grito. Los ciervos se disputan a sus churris a voz en cuello y el que más grita se lleva el premio. Y cómo gritan. Una cosa descomunal, para mi modesto entender.

- Tú no me haces esas cosas, ya podías aprender, le digo a mi chico.

- Pues según he oído de pequeño debía de berrear una cosa fina, me cuenta.

- No te hagas el loco, esto es forma de cortejar y lo demás cuento, insisto.

- Pues mira, no lo hago por respeto a mi padre, responde.

- ¿Qué tiene que ver tu padre con los ciervos?

- Con lo que le ha costado que me enseñaran a hablar en castellano, no quiero que parezca que no aprecio el esfuerzo, alega.

La temperatura es muy agradable y encima, la organización del espectáculo nos obsequia con un pase doble: pasa una cierva primero y un ciervo después. Éste último, un macho de porte respetable, con una cornamenta ideal para percha de un colegio.

Cumplida esta parte del programa nos vamos al hotel. En el parking sólo hay tres coches, no hay mucha concurrencia.

El hotel no es propiamente tal. Se trata de un pueblo rehabilitado que durante la semana se dedica a la enseñanza de inglés. Inmersión en el idioma extranjero, dice la propaganda. Y tanto. No hay nadie en varios kilómetros a la redonda. A los alumnos – de toda edad, procedencia y condición – no les queda otra opción que relacionarse con los profesores o con los profesionales del complejo rural, todos ellos angloparlantes.

Los fines de semana no hay clases así que las casitas y todas las dependencias rehabilitadas se dedican al turismo rural. A nosotros nos han aceptado la reserva de última hora a través de una persona amiga, como favor especial hacia ésta porque el puente lo tienen completo desde hace un mes.

Sólo se oye el rumor del follaje de los árboles movido por el viento. No nos encontramos a nadie en el camino.

Desde la ventana, casi nos entran las ramas en la habitación.

El sábado nos levantamos pronto, salimos a la calle y seguimos solos. Ni un alma. En el edificio del restaurante nos espera la mesa puesta para el desayuno.

Allí se nos une otra pareja con una niña pequeña. La mañana amenaza lluvia. La niebla medio oculta los molinos de viento que proporcionan energía a la comarca y que, no sé por qué, me recuerdan a los de don Quijote.

Hemos quedado con unos amigos. La agenda prevé una marcha campo a través por entre riscos y montes.

- Yo tengo la rodilla imposible, alego.

Los demás deben tener otros achaques porque, finalmente, nos quedamos zanganeando hasta la hora de las migas. Mi chico, que es el relaciones públicas oficial de la familia, desaparece y se dedica a confraternizar en el pueblo. Me conozco el programa. Él despliega sus encantos, habla de lo divino y de lo humano, ayuda a encender el fuego, a asar los choricillos y la panceta y pone esa cara de bueno, que luego, cuando me ven a mí, deben pensar: mira esta tonta lo que se ha llevado sin comerlo ni beberlo. Y eso que estuve ayundando a dar la vuelta a las migas, que vaya sudada me cogí.

Cuando salimos de la comida, jarrea. El resto del grupo se refugia en el bar, nosotros vamos al concierto en la iglesia. Dos jóvenes - violín y chelo - nos obsequian con un programa muy agradable.

Tras el evento cultural, terminamos la tarde en casa de los amigos haciendo unas risas que se prolongan hasta bien entrada la noche.

Cuando volvemos al hotel el parking está lleno. El domingo por la mañana, en las calles empedradas jugaban varias niñas, todas ellas con rasgos orientales. Parece que varias familias adoptantes se han citado en el complejo para que las niñas se relacionen.

Cuando salimos, nos tropezamos con dos parejas catalanas. Los catalanes son fijos, viajes donde viajes.

El día ha amanecido soleado.

- La semana que viene, esto está lleno de setas, me informa mi chico.

- Pues si quieres, volvemos, me lanzo en un arrebato.

- No, si en Madrid también se está bien, responde.

Lo que yo digo.

6 comentarios:

Valdomicer dijo...

Los que vivimos en el campo a tiempo total no tenemos esos problemas.
Tu chico fue muy discreto en su respuesta: Los ciervos no se pelean por una hembra, se pelean por toda la manada. Y hay edades (lo digo por mí) en que ya no está uno por las heroicidades.
Por aquí nos faltan todavía un par de semanas para empezar a ver alguna seta.

Ellyllon dijo...

Vaya entorno más bonico, Tiza.

Aunque con esa niebla debería parecerse más al rodaje de El Internado que a un pueblo. Aunque bueno, como es un pueblo-escuela, lo comido por lo servido jejejejejejeje

Me ha llamado la atención lo de que sus "dueños" son todos extranjeros y se dan clases de inglés. Entiéndelo. Aunque estemos sólo a 4 horas de la capital del reino aquí llega todo muuuuuuy tarde y yo sigo teniendo pinta de Paca Martínez Soria (las cejas me las depilo).

En fin, negra de envidia me tienes, que para ser urbanita te veo muy ecológica entre el canto de los cárabos y las berreas jejeje

Un besoooooooooooooooo
Elly

Tita dijo...

Yo creo que este finde, los madrugadores de setas triunfan: tanta lluvia, alternando con sol es lo ideal.

Me hacéis mucha gracia los urbanitas, porque todo lo que os parecen incomodidades, para mí es lo natural: siempre hay una piedra de la forma perfecta para sentarse cuando uno camina, un palo perfecto para cada persona, y nunca llueve a deshora, porque se hace tanto de rogar esa lluvia, que verla es alegrarse por la naturaleza ¡no lo puedo evitar!

Mi santo también es urbanita, aunque ahora dice que no podría vivir en la capitá. Yo creo que se engaña. La cabra siempre tira al monte. Recuerdo cuando de novios pasamos algún finde en el piso de sus padres de la capitá: más grande que el mío, eso sí. Pero salías al balcón para ver otros 3 edificios a tu alrededor, y un trocito escaso de cielo al mirar arriba.

Una desesperación, me sentía enjaulada. Yo no voy abrazando árboles...pero los necesito, muchos, y muy cerca. En Madrid lo descubrí.

Oye, y ándate con cuidado, que la expresión "jarrear" de capitá no es,no...jejejeje

Besos

La de la tiza dijo...

Valdo: mi chico es muy discreto en eso y en todo, si no ¿de qué iba a aguantarme lo que me aguanta? Oye, la berrea - se peleen por quien se peleen - es una cosa espectacular.
Elly: el sábado estuvo nublado pero el domingo salió un día radiante.
Los dueños del pueblo no sé si son extranjeros o nacionales pero el personal es angloparlante. Puedes verlo en esta dirección:
http://www.valdelavilla.es/home.php
Y sí, soy ecológica pero urbanita. Me gusta esos exotismos: los cárabos, la berrea, las setas (éstas un poco más, incluso que los primeros), pero, luego, repantingarme en mi sillón o salir al cine, al teatro o al museo del Prado.
Tita: me parece muy bien tu entusiasmo por lo rural pero yo, piedra que hay, piedra que me llevo por delante, con frecuencia en los piños, tormenta que cae, agua que me pilla debajo, que no sé por qué no llueve de noche. Lo cual no impide que me gusten los árboles, las ardillas y los cárabos. Y desde mi terraza se ven el sol, la luna y las estrellas (también los noctámbulos del centro de Madrid). Y para nada renuncio a mis orígenes pueblerinos. Por eso digo jarrear y otras lindezas mucho peores.

Anónimo dijo...

Nena que sitio tan bonito, no se si será el mismo, pero recuerdo haber visto un reportaje en televisión hablando de un sitio con esas características.

Me ha hecho gracia lo de que los catalanes son fijos viajes donde viajes,ajajaj puedo darme por aludida ? yo me confieso rural y urbanita mas o menos a partes iguales, nací en la ciudad condal y estoy enamorada de ella, pero resido en un pueblo de la provincia y también estoy enamorada de él.

La de la tiza dijo...

Bet: pues sí, por mi experiencia puedo afirmar que viajes donde viajes, encuentras a algún catalán. Tú eres un buen ejemplo.
Esa dualidad que confiesas, urbanita-rural, es porque eres muy joven. Yo estoy un poco más mayor y me resulta más cómoda la ciudad.